Laguna de Fúquene: entre la agonía y la redención

Laguna de Fúquene: entre la agonía y la redención

Este reservorio natural, que se extiende a través de cinco municipios del altiplano Cundiboyacense, está a punto de desaparecer

Por: Felipe Pineda Ruiz
agosto 29, 2016
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Laguna de Fúquene: entre la agonía y la redención

130 kilómetros al norte de Bogotá, a 2.430 metros de altura, rodeado de un paisaje de meliflua tristeza, de singular belleza, propicio para el ensueño, encuentra el viajero la Laguna de Fúquene. (…) En el centro se levantaba un peñasco yermo, desprovisto de plantas, sitio codiciado por las aves migratorias. El conjunto, un imponente escenario de paz”. Este fragmento, recuperado por el historiador y poeta chiquinquireño Víctor Raúl Rojas Peña, fallecido el año pasado, incluido en su texto la gruta simbólica, es uno de los centenares de piezas literarias que diversos autores han dedicado a este tabernáculo natural.

La laguna de Fúquene es un reservorio natural que se extiende a través de 5 municipios: Ubaté, Susa, Simijaca, Guachetá y San Miguel de Sema. Este milenario complejo lacustre, encallado en el fértil altiplano Cundiboyacense, se funde entre montañas colmadas de verdes y ocres oscilantes. Sus aguas, cada vez menos profundas, abastecen, para riego de cultivos y para consumo humano, a un total de 225.000 habitantes de 12 poblaciones del norte de Cundinamarca y 5 del occidente de Boyacá.

Este lago milenario tiene como afluentes principales a los ríos Sutatausa, Ubaté y Guáchela que se convierten, a su vez, en la génesis de una de las cuencas hidrográficas más importantes del país: la del río Suárez. Los municipios principales, a nivel demográfico, de su área de influencia son Ubaté (38.000) y Chiquinquirá (72.000).

Fúquene y su vertiginoso proceso de extinción

A pesar de la aparente riqueza hídrica de este espejo lacustre, su extinción ha sido exponencial: de ser, a mediados de los años 30, el lago más grande del país, este gran afluente de agua ha visto como la ganadería extensiva e intensiva; la tala de bosques aledaños; la sedimentación de lodos; la urbanización desregulada y la agroindustria le han arrebatado tres cuartas partes de su territorio.

Otro aspecto significativo, que ha puesto en entredicho el futuro del caudal de Fúquene, es el indiscriminado vertimiento de aguas contaminadas industriales y domésticas. De los 17 municipios que circundan la laguna, solo dos, Chiquinquirá y Ubaté, cuentan con plantas de tratamiento de aguas residuales. En las demás poblaciones, los excedentes químicos de las 50 plantas procesadoras de leche de la región han hecho mella en la calidad del agua de la laguna.

Paralelamente, tampoco pasa inadvertido el daño que la minería ha generado en las aguas de este reservorio hídrico. Al respecto diversos estudios previos (JICA 2000, CAR 2003, GTZ y CODESAN 2004) hacen mención de las externalidades que esta actividad ha generado en este ecosistema.

El informe de la Fundación Humedales, publicado en 2004 y titulado Caracterización biofísica, ecológica y sociocultural del complejo de humedales del Valle de Ubaté: Fúquene, Cucunubá y Palacio; Una contribución a la definición de escenarios y objetivos de manejo para la conservación de la biodiversidad” describió este proceso de degradación ambiental en los siguientes términos “El suelo recibe los contaminantes de la minería (por ej. Contaminación por apilamiento y traslado del carbón, lavado de materiales, acidificación por disposición de polvos, etc.). La lluvia disuelve, infiltra y arrastra los residuos que van a las capas superficiales y en algunos casos alcanzan las aguas subterráneas. Así mismo, por escorrentía superficial llegan hasta los cuerpos de agua como las lagunas, quebradas y ríos”.

El otro factor, que ha diezmado drásticamente la profundidad de las aguas de este complejo lagunar, es la presencia de elodeas o buchones que se reproducen y reducen su caudal y profundidad, el cual se ha diezmado en la última década de los 50 metros a un poco más de uno. Esto ha devenido, para los distintos municipios que circundan el embalse, en desabastecimiento del servicio de agua potable debido a que el principal río de la región, el Suárez, nace en la laguna.

Pero fue la construcción del dique perimetral en 1984, transformado en canal posteriormente, el que legalizó el despojo histórico de territorio de Fúquene a manos de terratenientes, ganaderos y empresas mineras, al marcar los nuevos límites de este complejo lacustre. Esta obra, como bien lo ilustra el documento Conpes 3451 de 2006 “intersecó las afluencias naturales de caudal a la laguna de Fúquene para evitar un aumento en sus niveles”.

La laguna: el botín electoral de la clase política local

La connivencia de las autoridades ambientales respectivas (CAR y Corpoboyacá), permeadas burocráticamente por un sector influyente de la clase política boyacense, encabezado por el senador conservador Jorge Hernán Pedraza y el ex senador Juan Córdoba ha logrado su propósito de inmovilizar cualquier intento por frenar el desecamiento de la laguna y el vertimiento de residuos provenientes de los hatos lecheros colindantes quienes, a su vez, se apropian de ingentes cantidades de agua para su actividad comercial y para el riego de decenas de cultivos aledaños.

Esa escasez de agua potable tiene como ejemplo paradigmático al municipio de Chiquinquirá cuya ciudadanía, como en cualquier pueblo remoto de los departamentos de La Guajira o el Magdalena, ha sido secuestrada electoralmente cada cuatro años por la clase dirigente local, la cual hábilmente utiliza la solución del problema como principal caballo de batalla proselitista.

El arsenal de promesas electorales, que los políticos de toda la región utilizan para usufructo personal, van desde la salvación de la laguna hasta la recuperación del caudal hídrico de los ríos Suárez y Ubaté, así como propuestas para construir y ampliar las plantas de tratamiento de aguas residuales locales.

La construcción del embalse San José ¿solución o eufemismo?

La más reciente solución, que data de hace más de una década, impulsada en tiempo presente por la CAR y el mismo gobernador de Boyacá Carlos Amaya, es la construcción del embalse San José, una obra que costaría alrededor de 80.000 millones de pesos y tardaría 3 años en realizarse.

Las cifras iniciales del proyecto no contemplan, en su estructura contable, las posibles externalidades resultantes que afectarán a municipios como Carmen de Carupa, ubicado en la provincia del Valle de Ubaté, Cundinamarca: costos de reubicación de más de mil personas y realización de nuevas obras civiles que reemplacen los colegios, acueductos y nuevas vías que serían inundadas.

Para muchos habitantes de la región, la construcción del embalse de San José se empieza a convertir en el sofisma de distracción de los entes gubernamentales para no llevar a cabo la recuperación de la Laguna de Fúquene. A la par de las promesas habituales de los políticos regionales, las protestas ciudadanas, desatadas por los racionamientos continuos y la falta de agua, empiezan a crear un enrarecido clima de descontento social.

Empresa de Servicios Públicos de Chiquinquirá:
escasez de agua, privatización y mentiras

En ciudades como Chiquinquirá, la omisión de las autoridades para resolver el abastecimiento de líquido vital, premeditada para algunos, circunstancial para otros, comienza a interpretarse como una forma de aumentar el descredito de los pobladores de la “ciudad mariana” hacia la empresa de servicios públicos de Chiquinquirá (Empochiquinquirá), entidad encargada de prestar el servicio de acueducto y alcantarillado en la población.

La sospecha ha empezado a tomar fuerza desde el pasado 3 de agosto, día en que el alcalde Cesar Carrillo, en sesión ante el concejo municipal, planteó la posibilidad de impulsar un cabildo abierto, de cara a la ciudadanía chiquinquireña, para que sea ella quien decida si se debe privatizar o no la empresa local de servicios públicos.

Lo que queda: incertidumbre presente, esperanza futura

Se espera que el seguimiento y las recomendaciones a las autoridades encargadas de recuperar la laguna, consignadas en el reciente “Informe diagnóstico preventivo sobre el estado actual del sistema lagunar de Fúquene, Cucunubá y Palacios” presentado por la Procuraduría General de la Nación (PGN), se traduzca en acciones concretas para salvar a esta milenaria fuente de vida.

Por ahora la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), ha respondido a los requerimientos de la PGN con la propuesta interinstitucional “Fúquene todos de corazón” que incluye la extracción, en dos fases, de 73 millones de metros cúbicos de sedimentos, con una inversión total de 480.000 millones de pesos que serían ejecutados en los próximos tres años. Sin embargo, los aportes para este proyecto siguen siendo un interrogante. La CAR aportaría únicamente 180.000 millones del valor total. Los otros 300.000 millones tendrían que ser aportados por las tres gobernaciones; la Corporación Autónoma de Santander (CAS) y Corpoboyacá y el Fondo Nacional de Adaptación.

La historia de la laguna de Fúquene, durante los últimos 50 años, ha estado marcada por un relicario de incertidumbres y expectativas, por centenares de promesas de políticos del mismo cuño, pero de diferentes partidos, que mantienen los destinos de este cuerpo de agua, custodiado según la leyenda muisca por el dios Fu, en una disyuntiva irresoluta: entre la agonía y la redención.

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