Comentaba la semana pasada que en todo este asunto de la paz exprés la pita se viene enredando de una forma casi que circense.
Ya no es el fondo del asunto lo que se discute (que también), sino ahora la pelea es por saber quién le va a dar su aprobación, quién le dará el visto bueno, qué figura representa al pueblo para que las fotos en Cartagena y Bogotá puedan finalmente ser enmarcadas en delgada moldura de aluminio.
El presidente e imagino que los amigos de las Farc no quieren volver a la pesadilla de tener la pelea ganada, con amplio margen, para al cabo de media hora de conteos se vea que el pueblo colombiano parece ser ajeno al tema, como lo es con cada elección del tipo que sea, como diciendo qué le vamos a creer a quién si llevamos siglos en las mismas y por mucho que se haga o diga, la corruptela y la violencia seguirán ancladas en el país.
Imagino la reunión del presidente con sus asesores viendo a ver qué fórmula mágica se inventan para que el acuerdo de paz sea parte de eso que jocosamente llaman nuestro ordenamiento jurídico.
Después de muchos ires y venires, después de consultar la plena jurídica del mandatario sobre las salidas al problema, alguien que le estaba untando un sirope a una galleta saladita, miró como Harry Potter a todo el salón y habrá dicho, carajos, cómo nos enredamos de pendejamente con la pita, y pensando que el sirope fuera una jugosa mermelada de fresa dijo y pues la tenemos ganada desde antes del comienzo, ¿cómo no se nos habrá ocurrido antes, no ven ustedes que el honorable Congreso es nuestra solución, nuestro aliado?
Y sí. Y para no enredar con otra nueva llave de tuerca el complejo tema, alguien bien estudioso habrá sugerido que para qué tonterías nos metemos a proponer una ley aprobatoria del mamotreto que son como cuatro vueltas y si a alguien se le ocurre pensar que se reforma la constitución la cosa se enreda aun más y ya son ocho vueltas, ¿por qué más bien no les pedimos el favor que nos refrenden la vaina?
Y habrán llamado a un senador de esos con grandes discursos quien les habrá dicho tranquilos muchachos que eso es un hecho, en menos de lo que canta un gallo tenemos esa cosa refrendada y si quieren hasta remendada.
¿Y los del No?, habrá preguntado un becario?
Alguien habrá aclarado que los del No
son como la amante que nunca jamás queda complacida
y además en el Congreso son una inmensa minoría
La mirada inquisidora de todos los presentes nos la imaginamos, y alguien le habrá aclarado que tranquilo, que los del No son como la amante que nunca jamás queda complacida y además que en el Congreso son una inmensa minoría.
Quedó acordado, entonces, que ahora todo se arregla con la “refrendación” del acuerdo y antes de que sonaran las campanas ya estaba la mansa Paloma Valencia dejando bien en claro que el Congreso no representa al pueblo.
¿Qué qué quiso decir? Muy fácil, que si el “pueblo” ya le dijo No al acuerdo de paz, mal hará el legislativo en contravenir el llamado de los electores.
Es la ventaja del derecho y la lógica, que se amoldan a la voluntad de quien quiera.
Y la pita se sigue enredando…
Y hablando de…
Y hablando de enredos, ¿al fin quién fue el vivo que infiltró la campaña contraria para ganar en las pasadas elecciones?
Todos acusan a todos como en guardería infantil cuando parece ser que todos se infiltraron en un juego de detectives principiantes.
