CARA
¿Qué ves vos en esta foto?
Ves allí a un chico recién llegado a la terminal de transporte. Ha venido con sus cosas en un costal y una caja, ahí le cabe la semilla y la esperanza. La sed anda escondiéndose en un botella medio vacía y la mirada anda buscando respuestas a preguntas que no se atreve hacer en voz alta. Ves en ese rostro desorientado el resumen de un pueblo campesino que ha sido sacado a la fuerza de su tierra y sus sueños. Ves todo lo que no miras cuando alguien así está a tu lado. Puedes ver más, incluso, no te atreves claro porque presientes que la sombra suya ha dejado atrás alguna desgracia. Pero algo es seguro: en esa humildad de hombre dispuesto a empezar de nuevo no ves derrota.
Porque si de algo está hecho Rigoberto Urán es de un material capaz de superar la adversidad. Por eso inspira, porque nunca se entrega.
El medallista olímpico colombiano, el hombre que sabe que nació para campeón, el que pasó de gregario a capo, el que visita podios con la confianza de quien sabe que esas alturas y honores le esperan y acompañan es el mismo que hoy es huérfano por culpa del crimen paramilitar. Y sin embargo ante esa tristeza no se rindió. Es el mismo que con su esfuerzo procuró un mejor destino para su madre y su hermana. Ese hombre es el mismo que logra tiempos sobrehumanos sobre su bicicleta dejando atrás la sombra de los días en que estuvo inmóvil con fracturas en ambos brazos y cuello ortopédico. Urán crece ante la dificultad.
Rigoberto devora kilómetros con la mirada y cuando cierra los ojos vuelve a uno de los paisajes más hermosos de Antioquia: Urrao.
Ahí, sentado con un costal y una caja, lejos de casa, también está mirando hacia ese pueblo. Y ve una grieta.
¿Qué ves vos en esa foto?
SELLO
¿Qué ves vos en esta foto?
Un hombre mira cómo se abre la tierra bajo sus pies. Tantos más caminan como sobrevivientes del último temblor. Es la Sala de Turbinas del Tate Modern de Londres. Es una exposición artística pero también es una fotografía del momento de un país, si quieres verlo así. Cuando gana la abstención perdemos todos, incluso los que no votan porque terminan decidiendo por ellos —y sobre ellos— todos aquellos con los que nunca están de acuerdo.
Y este país insiste en ser grieta como aquella obra de Doris Salcedo. Las conversaciones que se escuchan en la calle son epidérmicas, habla más la sensación que la reflexión. Veo cómo reducen el escenario que debería ser de las propuestas a una contienda donde quien grita más alto asume que convencerá más fácil por el volumen de su voz y no por lo que dice. Y si repites mil veces una mentira alguien creerá que es verdad. Y sucede. Hay gente con influencia y poder a la que le conviene más que las Farc sigan existiendo para justificar su propia forma de existencia que reconocer la necesidad de un punto final. Mucho de lo que hacen gentes así no es viable sin un enemigo. Yo pienso que la vida que se va y el presupuesto que se pierde en mantener una guerra puede tener un mejor destino. Los problemas del país caen por esa grieta y la posibilidad de levantar un puente que una ambas orillas empieza por vencer el hastío y la indiferencia. No es momento para hacer más profunda esa herida, es tiempo de decidir con todo el valor que un voto, el tuyo, te puede dar.
Hay domingos —como el que está por venir— que no son tiempo de quedarse por anticipado derrotado en una cama. Como aquel joven campesino que un día decidió que la guerra no le iba a ganar la batalla.
¿Qué ves vos en esa foto?
@lluevelove
