La vigencia del pensamiento de Francisco Mosquera

La vigencia del pensamiento de Francisco Mosquera

'El primero de agosto de 2015 se cumplieron 21 años del fallecimiento de Francisco Mosquera Sánchez, fundador del Partido del Trabajo de Colombia'

Por: Fernando Dorado
agosto 13, 2015
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La vigencia del pensamiento de Francisco Mosquera
Foto: tomada de renovacionmagisterial.otg

El pasado primero de agosto se cumplieron 21 años del fallecimiento de Francisco Mosquera Sánchez, fundador del MOIR y del Partido del Trabajo de Colombia, destacado dirigente del proletariado y el pueblo colombiano, quien dedicó su vida a la construcción de un partido político que contribuyera a la transformación democrática de nuestro país, lograr la soberanía nacional y avanzar –de acuerdo a nuestras particularidades– hacia una sociedad socialista, justa, equitativa y liberadora de la creatividad humana y popular.

Hoy que Colombia se acerca a la solución política negociada del conflicto armado y que se empiezan a generar condiciones para que los sectores populares y la sociedad en general puedan –después de más de 60 años de violencia– participar plenamente en la vida política de nuestra Nación, se hace necesario identificar los principales aportes teóricos y las enseñanzas prácticas que nos dejó este extraordinario dirigente, para así mismo, con esa contribución, abordar con mayor claridad y capacidad los retos que tenemos hacia el futuro.

En primer lugar podemos decir que “Pacho” Mosquera fue uno de los pocos revolucionarios marxistas –que en su época– se enfrentó a la oleada de falso radicalismo que invadió las mentes de casi la absoluta mayoría de dirigentes y organizaciones que enfrentaban al imperialismo estadounidense, a las oligarquías entreguistas y pretendían conquistar la independencia política y la soberanía nacional.

Ese falso radicalismo que rayó con el “infantilismo de izquierda” convirtió a la revolución cubana en una fórmula mecánica para ser aplicada en los países de América Latina y del Tercer Mundo, y sobre todo, elaboró la tesis de que la principal forma de lucha era la armada, desechando como “mamertismo” u oportunismo, la utilización de las elecciones u otras formas de lucha legal. A su lado apareció la “teoría del foco insurreccional” y el cortoplacismo –el ver a la revolución a la vuelta de la esquina– hizo carrera entre la mayoría de las organizaciones y militantes revolucionarios de la época (años 60s del siglo XX).

Frente a esa avalancha de abstencionismo paralizante, que aislaba a los revolucionarios del conjunto de la población, se alzó la voz –casi solitaria– de Pacho Mosquera. Así, en medio de una permanente y persistente lucha ideológica y política, fue construyendo una fuerza organizada que se apoyó, principalmente en sectores obreros y en una parte del estudiantado revolucionario, y estableció las bases de un verdadero partido proletario.

Pero Mosquera no se limitó sólo a combatir esas tendencias aventureras que llamaban a la insurrección sin tener en cuenta la situación real, la correlación de fuerzas y las condiciones particulares del desarrollo histórico de nuestro país. A la par, usando métodos revolucionarios, enfrentó las prácticas políticas que al impulsar la participación electoral sacrificaban la independencia política de los trabajadores colocándose a la cola de la burguesía.  Mosquera demostró cómo esas prácticas eran herencias mal asimiladas de los denominados “frentes populares” que se constituyeron a nivel mundial en los años 30s y 40s del siglo XX para derrotar el fascismo.

Esa gran contribución y enseñanza histórica de ese pensador, práctico y organizador revolucionario que era Pacho Mosquera sigue siendo vigente en la actualidad. Por un lado, la vida demostró que el camino insurreccional –así existieran motivos para alzarse en armas– no era el adecuado para la nación colombiana. La práctica concreta demostró que tanto la oligarquía como el imperialismo estadounidense tenían las condiciones no sólo para neutralizar a las fuerzas insurrectas sino que estaban en capacidad de convertir ese conflicto armado en herramienta o instrumento para derrotar cualquier proceso de cambio que se desarrollara en Colombia.

Fue así como en medio de esa guerra protagonizada por guerrilleros y soldados en su gran mayoría de origen campesino, los grandes terratenientes y empresarios nacionales y extranjeros se apropiaron de inmensos territorios e invaluables recursos naturales. Han usado la llamada lucha contra-insurgente para despojar a campesinos e indígenas de sus tierras. Degradaron calculadamente a niveles inimaginables la lucha armada para utilizar la consigna de la “lucha anti-terrorista” para poner en marcha un brutal y criminal aparato paramilitar que usaron para exterminar toda expresión de lucha y resistencia social. De esa manera  asesinaron miles de dirigentes sindicales y populares con el argumento de que eran agentes o colaboradores de la subversión armada.

Esa fue la estrategia, diseñada y financiada por el imperio estadounidense, para convertir a todo un país en su principal lacayo en América Latina. Instrumentalizaron el conflicto armado a su favor para impedir que un movimiento civilista enfrentara y derrotara  las políticas neoliberales y anti-populares como ha sucedido en otros países latinoamericanos. Esas políticas fueron impuestas a la sombra de la lucha contra la guerrilla desde finales de la década de los años 80s del siglo XX.

Y claro, Francisco Mosquera vislumbró esa situación y anunció, casi que proféticamente, que los EE.UU., vendrían por todo, como está sucediendo. “Vienen por la tela, el telar y la que teje” escribió en el número 34 de la Tribuna Roja en 1979. Y más adelante, evaluando la caída de la Unión Soviética y del Bloque Socialista de  Europa Oriental, formuló su mayor aporte teórico a la revolución colombiana, planteando que el blanco de la lucha se había reducido a las cúpulas plutocráticas de la burguesía financiera y que era necesario organizar el más amplio “frente único patriótico de salvación nacional”.

Ese aporte y enseñanza está vigente. Ahora, de cara a la terminación del conflicto armado debemos tener en cuenta esas lecciones políticas que nos dejó el camarada Mosquera. Debemos impulsar la más amplia unidad de todos los sectores sociales y políticos que aspiran a re-construir nuestro país en paz, a conquistar la soberanía política para avanzar en la construcción de autonomía económica, y que entienden que la principal e inmediata tarea es construir democracia a todos los niveles, depurar la democracia representativa y avanzar hacia nuevas formas de democracia directa, deliberativa, participativa y ciudadana.

Son numerosas e importantes las enseñanzas de Francisco Mosquera en el terreno de la economía política, la historia, su visión internacionalista, la táctica y la estrategia. Se debe resaltar su convicción leninista de que “sin teoría revolucionaria no existe movimiento revolucionario” y su compromiso con la juventud sobre la base del planteamiento de que “no se puede transformar el mundo sin el concurso de los jóvenes”.

Debemos recuperar y repensar esas magníficas enseñanzas de Mosquera para, asimilando aportes y contribuciones de otros pensadores, políticos y revolucionarios colombianos como Jorge Eliécer Gaitán, Antonio García Nossa, Camilo Torres, Estanislao Zuleta, Orlando Fals Borda y otros muchos, potenciar y perfeccionar nuestra práctica política para responder con eficacia a los innumerables y complejos problemas que tenemos por delante, hoy que el capitalismo vive una profunda crisis que incluso pone en entredicho la sobrevivencia de la humanidad ante el peligro de guerras nucleares o una hecatombe ambiental.

A realizar ese esfuerzo y tarea teórico-práctica llamamos a la intelectualidad, a los académicos veteranos y jóvenes, y a los luchadores revolucionarios que por un motivo u otro se han quedado en el camino por cansancio o escepticismo. Sabemos que Francisco Mosquera, desde donde esté, nos acompañará e iluminará con su espíritu y lucidez proletaria y revolucionaria. ¡Eso esperamos!

Cali, 10 de agosto de 2015

E-mail: [email protected] / Twitter: @ferdorado

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