Más allá de las polémicas virales que abren espacio para cualquier análisis, incluso de comentaristas que solo leen los titulares pero que ni siquiera abren la noticia completa para informarse y opinar correctamente, queda algo claro: la indignada dueña del rottweiler tiene algo de razón.
La mala costumbre que se inventaron de que los excrementos de las mascotas se recogían en una "bolsita plástica" está generando mayor contaminación de la que producen por sí las meras heces. Si bien la norma policial indica que debe ser recogido lo que su mascota haga en vía pública, no determina cómo debe hacerlo.
Algunos se inventaron la frase: ¿lleva la bolsita? Ahí empezó a ser ley. En una sociedad que supuestamente está combatiendo el uso del plástico es paradójico que nos jactemos de no usar pitillos pero que continuemos empleando vasos desechables por montones, que sintamos la conciencia limpia cuando pagamos por las bolsas en el supermercado como si así contamináramos menos...
Ahora es bien visto que contaminemos bolsas con estiércol animal, condenando así a que no puedan entrar en proceso de reciclaje y que deban ser enterradas por siglos hasta su descomposición. Y los más animales las dejan en las bases de los árboles para que los del aseo las recojan, con la mayor naturalidad del caso.
En algunas ciudades como Bucaramanga y Pereira hay expendios gratuitos de bolsas, en cambio en otros países ya están en la era de recogerlos en cartón.
¿Qué les cuesta recogerlas en papel, materiales biodegradables o incluso cubrirlas con tierra para acelerar su descomposición y no contaminar el plástico? Resultamos inteligentes para unas cosas, pero vamos con los ojos cerrados con otras. Criticar a Lady Popó les resultó fácil, ir al punto de la neocontaminación del plástico con estiércol, aún después de leer esta nota, les cuesta.