Nuevamente espectadora fiel del programa, no dejo de emocionarme con las interpretaciones de los pequeños y de entristecerme cuando los jurados, aunque siempre amables y cariñosos, no se “viran” en sus sillas.
Si es difícil afrontar el fracaso para el adulto, lo es mucho más para el menor y es muy complicado que acepte que perdió, que no fue elegido, cuando le dicen que lo hizo muy bien, que tiene mucho talento, y que ya es un ganador pero que hasta ahí llegó. Pues si pero pues no, ambivalencia total!
Me pregunto también cada día si todas las historias de abandono, bullying, soledad, orfandad están siendo muy hábilmente manipuladas por el programa para lograr ese rating originado en el morbo o si todas las tragedias son realmente el espejo de nuestra población infantil, talentosa, sufrida y hambrienta de consideración, reconocimiento y protección.
¡No siempre el fin justifica los medios!