El país no ha alcanzado a digerir el contenido de lo que se acaba de firmar en La Habana cuando ya salen las aves de mal agüero a predecir una nueva tragedia para Colombia. La primera reacción frente a estos personajes que solo auguran lo malo y que descaradamente hacen política de la peor manera, es si ellos son los llamados a darle un rumbo distinto a nuestra sociedad. Obviamente, se trata del procurador Ordóñez y del expresidente Uribe y su grupo.
Lo que acaba de suceder en La Habana le ha generado a una parte importante de este país, una gran dosis de optimismo, de esperanza, especialmente en aquellos individuos y regiones del país que sí saben lo que han sido estas décadas de confrontación armada. Las primeras declaraciones de habitantes de Urabá, de San Vicente del Caguán eran de alegría porque expresaban claramente, que esta guerra que estaba llegando a su fin, los había estigmatizado no solo a ellos como individuos, sino a sus regiones. De eso no tienen ni idea ninguno de los dos personajes mencionados que por el contrario han hecho de la guerra su bandera política.
Pero debe reconocerse al mismo tiempo, que aun los que han tenido dudas sobre el proceso de paz han abierto un compás de espera y por lo menos en público, en medio de la euforia nacional, no se atreven a atacar la firma del fin del conflicto. Es más, otros llegan al colmo de la hipocresía y solo cuando están entre sus copartidarios, le muestran los dientes al proceso de paz en curso.
Como Ordóñez aspira a ser candidato presidencial,
es hora de decirlo claramente: él representa
la línea más retardataria que existe por desgracia en este país
Afirmar sin sonrojarse, como lo acaba de hacer Ordóñez, el procurador, que pronto las Farc van a volver a atacar a la población, lo que demuestra a sus seguidores potenciales es que gozará si sus malas intenciones se cumplen. Y como aspira a ser candidato presidencial, es hora de decirlo claramente: él representa la línea más retardataria que existe por desgracia en este país. El sí usa el miedo, la desconfianza, las predicciones negativas, como instrumentos políticos. Ahora que las Farc se han comprometido a dejar las armas para convertirse en un partido político, vale la pena preguntarse si ahora los colombianos tenemos que vivir la política con odio. Esa que pregonan permanentemente los dos personajes anotados.
Con respecto al fin de la democracia que anuncia el expresidente Uribe, gracias a la supuesta entrega del país a las Farc, vale resaltar que la palabra que debía resumir esta etapa de las negociaciones y sobre todo el contenido de los cuatro puntos del acuerdo firmado, es precisamente Democracia con mayúscula. Más bien respondan a las siguientes preguntas: ¿No es democracia, señores, que tanto Timochenko como el presidente Santos reconocen en público sus respectivas diferencias de fondo sobre el tipo de desarrollo que debe tener Colombia, pero al mismo tiempo aceptan manejar estas diferencias con respeto por las posiciones de cada uno? ¿No es democracia que tanto Gobierno como las Farc aceptarán lo que decida la Corte sobre el proceso de refrendación? ¿No es eso precisamente lo que se busca en una verdadera democracia, el respeto a la institucionalidad del país?
Alguien les tiene que decir de frente a estos personajes, al procurador Ordoñez y al expresidente Uribe, que muchos colombianos estamos agotados del odio, de la confrontación y sobre todo de las aves de mal agüero.
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