La violencia es la última manifestación de comunicación entre los seres, es la que nos degrada y nos rebaja a la peor condición que ni los animales soportan. Mientras estos solo acceden a ella por cuestiones de estricta supervivencia, alimento, territorio o reconocimiento, nosotros la utilizamos para todo lo inimaginable, inclusive por placer o satisfacción y nos pone en condiciones que ninguna otra especie en el planeta ha llegado. La violencia no nace con el hombre. Este la adquiere y la aprende en sus primeros años y casi siempre los mayores son los promotores de la misma, sea por acción o por omisión, logrando que el niño la considere una herramienta válida necesaria y efectiva para el logro de sus objetivos, inclusive para los fines más atroces.
La violencia que vivimos ahora en Quibdó es resultado de años y de crisis al interior de la familia, la educación, la sociedad como un todo, en la cual la pobreza, la falta de oportunidades, los medios de comunicación, la inequidad social, la corrupción y factores externos como el tráfico de estupefacientes, guerrilla y bandas criminales han logrado un modelo de sociedad en la cual los jóvenes, en especial, la consideran una herramienta válida y necesaria de reconocimiento social y de supervivencia llegando a niveles de autodestrucción inconcebibles. Lo normal es que los hijos entierren a sus mayores y no al contrario y cuando esto sucede es el mayor indicador que hemos llegado al punto de no retorno, al punto en la cual la supervivencia y el futuro de la sociedad misma está al borde de la desaparición.
Cada vez que se entierra a un joven, se está enterrando una mirada y una oportunidad de la sociedad hacia el futuro, porque la sociedad vive y crece a través de los jóvenes, no de sus mayores. Ortega y Gasset decía que el alcance de una generación es de alrededor de 30 años y la cultura que se muestra es el reflejo de las vivencias de esos años, lo que significa en otras palabras que el resultado que tenemos ahora como sociedad nace en los finales de siglo pasado cuando el chocó se estaba abriendo al mundo de manera permanente, porque la pobreza que tenemos viene desde los años 50, pero la violencia se disparo fue en este siglo cuando ingresaron al departamento de manera fluida y continua nuevas expresiones culturales, nuevas formas de comunicación, nuevas formas de violencia y de control social que han generado la sociedad que ahora vivimos y sobre todo padecemos.
Como sociedad, como un todo debemos de generar las condiciones necesarias que permitan cambiar el rumbo que llevamos. En este caso no son solo las autoridades las que tienen que hacer lo necesario para que nuestra violencia desaparezca, es toda la sociedad desde la familia, el colegio, el entorno social la que debe realizar los cambios y los pasos necesarios que permitan un norte diferente al que llevamos. Si cada uno de nosotros, sobre todo los mayores, realizara cada día pequeños actos de convivencia y de entendimiento entre sus conciudadanos y diera muestra de alternativas diferentes de cohesión social sobre todo a los jóvenes, estos podrán saber y entender que la violencia no es el único medio para lograr sus fines, que hay alternativas diferentes que les permiten no solo acceder a ellos sino crecer como sociedad ante el país y el mundo. El reto grande es para nosotros los mayores, no para los jóvenes, porque el modelo de sociedad que generemos ahora será la que determine si nuestros hijos tengan o no un futuro posible para ellos.
