Los colombianos nunca podremos dejar de asombrarnos con ese extraño fenómeno de nuestra naturaleza social que nos pone a vivir, sin treguas, una realidad siempre más sorprendente que la misma fantasía. En buena medida, la genialidad de García Márquez consistió en haber descifrado esa genética y en haberla convertido en método y estilo de su literatura.
Una vez más, ese vicio de volver realidad lo inimaginable y lo perverso ha vuelto a doblegar el mínimo de cordura que debiéramos preservar como sociedad.
Pese a que ya estamos bien entrados en el siglo XXI, a algunos dirigentes políticos les ha dado por hacer gala de los más viscerales ideologismos que desquiciaron a la humanidad durante el violento siglo XX, comenzando por la psicopatía de querer embutirlo todo en engendros ideológicos con el fin de justificar los duelos altaneros, la pugnacidad y el circo romano en que han convertido la política.
Un ejemplo claro de la estupidez y la mala sangre a que hago referencia es haber querido llevar la discusión si el metro de Bogotá debe ser elevado o subterráneo a la arena de las batallas ideológicas. Imagínense el delirio que constituye querer difundir la perla de que los partidarios del metro elevado son de derecha y los afines al metro subterráneo son de izquierda.
Por más que reviso los textos de filosofía e ideas políticas, aún no he podido encontrar cómo justificar que el metro subterráneo es de izquierda y el elevado de derecha. Yo sigo esperando a que sus ideólogos nos lo expliquen, aunque me temo que sus líderes jamás cumplirán con el mínimo ético de intentarlo.
En esa degradación política que constituye convertir los problemas en armas de guerra contra los adversarios y no en desafíos para encontrar soluciones que nos sirvan a todos, está inscrito el debate que revivieron esta semana sobre las 16 curules de esa circunscripción para víctimas que se inventaron en las negociaciones de La Habana.
Se trata, supuestamente, de 16 curules nuevas en la Cámara de Representantes mediante las cuales se les daría una vocería particularmente importante a las víctimas de las regiones que han sido azotadas por las violencias de las últimas décadas.
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Siempre quedará la duda de que esas curules, en realidad, no eran para las víctimas sino para las Farc, pero no tenía ninguna presentación decir que las curules entregadas a las Farc eran 26 y no las diez que ya tienen
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Aunque siempre quedará la duda de que esas curules, en realidad, no eran para las víctimas sino para las Farc, pero que tuvieron que decir que eran para las víctimas porque no tenía ninguna presentación decirle al país que las curules entregadas a las Farc eran 26 y no las diez que ya tienen, ya ni siquiera ese argumento logra morigerar la barbaridad que ellas significan en las actuales circunstancias.
En teoría, el proceso de La Habana traería paz a esas regiones y ahora sería el Estado, el de la Constitución de 1991, el que comenzaría a mandar en ellas, ejerciendo ahora sí su soberanía, garantizando la vida, la libertad y los derechos democráticos a las poblaciones, y sería en medio de esa nueva redención que se adelantarían las elecciones de esas 16 curules. Es decir que se garantizarían las condiciones para que esas curules fueran elegidas guardando las bases democráticas mínimas.
En aras a la discusión, digamos que esa era la intención y que era explicable planteárselo así en aquella época. Pero el tiempo ha pasado y ya no tenemos por qué movernos sobre promesas ni hipótesis sino sobre los hechos. Todos sabemos que esa paz que nos prometían desde La Habana no ha llegado aún a las regiones y que, por el contrario, quienes coparon el poder real en los territorios que dejaron los amigos de Timochenko no fueron las fuerzas del Estado sino los narcotraficantes, las guerrillas que no entraron, el Clan del Golfo, los carteles mexicanos, las disidencias de las Farc, etc.,etc., etc..
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Las poblaciones que supuestamente serían representadas por esas curules especiales, hoy están padeciendo nuevas dictaduras del crimen que están asolándolas peor que antes.
Es absolutamente indiscutible que esas poblaciones que supuestamente serían representadas por esas curules especiales, hoy están padeciendo nuevas dictaduras del crimen que están asolándolas peor que antes. Es indiscutible que la paz, la democracia y la libertad requeridas para que esas curules efectivamente representen a esa poblaciones NO se han dado.
Por favor, comprendamos que en las circunstancias de hoy esas curules no serán llenadas por representantes de las poblaciones victimizadas históricamente sino por los victimarios actuales, por las organizaciones criminales que ejercen el verdadero poder y el verdadero control en esas regiones.
Es que ya ni siquiera la discusión consiste en plantear que se le dieron muchas curules a las Farc, muchas más que las que nos parecían justas. Es que esas curules ni siquiera van a ser para las Farc que hicieron la paz y están sentadas en el Congreso, en el partido y en sus sitios de reinserción. Ahora esas curules serían, inexorablemente, para las disidencias y las mafias que mandan en esos territorios.
Eso no lo podemos aceptar. Eso no lo podemos permitir. Eso es de lo más inmoral que podamos hacer.
En las actuales circunstancias, en lugar de reivindicar a las víctimas, como quieren hacerlo ver sus senadores adalides, lo que están haciendo es revictimizar a esas poblaciones. No les quepa la menor duda de que el día que lleguen las elecciones de esas curules, esas comunidades volverán a estar sometidas a dejarse imponer los candidatos que los capos les ordenen, estarán de nuevo con las trompetillas de los fusiles en las sienes para que salgan a votar por quienes los capos ordenen. No hay opción distinta a que esas comunidades vuelvan a padecer todo lo que se puede padecer en unas elecciones tuteladas por el crimen y la violencia.
Y todo porque a unos senadores en Bogotá se les ocurre que ese es un buen tema para ideologizarlo y para abrirle nuevos fuegos al gobierno y derrotarlo, que es un pulso rentable políticamente para prolongar la polarización entre los del Si y los del No del plebiscito de hace tres años.
Yo entiendo la política y entiendo los pulsos del poder y por el poder. Pero también entiendo que esos juegos deben librarse en medio de la mínima responsabilidad de no poner en riesgo a la gente y a la democracia.
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Mínimamente debemos tener la precaución de no ser idiotas útiles de las mafias regionales
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Mínimamente debemos tener la precaución de no ser idiotas útiles de las mafias regionales, las que asesinan todos los días a los líderes sociales y que deben estar felices porque se sienten a punto de tener una representación directa de 16 representantes en el Congreso de la República.
Yo sí le pediría a un senador tan inteligente y curtido como Roy Barreras que se ponga la mano en el corazón y repiense el tema. Que entienda que por más bronca que le tenga a Duque y por más que le resulte rentable golpearlo, debe pensar que el país está por encima y que requiere de su madurez.
Le pediría a un senador tan inteligente y curtido como Roy Barreras que se ponga la mano en el corazón y repiense el tema