Mucha prensa ha mojado Rappi, el “unicornio” de los emprendimientos digitales en Colombia, los medios se han desbordado en flores pues la idea ha recibido inversiones millonarias de multinacionales extranjeras y ha sabido llegar a otros países de forma exitosa, también se ha escrito acerca de los problemas con sus Rappitenderos, artículos mencionan que el modelo abusa de los migrantes venezolanos y estos han hecho marchas y protestas en las instalaciones de la afamada compañía, gran ejemplo de la “economía naranja”.
Sin embargo pocos conocen bien su modelo de negocio y no se ha mostrado cómo opera este desde la óptica y el bolsillo de los pequeños restaurantes y emprendimientos gastronómicos. Si los grandes restaurantes y los grandes restauranteros han dicho que no pueden con las tarifas de Rappi (regularmente el 25% del valor total de la venta, según entrevistas realizadas por Semana en su especial “La tragedia de los Manteles”), qué será de los pequeños.
El meollo es que Rappi y las App’s de entregas ganan por punta y punta, cobran a quien ordena y cobran al restaurante, a este último una fuerte tarifa que hace que esa venta a través de la aplicación genere pérdidas en vez de ingresos, el discurso es que el sitio gana publicidad y visibilidad por estar en la App.
Pero en época de pandemia y cuando lo que más se replica desde el gobierno y las agremiaciones es apoyar la economía nacional, el producto local y a los pequeños productores ¿es esta una posición correcta para una compañía emblema de la economía naranja?, o ¿se quieren convertir en un ejemplo claro y evidente de que el grande abusa del pequeño en el mundo empresarial? Ahora que todos nos replanteamos como debe funcionar el mundo y la economía, este ejemplo nos puede aclarar el panorama.