La violencia en círculos
Opinión

La violencia en círculos

Es como si la historia se repitiera en círculos como tragedia una y otra vez. Mundo de las atrocidades sin cuento. Realismo atroz por oposición a realismo mágico

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noviembre 28, 2023
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Todo cuanto nos sucede, ya nos había sucedido antes. La violencia rural, la represión política y militar, las amnistías. Es como si la historia se repitiera en círculos como tragedia una y otra vez. El mundo de las atrocidades sin cuento. Realismo atroz por oposición a realismo mágico.

No había mucha magia en los campos colombianos entre 1946 y 1953, período que los estudiosos califican como La Violencia, así con mayúsculas, que es lo que le da su dimensión de atrocidad. Una guerra civil no declarada entre liberales y conservadores, que eran más o menos los mismos, terratenientes, industriales, intelectuales, campesinos, gente del común, en ambos bandos, azuzados por el fascismo político y la religión católica, que veían comunistas y ateos por todas partes. En el fondo una lucha por el control del poder y de la burocracia en un país donde el Estado era principal empleador, lo cual explica que el conflicto se haya terminado en apariencia gracias a un acuerdo de reparto por mitades de los empleos públicos. Pero quedaron las brasas que produjeron sucesivos incendios. Aquella lucha política partidista se transformó luego en un conflicto social por el control de la tierra y los mercados ilegales, que aún perdura.

Hoy casi nadie recuerda que en 1953 el General Gustavo Rojas Pinilla da un golpe de Estado, piadosamente calificado de golpe de opinión, que derroca al sangriento gobierno conservador de Laureano Gómez, e inicia un proceso muy exitoso de amnistía a los grupos armados, especialmente en los llanos orientales. Caído en desgracia en 1957, cuando quiere reelegirse, es reemplazado por una Junta Militar de Gobierno, de transición a la democracia, uno de cuyos primeros actos es convocar una “comisión investigadora de las causas actuales de la violencia”, para que recorriera el país con derecho a indagar en todos los archivos y entrevistar a todo el mundo. Se hacen 20.000 entrevistas y se recopila un enorme material. El propio nombre de la comisión de investigar “causas actuales” esconde quizás la intención no ahondar demasiado en un asunto que todo el mundo prefería olvidar, pues los protagonistas de la violencia eran los nuevos protagonistas de la paz. Esa comisión, La Investigadora, como se llamó, nunca presentó un informe.

El secretario de esa comisión era un cura admirable, el padre Germán Guzmán Campos, párroco de El Líbano, Tolima, con un gran compromiso con las comunidades más necesitadas, que fue la razón de su nombramiento. El padre que luego colgaría sus hábitos y se convertiría en sociólogo (fue biógrafo del padre Camilo Torres Restrepo) recopiló un archivo de miles de documentos que le sirvieron de base para escribir un libro ya clásico, La violencia en Colombia, junto con Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, aunque suya es la mayor parte del libro. Gracias a ese libro las generaciones siguientes pudieron saber la magnitud de lo ocurrido. Fue algo así como el equivalente del informe de la Comisión de la Verdad en nuestros días.

En el libro solo estaba parte de su archivo. El resto fue a dar México adonde fue a vivir el padre Guzmán, casado con una dispensa especial del papa que lo había nombrado monseñor por su trabajo en la Comisión. Allí terminó sus días, exiliado, como profesor universitario, y allí dormía su archivo el sueño de los justos. Los profesores de la Universidad del Valle Luis Carlos Castillo Gómez y Alberto Valencia Gutiérrez, sociólogos, y el arquitecto Francisco Ramírez, rastrearon y recuperaron ese archivo, que se está digitalizando para consulta de los investigadores y sobre el cual ya se han publicado cuatro volúmenes.


Fotografías de grupos guerrilleros, campesinos sin uniforme y sin tierra, armados con viejos fusiles, y las tremendas fotografías sin pie de foto de los muchos seres sin nombre masacrados de la forma más atroz


Parte del archivo no publicado son las fotografías de los grupos guerrilleros, campesinos sin uniforme y sin tierra, harapientos, armados con viejos fusiles, niños entre ellos, y las tremendas fotografías sin pie de foto de los muchos seres sin nombre masacrados de la forma más atroz, con los métodos más salvajes y la mayor sevicia. La Universidad del Valle ha montado una exposición de esas fotografías que se exhibe actualmente en la biblioteca Mario Carvajal de la Ciudad Universitaria en Cali, titulada “Realismo Atroz, álbum familiar de la violencia en Colombia” donde hay imágenes que valen por mil palabras. Fotógrafos anónimos que construyeron este álbum familiar. La historia de una familia que se destroza a machetazos. Para no olvidar, ni repetir.

Esas imágenes de miedo se rescatan para que la gente que las vea no olvide y ponga su grano de arena para que aquello no se repita jamás. Pero cada generación vuelve y juega: la guerrilla como ejército regular armada hasta los dientes, el paramilitarismo, los señores de la guerra del narcotráfico. Todos contra todos. En ese mismo antiguo juego, en ese eterno círculo que gira sin parar de matarnos entre nosotros, estamos aún.

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