Las atrocidades del Batallón de la Popa de Valledupar que condenaron al coronel Hernán Mejía a 19 años de la cárcel

Las atrocidades del Batallón de la Popa de Valledupar que condenaron al coronel Hernán Mejía a 19 años de la cárcel

Casos de falsos positivos que involucraron a indígenas y testimonios verificados por la Fiscalía destaparon su relación con Jorge 40. Logrará su libertad esta semana

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noviembre 07, 2017
Las atrocidades del Batallón de la Popa de Valledupar que condenaron al coronel Hernán Mejía a 19 años de la cárcel

El indígena Kankuamo Ever de Jesús regresaba a Guatapurí después de estar en Valledupar haciendo vueltas para recibir un apoyo económico por el asesinato, el 16 de abril de ese 2003, de su padre a manos de paras dirigidos por Hugo Montero, cuando en plena vía tres civiles que hacían retén lo bajaron del bus donde venía. Junto a él estaba Gabriel Mujuy, defensor delegado para asuntos Étnicos de la Defensoría del pueblo. A pesar de sus reclamos se lo llevaron y no volvieron a saber de él hasta dos días después, el 29 de agosto, cuando apareció en la morgue de Valledupar, con amplias costras de sangre desfigurándole la cara y vestido con ropas camufladas. Lo habían hecho pasar como un miembro de las Autodefensas muerto en combate por el batallón La Popa de Valledupar comandado por el Coronel Hernán Mejía. Ever de Jesús tenía 19 años y nunca había empuñado un arma. Ese año 44 Kankuamos como él fueron asesinados sin que nadie les diera alguna explicación.

Entre el 2002 y el 2004 no hubo un batallón que presentara más resultados que La Popa. El 25 de octubre del 2002 informó que en un combate en la hacienda El Socorro en la vereda Bosconia había matado a 19 guerrilleros del frente 6 de diciembre del ELN. La hazaña tenía unos detalles extraños. Ninguno de los 14 soldados sufrió una sola herida, algo que no le sucedía ni siquiera a los contraguerrillas más aguerridas. Lo otro que despertó sospechas es que el Frente 6 de diciembre no se movía en Bosconia que era un territorio ampliamente dominado por los paras.

Las denuncias de los Kankuamos y de la comunidad, hechas en el 2006, repercutieron en el entonces ministro de Defensa Juan Manuel Santos. En una investigación más afondo encontraron el relato de un subalterno del Coronel Mejía quien lo contó todo. Fue tan grave su relato sobre la colaboración de Mejía con Jorge 40  que este caso fue trasladado inmediatamente a la Fiscalía.

Empezaba a rondar el escándalo a uno de los más destacados oficiales del Ejército de Colombia. Se incorporó a sus filas a los 16 años y siempre fue el primero de su curso. A los 22, ya con el grado de subteniente, cobró fama al rescatar entre los hierros chamuscados y la lluvia de metralla que dejaba la toma del Palacio de Justicia al magistrado Humberto Murcia Ballén. Su ascenso fue imparable y su hoja de vida impecable hasta que estalló el escándalo.

El suboficial llamado Edwin Manuel Guzmán afirmó que Mejía recibía un sueldo de 30 millones mensuales por parte de Jorge 40 y hacía tratos con los jefes paramilitares del Bloque Norte Omega y 39. Además relató que al mes de estar al mando del Batallín La Popa el Coronel conformó un grupo especial con 14 militares que tenía como fin hacer golpes en acciones rápidas. Al grupo se le conoció desde el principio como El zarpazo. Sus correrías solo demoraban cinco horas y siempre traían uno o dos guerrilleros muertos. Según Guzmán a todos les parecía raro estos resultados pues las contraguerrillas más avezadas no tenían resultados tan espectaculares.

Pero ningún golpe tuvo más resonancia como la madrugada en la que presentaron 19 guerrilleros del ELN muertos en plena zona dominada por paramilitares. La versión de varios testigos entre los que se contaban ex paras estremeció al país: el jefe paramilitar alias 39 necesitaba hacer una purga entre sus tropas. Sospechaba de algunos y quería hacer un escarmiento. Mató a 19 de sus paras y luego llamó a Mejía quien envió al Zarpazo para legalizar el asunto. Los que estuvieron ahí afirman que, aunque los muertos tenían el camuflado sucio los brazaletes del ELN estaban nuevos, intactos. El ministro de Defensa procedió.

El 7 de enero del 2007 El Coronel Hernán Mejía Gutiérrez estaba con su familia en club militar Las Mercedes en Melgar cuando recibió una llamada del general Mario Montoya. Le dijo que lo necesitaba con urgencia en Bogotá y que le mandaba inmediatamente un helicóptero. Allí se enteró del infierno que le venía encima: en una rueda de prensa el ministro Santos anunciaría su salida del ejército.  Empezaba el escándalo de los Falsos Positivos.

El 9 de septiembre de 2013 el juzgado sexto de Bogotá lo condenó a 19 años y 6 meses de prisión por su participación y responsabilidad en la conformación de una alianza con los paramilitares que delinquían en la región. Siempre lo negó e incluso escribió un libro que tituló Me niego a arrodillarme donde afirmaba que había sido parte de un complot de Santos a quien llamó traidor.

La pena no se extendió tanto tiempo en el Centro de Reclusión Militar de la Escuela de Artillería en el sur de Bogotá. Este último año estuvo a punto de salir libre por haberse sometido a la JEP pero el proceso pendiente por falsos positivos lo enredaba. En julio el Tribunal de Bogotá le dio el beneficio de Casa por Cárcel y en octubre le había dado la libertad pero una jueza buscó quitarle la Casa por Cárcel y meterlo en La Picota. Pero el 3 de noviembre pasado todo se desatascó y la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá, a cargo del magistrado Jesús Ángel Bobadilla le dio vía libre y con esto el Coronel se convierte en el oficial de mas alto rango  beneficiado por la Justicia Especial para la paz. Las decenas de deudos de indigenas y campesinos de la zona del Cesar asesinados extrajudicialmente esperan que el coronel Mejia cuente toda la verdad. Esa parecería ser su intención al acogerse al Tribunal de Justitcia Especial.

 

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