Terrible lo que sucedió en enero pasado en el sureste del Brasil con la ruptura de una presa de colas (o de relaves, como las llaman en otras partes) en una mina de la empresa Vale, a la cual ya le había sucedido lo mismo hace tres años en otra que tiene no muy lejos de esta, en compañía con BHP Billiton, una de las tres mineras más grandes del mundo. Más de ciento cincuenta muertos recogidos y más de doscientas personas desaparecidas, muchas casas, vías y pueblos destruidos. Y lo que sigue: el envenenamiento de las aguas a donde corren esos lodos, lo que dura muchísimos años.
Es que la minería en grande de metales, la llamada por las grandes empresas “minería bien hecha”, se realiza casi siempre extrayendo esos metales que existen diseminados de manera más o menos concentrada en las rocas que conforman el subsuelo. En los lugares de mayor concentración de algunos metales, allí se instala la explotación, lo que implica destapar ese subsuelo o entrarle por debajo a través de túneles para volar y despedazar las rocas con explosivos, y llevarlas en pedazos a un centro de procesamiento donde se trituran y muelen hasta su pulverización. Para separar los metales contenidos en esa roca hecha polvo fino se requieren productos químicos muy tóxicos y grandes volúmenes de agua.
De cada tonelada de roca resultan unos pocos gramos de metales y varias toneladas de lodos venenosos con metales pesados, cianuro, arsénico, aguas ácidas y materias indeseables en todos los sentidos. Son las colas o relaves, cuya disposición es muy problemática. Hay que almacenarlos por tiempo indefinido. Algunas veces lo hacen en forma semiseca, pero casi siempre como lodos en grandes represas que se construyen para el efecto. Pero no es posible lograr la seguridad total de que no se saldrán de su depósito: aguaceros torrenciales, defectos de diseño, de construcción, de materiales, fallas en los suelos, movimientos sísmicos, son algunas de las causas que generan rupturas y derrames catastróficos como el de Brumadinho en días recientes. Y no es el primero, ni el único, ni poco común. Muchas razones, incluido el “tapen, tapen”, hacen aparecer este suceso como cosa rara, pero la verdad es más como algo que presento a continuación, de lo más reciente.
De cada tonelada de roca resultan unos pocos gramos de metales
y varias toneladas de lodos venenosos con metales pesados, cianuro,
arsénico, aguas ácidas y materias indeseables
En el documento de Greenpeace titulado “No todo lo que brilla es oro”, se citan casos de accidentes recientes en minas, relacionados con el cianuro, como: Colorado, EEUU - 1986; Montana, EEUU - 1979; Nevada, EEUU - 1997; Dakota del Sur, EEUU - 1998; Kyrgyzstan - 1998 y Guyana - 1995.
Y otros de casi ayer en el mundo entero, como:
El de Baia Mare, Rumania, año 2000, fue la mayor catástrofe ambiental en Europa desde Chernobil. Los lodos bajaron por el Danubio al Mar Negro, mataron unas diez mil toneladas de peces y destruyeron la vida tradicional en las orillas del río.
El mayor desastre ambiental de la historia de Brasil fue el 5 de noviembre de 2015. La rotura de dos diques de contención de la minera Samarco (de Vale S.A. y BHP Billiton) en Minas Gerais, soltó en el poblado de Bento Rodrigues 62 millones de metros cúbicos de barro tóxico, que fueron a dar al Río Doce, cuya cuenca hidrográfica abarca alrededor de 230 municipios de los estados de Minas Gerais y Espírito Santo, que utilizan sus aguas para abastecer a la población. Se calcula que los desechos apenas comenzarán a ser eliminados del mar en aproximadamente 100 años.
En Canadá, grave desastre en agosto de 2014: se rompió la presa de relaves tóxicos de la mina de cobre y oro de Mount Polley, en British Columbia.
En el Perú, marzo del 2018, ruptura de presa que botó 50.000 metros cúbicos de relaves al río Ancash.
Otros similares se han presentado en Chile, en Argentina, en Australia, en México… en todas partes. Y el más reciente, el comentado al principio de esta columna. Pero lo más grave: todos son producidos no por la naturaleza sino por la acción humana, riesgos o peligros construidos. Y pensar que algunos quieren montar cosas así en nuestro país. ¡Qué horror y que error!