Nada fue fácil para Dilan. Nada. A los 15 años fue llevado a la Fundación Hogares Claret por problemas de comportamiento. Los castigos eran severos y, aunque la moral decaía por momentos, él siempre estaba con una sonrisa en la cara, casi que eufórico. La vida, así fuera triste, también era una fiesta. En la Fundación duró casi dos años. Cuando regresó a su casa en el barrio Restrepo las cosas no mejoraban. A su papá lo habían matado cuando él tenía 12 años y su mamá estaba presa en Cali por un delito menor y le dieron 3 años de cárcel. Lo de él era terminar rápido el colegio, sacar buen ICFES y aspirar a que alguna universidad le diera cupo y buscar un préstamo que le permitiera estudiar.
En Ricaurte vivía en un pequeño apartamento junto a su hermana Denis y sus abuelos. Las protestas lo agarraron justo en el momento en el que pensaba solicitar un préstamo en el Icetex. Un disparo de un miembro del Esmad truncó todas sus aspiraciones. En la agonía, que duró un poco más de 48 horas, su hermana se hizo su voz y todo el país la conoció. Incluso fue quien recibió su grado de bachiller que le otorgó el Colegio Ricaurte y hasta uribistas pura sangre como Fernando Londoño hablaron muy bien de su mensaje sosegado. Ella encabezará el entierro que se convertirá en una nueva movilización social, tal vez la más emocionante durante estas protestas. Su mamá también recibirá un permiso especial y llegará a tiempo a Bogotá para despedir a su hijo como lo que fue: un héroe.