Me ha llamado mucho la atención el ya conocido y trillado programa nocturno de Caracol Televisión, conocido como la Voz Kids, no por jugar con las ilusiones y sueños de los niños, ni por la irresponsabilidad de algunos padres al no concientizar a sus hijos sobre la dura realidad, ni mucho menos por el juego lucrativo que utiliza este programa a costillas de las voces de niños que son vilmente utilizados, creando una esfera al televidente de sentimientos, victimización y divinización del programa, sino más bien por el reflejo, copia o muestra de este dantesco programa con el país, donde no se necesita ver toda la temporada y ni siquiera todo el capítulo para darse cuenta de tan chabacana “coincidencia”.
Tal “coincidencia” se hace muy evidente principalmente con los jurados, que más allá de su notable y loable carrera musical, son la primera persona en evidenciar el buen reflejo de ese país mentiroso, poco sincero y muy eufemista. Este último término entendido, según la Real Academia Española RAE, como aquella manifestación suave que busca camuflar un término real y tácito, para no sonar duro o tan realista. Es precisamente a partir de lo anterior que este programa es esa muestra palpable de un país que le teme a la verdad, un país que no es sincero consigo mismo, un país que es muy susceptible a la crítica, que desea de dientes para afuera que le digan la verdad en la cara, pero cuando alguien se atreve, prefiere que no se la diga, que más bien se le adorne para que no suene tan “duro”, ya que nos acostumbramos a que la sinceridad no sea una cualidad, sino una debilidad de quien se atreve a practicarla, y digo atreve, porque lamentablemente los que comulgan con la sinceridad tienen que recibir cuanta intolerancia, matoneo y amenazas de esa sociedad que ama la falsedad, por encima de la autenticidad.
Muchos se preguntaran, ¿por qué relaciono a este programa y por ende a los jurados con el país eufemista, intolerante y mentiroso que les describí anteriormente? Pues cómo no relacionarlos, cuando por un lado el jurado engaña inmaduramente a algunos niños que no pasan el primer filtro (audiciones) ocultando una realidad y verdad que es que no cantan bien, que debe ser necesaria para no seguir ilusionando con un sueño imposible de lograr, y más si es con el canto, ya que la voz no da para ello. También cuando tras de que engañan a los niños no les hacen saber que errores tuvieron, para así mejorarlos, es decir no hacen una evaluación sanativa para lograr que ellos corrijan sus errores vocales o de técnica. Todo esto sumado con unas exageraciones y falacias dignas de este programa y sus jurados que se pasan de utilizar infantilismos en el lenguaje, que hacen distraer y ver a los niños como estúpidos, seguramente para no herir susceptibilidades, sobre todo no de estos que son más inteligentes y maduros que cualquiera, sino de esos padres y adultos que resultan ser los más intolerantes, susceptibles e intocables con la crítica, la verdad y la realidad.
Nuestra sociedad está reflejada y metida en un programa de una hora, donde se puede ver a la Colombia mentirosa, la que engaña sutilmente, la que disfraza la realidad, la que utiliza las artimañas y la chabacanería para evadir la verdad, esa que es tan necesaria como la tolerancia. Pero desgraciadamente hemos optado por engañarnos a nosotros mismos, a temerle a la crítica, a la autocrítica, a que nos miren y nos juzguen. Pareciera que no tenemos personalidad, que no tenemos autoestima, que preferimos morir engañados, no conocer nuestras debilidades y defectos, a pesar de que estos los podamos corregir. Le tenemos pánico a ser sinceros, a decir lo que pensamos, sentimos y observamos de los demás.
Todo esto cambiará cuando no se siga victimizando, cuando aprendamos que se debe ser fuerte ante la crítica, que debemos salir adelante, que debemos procurar ser más honestos así suene fuerte, debemos enseñarle a los más pequeños la importancia de superar con gallardía las dificultades, críticas y honestidades de los otros, enseñemos tolerancia, resiliencia, superación, motivación, y para nada dejemos que el eufemismo y la mentira se apodere de la realidad, evitemos que muchos sigan muriendo engañados, y sobre todo que sigan dando gasolina a un modelo social de hipocresías que en este país está ya mandado a recoger.