Desde hace siete años Mauricio Moncayo, mejor conocido como Mike, restaura Lambrettas que encuentra en mal estado devolviéndoles la vida y el color que alguna vez tuvieron. Mike nació en Buenaventura pero creció en Nueva York. “Las Lambrettas para mí son un estilo de vida, no una fiebre, es un estilo porque ellas vienen de la cultura Mod de los años 60 en Inglaterra. Después de la guerra la gente no tenía para comprarse una Triumph o una Norton que eran las motos ‘chimbas’ de alto cilindraje de allá, entonces se fueron por las italianas. Es una moto diferente, hecha toda de metal, nada de pasta. Es un estilo muy radical, emblemático, clásico. He tenido Harleys muy lujosas y he salido en ellas. En cambio salgo en una de mis Lambrettas y es sensación. Todo el mundo quiere tomarse la foto sentados en ella, al lado. ¿Cuándo has visto eso con una BMW o una Harley? No las voltean ni a mirar”.
La idea de restaurar Lambrettas le surgió cuando llegó al país sin dinero y a pesar de haber sido Harleysta, no tenía dinero para comprarse una. “Aquí si se nace pobre, se queda pobre de por vida” sentencia Mike a quien las Lambrettas le traen recuerdos de su infancia en su natal Buenaventura cuando cogía la de motico de su papá para hacer diabluras. “Tendríamos diez u once años, él la traía rodada por una bajadita hasta mi casa y ahí yo la prendía. ¡Montábamos tres negros atrás para poder hacer canguros!”. Con esos recuerdos en la cabeza, se compró su primera chatarrita negra que se hacía llamar Lambretta. Trató de que se la repararan en Buenaventura pero resultó inútil y dos meses después de verla tirada, olvidada en un rincón y más oxidada que antes, prefirió echarla en el carro y decidió enseñarles a ser serios para que vean como se restaura una moto”.
Aprendió solo, movido por la pasión del motor y el recuerdo que las Lambrettas le traían. Consultó revistas, Internet, habló con los viejitos de Cali, descubrió los recovecos de la ciudad hasta que descubrió todos los secretos de las motos. Se encontró con Javier, un hombre que lleva cuarenta años como laminador de carros antiguos, y sin saber mucho del tema, arreglaron y restauraron la primera moto de Mike & Bike’s. “Era una Lambretta modelo ’67 negra, era del año en que yo nací y tenía mi color favorito para un vehículo. Fue la sensación y quedó todo el mundo entusiasmado de comprar y restaurar Lambretta. Nadie había visto una moto así, toda cromadita, tornillo por tornillo, cada detalle, cada detallito restaurado. Me empezaron a llegar cantidades de motos para restaurar “.
Y así el pequeño taller se convirtió en un negocio de cobertura nacional. Le llegan motos de Bogotá, Pereira, Manizales, España, han llegado japoneses a comprar. En el taller Mike & Bike’s las motos son solo ensambladas después de haber sido restauradas con todas las partes originales, importadas de Inglaterra, Italia, Estados Unidos, Indonesia. “Llegan chatarras y se entregan como una uvita”.
Una moto de Mike, restaurada en su totalidad, puede costar entre diez y quince millones de pesos, un precio justo para la cantidad de trabajo que se le dedica y por la calidad de sus piezas. En los siete años del taller, ha vendido doce motos y restaurado otras cuantas. En lo que lleva del año ya ha organizado cuatro Lambrettas.
Las ve y se enamora. Las oye y se convence de que tiene que ser suya. Las Lambretta son y seguirán siendo –si siguen existiendo personajes como Mike- uno de los íconos de libertad y moda, no solo para hippies sino para cualquiera que quiera tener entre sus piernas un pedazo de historia restaurada. Una pequeña máquina del tiempo que anda y se ve como si estuviéramos de vuelta en la Inglaterra o Italia de los sesenta.