Debería darle pena, tan grande y tan lambón. Fernando Carrillo (Séptima Papeleta, en los mentideros políticos) tiene lo-que-hay-que-tener para ser un diplomático de mostrar: habilidad política, relaciones sociales, capacidad de gestión, experiencia en lobby e incondicionalidad con el jefe. Ah, y estatura para sobresalir en las fotos de familia. El hombre diez de los tapetes rojos.
Y se acaba de anotar un gol con la visita de Estado de Santos al Reino de España. Amarrada a la presencia de Colombia como invitada de honor a la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, ARCO Madrid, la de Santos y cía., fue parecida a un gran acontecimiento. Por primera vez el país elegido para jalonar el evento, uno de los más importantes de Europa en su género, se salió del libreto: 20 artistas y 8 galerías de arte, en representación del papel protagónico que el arte colombiano (y el fútbol) empieza a jugar en el mundo. (Doris Salcedo y James Rodríguez, llenando espacios con sus aplaudidas puestas en escena).
Se salió del libreto, digo, porque la ocasión fue la disculpa para tomarse culturalmente al saleroso “Madriz” de la zarzuela. (Y de la Zarzuela, doña Leticia exhibió sus mejores trajes). Con exposiciones que se explayaron por los principales centros culturales, animados conversatorios, páginas en periódicos y revistas, minutos en televisión y radio, bus turístico, foro por la paz en plena Plaza de Oriente y bandera gigante en el sitio más hermoso y mágico de la ciudad: la glorieta de Cibeles.
Habría que ser antisantista furibundo, para no reconocer que el desembarco de Colombiaen la península, fue exitoso en todos los frentes. El de la Colombia de exportación, quiero decir. Debe estar brincando en una pata —en una extremidad inferior, perdón— Santos pues, aunque si bien tanto empalago protocolario puede ser que caiga en el olvido, nadie le quitará lo bailado: cuatro días de jijijaja, alfombras rojas, besamanos, realeza y boom. (Fotografías para varios panegíricos, favor esconderlas del embajador).
Un tour de apariencia casi perfecta —para no entrar en detalles tipo velada futbolística en el palco de honor de un empresario con fuertes intereses económicos en estas tierras— a no ser por la verruga gigante que le chantó encima FCF, el embajador. (A su lado, la del mentón de la entrañable Nanny McPhee es un coqueto lunarcillo).
La estirpe de los Santos. De la libertad de la patria a la paz para Colombia. El libro que aquí nadie conoce —al parecer solo está circulando en las altas esferas del poder español: políticos, periodistas funcionarios de gobierno, lagartos ibéricos que también los hay y de larga cola—, está escrito por Jorge Enrique Reyes Parra y prologado por Fernando Carrillo. Y publicado por la fundación Indalecio Liévano, de la cual es director el propio Reyes Parra y la cual, según dicen las malas lenguas en Santander, se ha especializado en fabricar, por encargo, “bestsellers” de esos que aterrizan de barrigas en la picadora. ¿Financiado por quién esta magna biografía, cuyo principal y único objetivo es rociar perfume al ego de “llámenme Juan Manuel”?
Qué vergüenza me da el solo imaginar las caras de quienes lo recibieron el pasado diciembre, envuelto en papel de navidad y con membrete de la Embajada de Colombia. Y qué vergüenza me dio leer la columna del periodista Ramón Pérez Maura en el diario ABC, titulada “Ponga un estadista en su vida”. Hasta ahora, que se sepa, ha sido el único destinatario capaz de romper el silencio hipócrita con el que se reciben tales regalos apropiados para nada.
(Describe Pérez Maura: “…Treinta páginas dedicadas a la estirpe de los Santos y cien páginas consagradas al Santos con el que nos ha regalado esa estirpe… Una investigación tan minuciosa que ha conseguido encontrar fotos del presidente Santos haciendo la Primera Comunión, jugando al golf con 12 o 14 años, y hasta veinteañero recorriendo Europa en un Alfa Romeo... No falta detalle”.)
Y que supervergüenza, los agradecimientos del autor: “Al presidente Juan Manuel Santos por su empeño en transformar Colombia; a su exministro del Interior, Fernando Carrillo Flórez, por su constante apoyo en sacar esta publicación adelante”. Nótese que no le da a Carrillo título de embajador. O sea, María Isabel Rueda, que al parecer fue primero el libro y luego el nombramiento. Y Santos sabía, a que sí.
COPETE DE CREMA: …Los pequeños y ricamente dorados tomos franceses de la última época, con los cien volúmenes de Voltaire entre ellos, produjeron una brillante lluvia de chispas y pequeñas llamas… Una colección de historias alemanas emitió un olor a azufre. Los autores ingleses habituales resultaron ser un combustible excelente, mostrando las propiedades de buenos leños de roble… De Shakespeare salió una llama de esplendor tan maravilloso que los hombres se ocultaban los ojos como si estuvieran ante la gloria del sol del mediodía… Hay que leer El holocausto de la tierra de Nathaniel Hawthorne, entre otras cosas, para retroceder en el tiempo La estirpe de los Santos. Hubiera sobrevivido a la candela. La madera verde no ilumina, señor embajador.