¿Construir una biblioteca a todo dar, en plena pandemia, en la vereda Quiba Alta de Ciudad Bolívar, área rural de Bogotá, localidad en la que el embarazo adolescente y la trampa de las drogas se cruzan en la vida diaria de los jóvenes?
Parece una locura… y, sin embargo, se puede lograr y replicarlas en todo el país en las zonas más vulnerables.
Ha sido, para muchos, un año duro el que llevamos en pandemia. Quiebras, desempleo juvenil, más informalidad laboral, deserción escolar, desesperación, incertidumbre. Niños y jóvenes de zonas marginadas se encuentran entre los más afectados. Sin acceso a internet o a dispositivos, a los de cerca de la mitad de los hogares colombianos les ha sido imposible avanzar debidamente sus estudios en la obligada virtualidad.
Docentes de todo el país, especialmente en áreas rurales, han vivido las dificultades de niñas y niños de hogares campesinos. En la adversidad, sin embargo, gracias al ingenio y la creatividad, empiezan a mostrarse casos prácticamente heróicos de comunicación entre profes y alumnos mediante aplicaciones como Whatsapp para el desarrollo de sus clases. El uso de radios comunitarias por parte de maestros como en el del sur del Tolima (Voces del Sur) como escenario escolar ya es reconocido. Viene una etapa de rescate de experiencias de aprendizaje en situaciones desfavorables como las del aislamiento y la incomunicación durante la pandemia.
Un elemento común de tales experiencias es que son impulsadas por personas que, con su liderazgo, consiguen tejer alianzas, involucrar a las comunidades, levantar recursos para que niños y jóvenes puedan tener la oportunidad de educarse mejor en contextos que les son adversos. Líderes que vienen trabajando desde antes de la pandemia y que han redoblado sus esfuerzos desde el 2020.
Uno de esos casos, poderoso, es el de Iván Triana, nacido en Ciudad Bolívar en los años ochenta, cofundador de la Fundación Biblioseo y que viene trabajando en el área rural de la misma desde hace el 2009.
Iván, bibliotecólogo de la Universidad de La Salle, se dirigía hacia lo que muchos identifican como el éxito y, más, en Ciudad Bolívar: muchacho excepcional que consigue culminar estudios universitarios, devengar dinero, que tiene la alternativa de mudarse a otra parte de la ciudad.
No obstante, casi a punto de graduarse de la universidad, tarde en la noche, cuando iba a tomar el bus para dirigirse a su casa, un indigente lo llamó por el nombre. No le reconoció al comienzo. Supo luego que se trataba de alguien que había sido uno de sus compañeritos de infancia, consumido por la droga...
Tomó la decisión de buscar en Ciudad Bolívar, en el alma de los niños y jóvenes, el futuro de su proyecto de vida.
Años atrás había prestado el servicio militar y su labor, en la Policía, había consistido en trabajar como docente en el área rural de Ciudad Bolívar. Averiguó qué habia pasado con sus antiguos alumnos y encontró respuestas amargas: embarazo infantil y adolescente, consumo de droga, criminalidad de las bandas juveniles. Ciclos de la pobreza que se reproducían de generación a generación, que no se rompían.
En la misma escuela, ya graduado, creó la sede de Biblioseo, una biblioteca al servicio de la creatividad. Se convirtió en el mejor lugar para que niños y adolescentes de la verda Quiba pasaran su tiempo libre. Biblioseo los acompaña a que construyan sus sueños, a que acepten que ya son alguien en la vida (a los niños no hay que preguntarles, dice Iván, “¿qué quieren ser cuando grandes?” ) y que de ellos depende qué quieren hacer con ella. Iván detesta el asistencialismo y, por eso, el acto de construir los propios sueños rompe la dependencia frente a la caridad.
La narrativa de los jóvenes gira alrededor de una pregunta básica: “¿Cuál será tu huella en el mundo?”. La respuesta está en cómo los proyectos de vida de los jóvenes se articulan a resolver problemas de la comunidad.
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Iván tiene claro que las metas con niños y jóvenes deben ser siempre modestas, alcanzables: acabar el bachillerato, decidir sobre relaciones responsables y no ser madres antes de los 18 años...
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Iván tiene claro que las metas con niños y jóvenes deben ser siempre modestas, alcanzables: decidir acabar el bachillerato, por ejemplo. Decidir sobre relaciones responsables y no ser madres antes de los 18 años. No pertenecer a bandas juveniles. Pasadas cualquiera de estas metas, el círculo de la pobreza comienza a romperse. Los propósitos se vuelven más complejos y Biblioseo acompaña a los jovenes adultos en el camino. 95 % de los jóvenes que han pasado por la biblioteca de la creatividad han culminado su bachillerato y cada vez es mayor la proporción de los que quieren y consiguen entrar a la educación superior.
El cuento ahora es el siguiente: los jóvenes , bajo la orientación de Iván, están construyendo la sede propia de la Biblioteca de la Creatividad, un proyecto que aspira a ser un centro de tecnología e innovación sostenible, el primero en el sur de Bogotá. Los apoyos que podamos ofrecer al proyecto son una inversión en oportunidades de vida para los jóvenes del área rural de Ciudad Bolívar que toman la decisión de construir sus sueños. www.instagram.com/bibliotecadelacreatividad