El momento no podía haber sido peor para la primera visita del exembajador William Brownfield a Colombia como subsecretario de Estado para Asuntos de narcóticos en la era Trump. En el último informe de producción de coca que traía el alto funcionario debajo del brazo, Colombia ganaba el primer lugar con un crecimiento cercano al 30%, pero hubo una novedad mayor.
La semana anterior y por primera vez en mucho tiempo un presidente colombiano negaba la solicitud de extradición a un narco solicitado por Estados Unidos, como ocurrió con Hemer González, quien se salvó de la decisión presidencial porque su abogada alegó su pertenencia a las Farc en uno de los Frentes del Pacífico. Brownfield y funcionarios norteamericanos que lo acompañaron quedaron con la preocupación de que se había abierto un boquete para evadir la extradición de narcos a su país. Tuvieron que aceptar eso si, que la legislación colombiana se imponía y que debían acogerse a ésta como ocurrió con la decisión de Corte Constitucional frente a la fumigación indiscriminada con glifosato.