Las amas de casa deberían tener salario

Las amas de casa deberían tener salario

"La reivindicación de la mujer y por supuesto su proyección social siempre ha pasado por conseguir trabajo remunerado fuera del hogar"

Por: LEILA DELGADO ALMANZA
marzo 07, 2017
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Las amas de casa deberían tener salario
Foto: tomada de 24mujer.com

A propósito del día de la mujer, sus condiciones milenarias y derechos femeninos no siempre respetados, en  una edición en español de Le monde Diplomatique del 2015 leía que entre las millonarias cuentas cifradas en el HSBC de Suiza, creadas para escabullir impuestos, 7.300 pertenecían a mujeres de todo el mundo, que aparecían en sus archivas con profesión “amas de casa” la columnista acotaba de que precisamente esa era una forma obvia de deducir que “ese dinero no correspondía a personas humildes y alejadas por lo general de grandes fortunas”. Que eran simples testaferros, que pocas “amas de casas podían amasar tamañas fortunas. La sorna del comentario me hizo pensar en la connotación de la misma:

La desvalorización, menosprecio e invisibilidad que tienen quienes desempeñan labores de limpiar,  lavar, planchar, cocinar, cuidar niños, enfermos y ancianos las 24 horas del día, sin recibir ningún reconocimiento y remuneración por tal trabajo.

Un factor  que incide en esta realidad, en Colombia es la descomposición familiar, ocasionada por la quiebra galopante de las costumbres tradiciones, secuelas del desplazamiento de los campesinos obligados por el conflicto interno, que llegan a los suburbios de las grandes ciudades para consumirse en un ocio obligado, hacinados y degradados. Por otro lado, la bancarrota de  la industria nacional aupada por los Tratados de libre comercio ha echado a la calle a trabajadores fabriles, obligándose a ingresar al cada vez más grade ejército de la mendicidad y la delincuencia. La rápida y turbia acumulación de grande fortunas de las “familias prestantes” producto de la expoliación del erario público, desfalcos, coimas y comisiones, sin ningún recato, que solo viene a saberse cuando el caso es muy grave y la propia familia ha caído en desgracia con los gobiernos de turno. Con el agravante de que un escándalo tapa el otro y las condenas irrisorias no hacen más que burlar al pueblo honesto que reclama penas severas.

Esta crisis retratada inhumanamente deviene en la extensión del desempleo,  el aumento de la prostitución, el incremento de niños desamparados. Todo esto deja atrás  las imágenes idílicas de los libros de textos y crónicas melifluas de la madre rodeadas de hijos cariñosos y de un marido que vela por todos. Cuando las “amas de casa, aguijoneadas por las necesidades se salen del cautiverio doméstico en busca de algunos ingresos; y se presentan a buscar trabajo se estrellan con la más cruda realidad muchas, salvo lavar, planchar y cocinar no han aprendido a hacer otra cosa y  el poco desarrollo industrial existente se ha erigido sobre la base de repeler el trabajo femenino, tocándoles, con suerte los más humillantes oficios, las más mal pagados.

Los portavoces de la ideología neoliberal, por más “universales” que a quieran aparecer, supuestamente rompen con los vetustos  convencionalismos, le siguen rindiendo culto al orden establecido de la familia, tradición y propiedad que quieren conservar sin mayores cambios, porque de muchas maneras le conviene para sus planes expoliadores. Y aunque de dientes para afuera consideren el matrimonio un “contrato  libre, al que concurren en condiciones iguales las partes interesadas, no cesan de ponderar las execrables concepciones de la superioridad del hombre, y lo que es peor sublimar al máximo en sus propagandas mediáticas los insignificantes quehaceres caseros de la mujer como connaturales a su esencia y no a la subordinación económica de ellas. Esta quizá es una de las justificaciones atávicas por las cuales el presidente Santos se negó a firmar   la ley que reconoce como trabajadora a las madres comunitarias

Por todo lo anterior, es una verdad de a puño que la problemática de los oficios domésticos lejos de  resolverse a favor de la mujer, se agudiza. Si tenemos en cuenta que  en la mayoría de los hogares el 98% de estos oficios los hace una mujer al  servicio de los demás miembros  de éste, generando así el 36% del producto interno bruto de casi todos los países latinoamericanos según la CEPAL (2014). El mismo organismo internacional concluye que en América Latina una de cada tres mujeres no tiene ingresos definidos propios porque atiende  las tareas domésticas y cuida a otros;  y a quienes lo tienen por desarrollar estas mismas tareas en los hogares ajenos,  llamadas “trabajadores domésticas” “empleadas o  “muchachas del servicio”, “mucamas” “sirvienta” o el despectivo “manteca”,  en general no reciben  siquiera el salario mínimo, aunque en Colombia está normado desde el 2012 con vacaciones, horario de ocho horas y pago de salud y afiliación a Caja de Compensación familiar. Además desde el año pasado se  les  adicionaron las primas de servicios.

Pese a las leyes citadas las amas de casas de clases medias y altas olímpicamente les incumplen las mínimas prestaciones a las que obliga la ley; con el agravante que en muchos casos su horario de trabajo no tiene límites,  especialmente para aquellas llamadas “de adentro”, muchachas que generalmente llegan de pueblos, no tienen donde pernoctar en la ciudad, y se quedan en la casa donde trabajan  en el llamado “cuarto de servicio” el cual, en algunos casos, se semeja aun calabozo por lo estrecho. Pues bien, validas de estas circunstancias las amas de casas no tienen empacho en solicitarles sus servicios hasta altas horas de la noche y el descanso dominical se lo escamotean hasta tanto junten para poder viajar a su lugar de origen.

Por todo la anterior es de considerar que siendo las tareas domésticas fundamental para la supervivencia de la especie humana en su conjunto, aunque siempre se hallan visto como secundarias, efecto del dominio patriarcal de casi todas las etapas de la humanidad después del  régimen gentilicio primitivo; debería remunerarse proporcional al impacto social que genera.

Pese a que la reivindicación de la mujer y por supuesto su proyección social siempre ha pasado por conseguir trabajo remunerado fuera del hogar; quienes lo consiguen no se escapan de los oficios domésticos. Los estudios de la mencionada Cepal indican  que mujeres entre los 20 y 60 años que cuentan con trabajo remunerado fuera de casa,  cumplen en ella otra jornada a veces de más de ocho horas, la llamada doble jornada laboral gratuita  invisible en labores del hogar, que solo pocas veces comparten los hombres de la misma. Trabajos sin jubilación porque en la edad adulta, las abuelas de esa edad y hasta entrados los 85 mientras se mantienen sanas trabajan en casa al menos otras seis horas diarias, lo que no hacen tampoco los hombres en la misma condición de jubilados. ¿Quién puede nacer, crecer y sobrevivir sin que alguien le alimente,  abrigue,  atienda,  ayude en las tareas escolares,  lleve al médico o las actividades recreativas, por lo menos en sus primeros años? ¡ Nadie!

Pocas sociedades valoran todas estas pequeñas acciones imprescindible para la supervivencia. Muchas de ellas y la colombiana entre ellas no tiene como importante y no paga o por lo menos no reconoce adecuadamente el valor de la amamantada de los niños, la cambiada de pañales, la lavada de  cacas, las sempiternas cargadas en brazos o en la espalda de los bebés, para que se calmen y se duerman y dejen hacer otra cosas para los mas grandes: las tres comidas, aseo del hogar, lavada de ropas, tendido de camas, planchada de ropas, remiendo de ropas, , compras y....etc....? y lo más importante ¿qué sociedad humana ha sobrevivido sin la persona que haga estos menesteres?

¿Será utópico comenzar campañas para que se legisle sobre estas materias? Remuneración a las amas de casas que se desempeñen solo como tales. Repartición equitativa entre la pareja de los oficios domésticos. Así como se ha reglamentado  cuestiones como la patria potestad, la custodia de los hijos, las visitas en caso de separación, el aborto, la unión de parejas homosexuales, la cuestión de los quehaceres caseros debería ser parte del derecho de familia. ¡A la carga, mujeres!¡Los oficios domésticos son obligación de todos!

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