Netflix estrenó hace unos días Lavaperros. La película de Carlos Moreno dividió opiniones. A unos les fascinó, otros se quejaron de que era demasiado violenta y les preocupaba que no tuviera un “mensaje” claro. Algunos uribistas también mostraron su preocupación por la imagen negativa que podía llevar de Colombia al exterior. Como si en el país de los falsos positivos se necesitara de una historia de traquetos para enlodar su presunto buen nombre. La pelea está que arde en redes sociales y me hizo caer en la tentación de azotar a los que se juran ser muy sensibles al cine porque les gustan películas sensibileras, seudopoéticas y con la clara y cursi intención de llevar un mensaje. Así que, cuando salgan a una cita con alguien y les empiece a decir que les gusta mucho el mal llamado “cine-arte” –el cine es arte o es mierda- asegúrense de que no nombren alguna de estas cinco películas
- Amelie: Esta irritante y empalagosa postal de París causó sensación hace dos décadas por su montaje efectista y mostrar la cara de “La verdadera Maga de Cortázar” en la insípida Audrey Tautou. Los años le han mostrado las grietas. Aunque es defendida a rabiar por los bohemios tomadores de Kumis y asiduos a la obra de Paulo Coelho, la película marcó el declive creativo del otrora genial Jean-Pierre Jeunet, el genio detrás de verdaderas obras maestras como La ciudad de los niños perdidos o Delicatesen. Si quiere probar lo cursi que puede llegar a ser la persona con la que estás empezando a salir mírale si se le dilatan las pupilas mientras habla de este insufrible postrecito de fresa.
- El lado oscuro del corazón: En la escena crucial de este bodrio Olivera, el poeta piojoso que no acepta bajo ningún motivo que las mujeres “no sepan volar”, baila con su amor Inolvidable, el bolero de Tito Rodríguez. Se lleva la mano al pecho y se saca el corazón. Los aspirantes a poetas se embelesaron a principios de los años noventa con esta obviedad. De este tipo de clichés está hecha una de las películas que peor han envejecido del cine latinoamericano. Eliseo Subiela, con la plata que hizo con filmes “trama bobos” como este –a la que le hizo secuela- o No te mueras sin decirme a donde vas, creo una de las peores escuelas de cine de Buenos Aires a donde cientos de rolitos pretenciosos han estudiado para convertirse en un maestro como Subiela. Así de malas han sido sus películas.
- La vida es bella: Me perdonan, sé que es un sacrilegio, pero es que no la soporto. Además moralmente es una afrenta. No creo que se puedan hacer chistes con el Holocausto y si lo van a hacer que lo hagan los mismos judíos. Me encanta cuando Woody Allen o Larry David citan con sorna a Wagner. La carrera de Roberto Benigni cayó en picada. Nunca fue el esperado sucesor de Fellini. Igual, como Fellini nadie. Un Oscar la hizo popular en todo el mundo. Cuando se estrenó tenía 15 años y fui con mi papá al cine. Salí de la sala amándolo. “La mamá, la tanqueta” repetía como un niño enajenado. Hace poco la volví a ver. Los años han puesto en su lugar a esta bufonada. Mientras tanto muchos siguen creyendo un clásico. No pierdan el tiempo y si quieren ver algo a prueba de años estremézcanse de nuevo con La lista de Schindler. No ha envejecido un día.
- Soul: Soy fan de Pixar así que no me vengan a decir que no sé de lo que estoy hablando. Los primeros díez minutos de UP son una muestra magistral de cómo se construye un guión y la primera parte de Wall-E es de una belleza digna de Blade Runner. Por eso fue tan frustrante ser inmune a las pretensiones de Soul. No duda que tenga cualidades y belleza pero oírle decir a más de un millenial sonso que es la película “más importante que se ha hecho en el siglo XXI” me dan ganas de pegarles una cachetada con un guante de estiércol. No me importa si las Almas están creadas después de una profunda investigación que comprobaba que así se veían los seres en la Quinta Dimensión, no me importa si en realidad da alguna respuesta sobre la vida después de la muerte. Me parece que es de lo peor que ha hecho la compañía creada por Steve Jobs.
- Bohemian Rhapsody: Si, los veinte últimos minutos son electrizantes. La vi en IMAX y se siente uno en Wembley. Me encanta cuando el cine se convierte en una máquina del tiempo. Estuve en 1985, todos los que la vimos en esa pantalla tan grande como un estadio podemos afirmar que asistimos a un concierto de Queen. Le agradecemos que puso por un momento a los millenials a olvidarse del trap y demás adefesios, pero ¡qué película más mala! Moralista, mal actuada, mal escrita y falsa. La desprecié con el mismo odio que le profesó Keith Richards.