A propósito de la muerte reciente del famoso entrevistador estadounidense Larry King, de la Dra. Marcela Monroy (exdecana de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario), del señor ministro de la Defensa Nacional Carlos Holmes Trujillo, del presidente de la Confederación General del Trabajo (CGT) Julio Roberto Gómez, de más de 50.000 ciudadanos colombianos de a pie y de más de dos millones de personas en el mundo a causa del coronavirus, es válido sentir indignación por la tozudez de muchos colombianos insensatos que niegan la existencia de la pandemia y el peligro que para la salud y la vida representa; son nuestros terraplanistas.
Contra toda evidencia, muchas personas argumentan que la COVID-19 es un “cuento chino”, una plandemia diseñada por fuerzas poderosas de la élite mundial con el único fin de atemorizar a la población, encerrar a la gente en sus casas para que consuma virtualmente, es una estrategia para acabar con lo poco que queda democracia. Niegan —al mejor estilo de Bolsonaro y de Trump— la letalidad del virus. Para ellos es una simple gripe estacional que con agua de moringa y sana que sana culito de rana, sanará hoy o sanará mañana. ¿Y los muertos? Son falsos positivos sanitarios, argumentan.
Algo falla en la formación moral y en la conciencia ciudadana cuando muchos no orientan sus acciones por el principio del bien común o de interés general. Miles de ciudadanos desatienden las consabidas recomendaciones de las autoridades para mitigar el riesgo de contagio deambulando por las calles como volador sin palo, sin usar tapabocas y acudiendo sin miramiento alguno a cuanta fiesta los inviten sin respetar las normas que ordenan el distanciamiento social y las demás medidas de bioseguridad. A pesar de ser una cantinela repetida todos los días por el primer presentador de la república, para muchos las tales recomendaciones por uno oído entran y por el otro salen.
La guadaña mortífera que trae consigo el coronavirus nos debería ayudar a entender que por encima de la fama, el conocimiento, el poder y los honores, el hombre es frágil. Pascal lo dijo claramente en sus pensamientos: "El hombre es solamente una caña, la cosa más frágil de la naturaleza (...) No hace falta que el universo entero se arme para aplastarlo: un soplo de viento o una gota de agua bastan para destruirlo".
La vida es frágil, está entre nosotros un virus que mata, y muchos en nuestro país no se dan por enterados.