Una corte política, meliflua, dulcete, hipócrita, diseñada para legislar y satisfacer empalagos hedónicos de minorías acaba de dar una estocada mortal al corazón de miles, de humildes pensionados de salario mínimo de este país, al avalar la objeción que el ejecutivo hizo de la ley que aliviaba la carga en el aporte a la salud de estos; lo que representaba un aumento de unos pesos en su mísera pensión, algo infame, un genocidio, si se quiere, con las personas de la tercera edad. Lo anterior, aceptando la razón interpuesta por el presidente Santos y su insensible aristócrata ministro de hacienda, quien adujo que en caso de aplicarse, supuestamente, generaría un déficit fiscal que le costaría al Estado 3,7 billones de pesos, postura aceptada por esta Hidra de Lerna jurídica.
El Estado colombiano abrió sus arcas, y su tesoro, de manera diabólica, maniquea e irresponsable para sostener la ficta paz con las Farc, aumentar salarios de los congresistas, altos dignatarios y sus escandalosas jubilaciones, y las cierra ahora de manera perversa, infame y cicatera, cuando se generarían gastos que beneficiarían a una de las poblaciones más vulnerables, como en este caso. Dicha conducta es discriminatoria, viola el derecho a la igualdad, y el parágrafo segundo del artículo 13 de la Constitución Nacional: “El Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y adoptará medidas en favor de grupos discriminados o marginados. El Estado protegerá especialmente a aquellas personas que por su condición económica, física o mental, se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se cometan”.
¿Dónde está el bienestar común?, ¿la filosofía del Estado liberal democrático de derecho?, ¿el trato justo e igualitario ante la ley?, ¿acaso son solo principios demagógicos y populistas, que cabalgan como ornamentos suntuarios y pretenciosos en nuestra carta política, hecha añicos y reformada por decisiones del ejecutivo, leyes fast track, y jurisprudencias a conveniencia del primero?
Un Estado tan peligrosamente desigual crea una gran brecha y escisión entre los más adinerados y los menos favorecidos, generando malestar, descontento y desazón entre sus asociados.
¿Por qué los grandes medios pasan la noticia de manera sutil, intrascendente y sin importancia?
Ello debería merecer repudio de la comunidad internacional, que guarda silencio cómplice y permisivo, alabando solo el “acuerdo” de paz, por parte de Estados idílicos, románticos y despistados como los de los países bajos y buena parte de Europa.