“Ladran Sancho, señal de que cabalgamos” es la frase que recoge el precepto más importante de la comunicación política. Erróneamente atribuida a Don Quijote, esta expresión lo pone claro: si la opinión pública y sus mediadores hacen eco de las hazañas de algún personaje público, su carrera comienza a ir por buen camino. El expresidente Uribe, si ha obedecido a algo, es a este mandato. No en vano cuando estuvo en el poder alcanzó su afamada popularidad del 80% y ahora vuelve a repuntar con su controvertida lista al Senado. Y como se avecina un panorama electoral, que será cuando menos turbulento, quisiera hacer una advertencia a los medios para que, por favor, no ladren más de la cuenta.
La propaganda, como esfuerzo sistemático y consciente de persuasión, se originó en 1627, asociado a las misiones de la Congregación Cardenalicia que buscaban “propagar” su doctrina. Hoy en día no son necesarias las misiones, ya tenemos a los medios. Qué importa la manera como se transmitan las ideas mientras aparezca cualquier cosa al respecto; más es siempre mejor a menos. De ahí que Oscar Wilde nos insista: “Hay solamente una cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti”. No hay tal cosa como la mala propaganda y, después de tantos años, los medios parecen no estar al tanto de ello. Uribe, ciertamente, sí lo está.
En las pasadas elecciones presidenciales hizo polémica una de las estrategias publicitarias del marketinista venezolano JJ Rendón. Se trató de una cuña radial en donde un imitador de Uribe promocionaba la campaña de Santos. Ésta fue criticada y discutida durante un tiempo largo en los medios de comunicación. Al respecto JJ, en entrevista con Jorge Alfredo Vargas, se limitó a afirmar: “ustedes se la comieron toda, se pusieron a hablar de eso dos semanas y me hicieron la publicidad gratis, ¡thank you!”. La semana pasada los medios enloquecieron con la noticia de la candidatura de Uribe al Senado. Muchos, incluso, transmitieron la alocución entera en vivo como si se tratara de un comunicado de la casa de Nariño. Y no faltaron, claro, los que se refirieron a él como “señor presidente”.
¿Qué es lo que tiene Uribe que lo convierte en un tema tan fascinante para los medios? Pues que es fácil. Muchos, aunque no lo digan abiertamente, están felices por su retorno al panorama electoral. Su tono arrabalero, sus pataletas de niño chiquito y sus regaños son, cuando menos, entretenidos. La salida del exmandatario representó para algunos la pérdida de su aura. Se quedaron sin tema. Caricaturistas y opinadores se vieron condenados a escribir sobre el gobierno Santos que produce noticias difíciles, con muchas aristas, ni blancas ni negras, complejas de abordar, y más aun de transmitir.
Pero el tiempo de la aburrición quedó atrás y se avecina la diversión: “Uribe Returns”. Y por ello los medios deben estar conscientes (si es que les interesa estarlo) de discernir entre cuáles asuntos de Uribe se convierten noticia y a cuáles vale la pena hacerles eco. No hay que ladrarle a todo lo que pasa con el caballero y, de paso, hacerle propaganda gratis a un candidato más al Senado. Si somos abstemios, que por lo demás no es lo que hago yo en este momento, debemos superar la tentación de mencionar su nombre, y mantenernos enfocados en nuestro gobierno, que por tedioso que sea (y que lo es mucho), es el que tenemos y al que debemos hacerle seguimiento.
