Pensar que un proceso de paz, ya sea con las AUC como el firmado por el señor Uribe o con las Farc como el firmado por Santos, era garantía de paz real y terminación de la violencia es solo un sueño, una idea que los mismos políticos nos metieron en la cabeza y que muchos compatriotas simplemente repiten automáticamente.
Este país está gobernado realmente por sujetos internacionales y nacionales, a los cuales poco a nada le sirve el bienestar del pueblo colombiano. Ellos lo único que ven en nuestro territorio son las riquezas en recursos naturales que poseemos, además de la mano de obra que somos los colombianos. Finalmente, esta gente solo desea satisfacer su propia codicia, la cual una persona normal no podría siquiera comprender.
Ahora bien, es claro que los hechos de violencia se han disparado en el último año. Aunque no puedo acusar al señor Uribe de fomentar la misma o avivarla, sí pienso que él es una fuente de empoderamiento de los diferentes focos de criminalidad, porque una cosa son los nombres o denominaciones de estos grupos al margen de la ley y otra cosa, la continuidad de los mismos y las mismas.
A diario vemos muertes de líderes sociales, asesinatos de jóvenes, masacres y desplazamientos, auge de una violencia que pasa en la misma cara de las autoridades, las cuales parecen estar más hoy interesadas en limpiar su imagen que en combatir a esta delincuencia. Esta se nutre desde un país como Venezuela, aumentando sus filas con jóvenes necesitados, los cuales ven en la criminalidad un camino para superar sus problemas que están relacionados con un Estado que se cae a pedazos por un gobierno dictador, el cual se lucra con este conflicto limítrofe y del que también se ven beneficiados otros países, especialmente Estados Unidos, Rusia, China y Turquía.
Con eso en mente, uno puede comprender por qué para el gobierno colombiano es difícil brindar seguridad a todos los colombianos, a cada líder social, desmovilizado y amenazado. Sin embargo, también es claro que el actual gobierno no tiene estudiado un plan para tratar de paliar estas graves olas de violencia. Sus planes dependen de que dirá EE. UU. y por eso acuden a soluciones desesperadas como la utilización de glifosato, un veneno de toda forma de vida, o también a la caridad de la comunidad internacional. Pero eso no es todo, también acuden a la mentira y distracción, llenándonos de cortinas de humo, con la aquiescencia de muchos medios tradicionales de comunicación, que ocultan la verdadera realidad con una transmisión deportiva o unas fiestas regionales o un baile de un famoso, etc.
La grave situación que vive nuestro país es muy delicada. Esta violencia sin control nos llevará al único camino posible, que es el caos y la miseria. Latinoamérica se volverá el nuevo medio oriente en términos de violencia, por eso es hora de que tratemos de dejar los odiosos y repetitivos discursos de tendencias y partidos políticos y analicemos que ese juego solo les sirve a unos pocos, mas no a todas las mayorías. Hay que detener al crimen, inicialmente al proveniente del exterior. Esta debe ser la prioridad de la políticas del Estado. Más allá de exigir una verdadera justicia, debemos reclamar el futuro y bienestar de nuestras generaciones futuras.