La violación de Liliana Manghatan
Opinión

La violación de Liliana Manghatan

Mientras corría en pantalla la película brasileña `Aquarius`, una verdadera gema, evocaba la misma historia de barrios que se arrasan en Cartagena, y la de esa mujer, Liliana Manghatan

Por:
marzo 08, 2017
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A finales de los años ochenta, el poeta cartagenero Pedro Blas Julio Romero llamó a la isla de Manga, Liliana Manghatan: “Vandálicos y desnudos bajo la nubada/ asaltábamos tu patio de fruta mango por tu isla, Liliana Manghatan, durante la lluvia/ Regresábamos al fortín llenos del mango dulce y lluvioso de fragancias…”

“Nos separaba el agua de bahía, Liliana Manghatan/ habitadores del murallado barrio en el otro lado/ cuando mi deseo viene de tan lejos/ para acuclillarme dentro de él y suplicarte un desesperante caudal que ocultas/”

Cumple así el poeta Julio Romero con un manojo de versos que presagian. Anuncios que en los noventa, fueron moldeando esa profecía que se revela hoy en una seguidilla de edificios. Blancos cajones verticales, con espejos azulados y balcones estucados.

Todo eso evocaba, mientras corría en pantalla la película brasileña Aquarius, una verdadera gema,  que hizo parte de la programación del Festival de Cine de Cartagena.

 

 - La violación de Liliana Manghatan

 

Aquarius es protagonizado por la actriz brasileña Sonia Braga, en su papel de Clara. Una periodista jubilada cuyos principios están sustentados en la permanencia; en las amistades eternas; en los recuerdos que cuentan dolores; en los memorables discos de los ochenta; un long play de los Beatles o de Roberto Carlos; un casete desgastado con el éxito Otro que muerde el polvo de Queen; el paseo por la playa, justo al frente de su edificio, y la conversación sin afanes con un desconocido, que pasea por el malecón.  

Aquarius, escrita y dirigida por Kleber Mendonça Filho, entrega un argumento limpio, narrado con los sencillos detalles de la cotidianidad y un claro mensaje de resistencias. Clara ha superado un cáncer de mama; enfrentado la soledad, ante la temprana partida de su marido; escrito libros con la honestidad de una periodista digna y luchado por la educación de sus tres hijos, debe ahora enfrentar a una seductora firma de ingenieros que pretende demoler el viejo edificio donde Clara habita y construir uno más sofisticado, seguro, con cámaras de seguridad, paredes de vidrio y balcones decorados con enredaderas de plástico. Un  “gran proyecto”, se dirá.

Clara es la única que ha decidido no vender. Sus argumentos son simples. Allí crecieron sus hijos; vive la memoria de su barrio, las nostalgias del pasado, y la tranquilidad de ese presente que ni se acelera ni se provoca.

Es la misma historia de barrios que se arrasan, es la Cartagena del siglo XX.  Es la historia de  Chambacú, La Boquilla, Lemaitre, El Papayal, Torices, Marbella y por supuesto la de esa mujer,  Liliana Manghatan.

Mencionaré un solo ejemplo. La casa de la pintora Cecilia Porras, esencia de la plástica del Caribe. Ilustró la primera edición de La hojarasca, y los cuentos de Cepeda Samudio, compilados bajo el título Todos estábamos a la espera. Ella pudo haber sido la Clara de Aquarius. Su casa fue arrasada por el comején y el salitre, luego demolida, y hoy, un lote de engorde hecho parqueadero, Frente la Universidad Tecnológica, en espera de un “gran proyecto”, se dice hoy.

“Han perforado tus entrañas mi niña bella, y te han penetrado mil veces con falos de concreto, y pensar que pude haber sido yo, este mulato de más allá del puente, Lilian”, me dijo el poeta Julio Romero, como agregando unos versos a su poema de los años ochenta.

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