En La Picota nadie era más poderoso que Juan Carlos “El Negro” Martínez, el congresista de Timbiquí condenado por sus nexos con los paramilitares en el Valle del Cauca. Era tanto su poder que Jorge Noguera, el ex director del Das en la época de Uribe condenado por las interceptaciones ilegales, se prestaba hasta para hacerle favores. Contaba con privilegios únicos como televisión por cable, computadores portátiles e internet y logró incluso que le ampliaran la celda demoliendo un muro divisorio. Desde la cárcel actuaba políticamente, como si nada, logrando en las elecciones del 2014 seis diputados, diez alcaldes y 156 concejales.
El día de su cumpleaños número 41, Juan Carlos Martínez invitó a una caterva de conocidos y amigos entre los que se contaban un notario, un exfiscal delegado ante la Corte Suprema y desde el Valle del Cauca viajaron un exsecretario jurídico de la gobernación del Valle y dos congresistas. El Whisky no faltaba y la música era la mejor. Allí, en una improvisada tarima, tocó Guayacán y el plato fuerte del día: los hermanos Zuleta comandados por Tomas Alfonso, el más famoso, bullanguero y polémico de ellos. Mientras Martínez había pagado a Guayacán, Eduardo Dávila, el ex dueño del Unión Magdalena, quien pagó condena por narcotráfico y ahora sigue encarcelado por homicidio, financió a los hermanos Zuleta. En la fiesta, según un testigo, Poncho le gritaba desde la improvisada tarima a los presos paramilitares, muchos de la Costa Caribe, “Queridos contertulios”.
La afinidad del músico vallenato con los paramilitares empezó a hacerse pública cuando en el 2004 se divulgó una grabación de un concierto de él y de su hermano Emiliano en Astrea, Cesar, donde se escucha, después de lo que parece una ráfaga de metralleta, Zuleta grita a voz en grito "Nojoda, viva la tierra paramilitar, vivan los paracos".
El paramilitarismo apareció en el Cesar, la tierra en donde Poncho Zuleta se hizo grande, desde mediados de 1996 cuando arribaron a las sabanas del Ariguaní 25 hombres armados al mando de Fidel, Carlos Castaño y Salvatore Mancuso. Llegaron después de que algunos empresarios, políticos y hacendados de la zona, cansados de la presencia guerrillera, buscaran su presencia. Como muchos en Valledupar, Poncho Zuleta compartía círculos sociales con Jorge 40,; eran tan cercanos que le aconsejó no meterse con Marquitos Figueroa, la temible mano derecha del ex gobernador de La Guajira Kiko Gómez, porque con Marquitos la cosa era a otro precio. El comandante Paramilitar quería matar la mamá a Marquitos Figueroa pero Zuleta lo disuadió con una amenaza que puso los pelos de punta al guerrero “Si tu te metes con esa señora el Norte de La Guajira no te va a dejar un solo familiar vivo".
Las radicalizaciones en el departamento del Cesar también enredaron a Zuleta llegando a protagonizar incidentes complicados incluso alrededor de personajes como Mario Cotes Gómez jefe de la banda de los Curicheros de La Guajira que terminó asesinado. Durante años, cada vez que Poncho visitaba La Guajira, llegaba escoltado por el ejército.
Las reacciones de Zuleta podían ser descontroladas como la que se dio en Barranquilla, en el año 1993, cuando le partió la cabeza con la cacha de su pistola a Johnny Caballero, dueño de la caseta donde tocaba, porque uno de los cheques con los que le iba a pagar su show le salió sin fondos. La reacción rabiosa lo llevó a disparar varias veces al aire y una de las balas rompió las congas del grupo hondureño Banda Blanca quien interpretaba en ese lugar la canción de moda: Sopa de Caracol
Nunca ha negado amistades con cuestionados personajes, muchos de ellos judicializados como Jorge Gnecco y Eduardo Dávila a quien no duda en visitar a la cárcel del Bosque en Barranquilla, cada vez que tiene la oportunidad.
En el 2010 estos nexos estuvieron a punto de mandarlo a la cárcel. La Fiscalía Quinta Especializada de Valledupar ordenó su captura por el delito de favorecimiento de grupos paramilitares que se movían en el corregimiento de Astrea, Cesar, el mismo donde años atrás había lanzado su emotivo grito "Nojoda, viva la tierra paramilitar, vivan los paracos". Poncho fue señalado por desmovilizados del Bloque Norte como colaborador. Una de los testimonios que más se escuchó fue el de Omar David Calderon, alias Cocoliso, comandante del frente Mártires del Cesar. Calderón declaró que Zuleta subía al lugar conocido como la Mesa, a 15 minutos de Valledupar, a llevarles plata y rendirles cuentas a los jefes paramilitares de la zona.
Sin embargo no era éste su único dentro de los paramilitares. Su cercanía con David Hernández, alias 39, era asunto público en todo el departamento del Cesar, y lo fue hasta su muerte a manos del ejército en el 2014. La gente de Márquez y Santrich también imponían su control. Hernández como comandante era el segundo al mando del frente Mártires del Valle de Upar, amante como nadie del vallenato, hasta el punto de darle protección a Diomedes Diaz cuando era buscado por la justicia colombiana después del asesinato de Doris Adriana Niño.
Cuando Zuleta avisó que iba a ir a la zona veredal de las Farc en Conejo, Fonseca, en el 2017, sus fans en La Guajira y en el Cesar se extrañaron. Lo más cerca que ha estado de algo parecido a la izquierda fue cuando acompañó a García Márquez a Estocolmo a recibir el premio Nobel en 1982. Por el contrario, no ha dudado en expresar su favoritismo por Álvaro Uribe hasta el punto de escoger el escenario del Festival vallenato del 2016 para, pasado de whiskys, gritar vivas al ex presidente y a su partido, el Centro Democrático.
En ese momento finalmente Zuleta no viajó a Conejo, a homenajear a Lola La Negra, la tía de Joaquin Gómez, a quien Pacho Huertas le compuso una canción y de paso entretener con su canto a los hombres del ex comandante de las Farc, la mayoría raizales de la tierra del vallenato. A última hora canceló su presentación. También le quedó mal a las Farc el 1 de septiembre del 2017 con el nacimiento de su Partido en el concierto en la Plaza de Bolívar cuando encabezaba el cartel con el que las Farc dejarían de ser un grupo armado y abrazarían la política. Poncho Zuleta no quiere a la guerrilla, está claro, y si alguna vez gritó en un concierto en Astrea, Cesar, Viva la tierra paramilitar, sería por algo.