Recuerdo, hace de pronto más de una década, como todo España salió a la calle, inundó los parques, se agolpó en avenidas y pasajes por la muerte de una persona. Luces temblorosas sembradas en millones de velas no solamente rendían un homenaje al milagro de la vida, sino que ayudaban a encontrar el camino perdido previniendo (con mucho de sabiduría), el ahogamiento en las profundidades de la anestesia y el desapego irrespetuoso por la vida.
Para ese entonces ya en Colombia eran miles los muertos y desaparecidos que la violencia dejaba esparcidos a lo largo, ancho y profundo del territorio. Y lo que con las diez primeras muertes causó estupor y miedo, verdadero repudio (no con el que intentan sorprender los medios de comunicación amarillista), horror, terminó siendo un espacio más en la parrilla de programación de canales privados al servicio de sus gobiernos.
En la historia más reciente llegaron los asesinatos a los líderes sociales. Ya para este entonces ni desde el primer asesinado la sorpresa ni el espanto se asomó. Era un nuevo título en la rutinaria y peligrosa parrilla de programación de Colombia.
La cadena periodística alemana DW, el 17 de mayo de este año, basada en un informe de Indepaz da cuenta de "100 líderes asesinados en el 2020". Con pandemia o sin pandemia no ha sido un tema relevante para la sociedad colombiana, independiente de que sean de izquierda, centro o derecha.
En este orden de ideas debe concluirse de manera rápida, porque también debe haber variables para tener en cuenta que en pocas líneas es imposible, que si la misma vida, la vida propia y la de la familia no representa un valor superior al que se cree ahorrarse en un televisor de no sé cuántas pulgadas: $541 226 (19% del valor de venta más alto por unidad), mucho menos se puede pretender que el derecho a la vida de otras personas pese y se multiplique, como se multiplicará el virus a partir de ayer (19.06.2020).
Ante esta realidad aparecen entonces los defensores y exponentes de la reactivación económica, argumento al que también me acerco cuando el que tenga que reactivar y exponerse al contagio no sea únicamente el jodido pobre, mientras los grandes empresarios frente a sus informes de ventas diaria comparten sus whiskies con sus pares en algún penthouse.
Es decir, la reactivación económica la impulsan los miles de trabajadores de salarios mínimos para un mínimo número de grandes empresarios del país.
A esto se une el doble discurso del Gobierno, que por supuesto tiene que ver todo con los grandes empresarios: durante 68 días clausuró cualquier actividad social y comercial advirtiéndole a los colombianos el riesgo del contagio y la necesidad del autocuidado inteligente prohibiendo incluso reuniones con más de cinco personas.
Pero a la vuelta de la esquina, un día después de que se presentara el número más alto de contagiados por COVID-19 (3171 casos), y 85 muertes, para el Gobierno nacional 34 aglomeraciones que reunían a más de ochenta mil (80 000) personas fue mirada de soslayo, casi que con indiferencia.
O sea, cuando es la reunión de cinco amigos para burlarse de la ironía de la vida o para emprender un negocio, es altamente peligroso para la comunidad por el contagio exponencial del virus. Pero cuando es para «reactivar la economía», 35 aglomeraciones con más de ochenta mil personas (80.000) es algo insignificante que no genera ninguna alarma ni riesgo de contagio exponencial. Bueno, podemos llamar a esto psicología inversa para tontos.
Queda claro al final del día que la vida humana en Colombia no tiene ningún valor agregado. Que la falta de educación nos ha situado en un pedestal no envidiable de inconsciencia y mala interpretación de los valores, cuando sobreponemos al milagro de la vida el afán por un chimbo electrodoméstico que lo disfrutarán otros en caso de terminar contagiados y muertos por tan pobre causa comercial.
Quedan dos días más sin IVA, en los que si los cacaos de la salud y presidencia no reaccionan modificando sistemas de compras tendremos otras tantas aglomeraciones, con otros tantos miles de personas, menos importante que reunirse en el antejardín de la casa con el vecino.
¡Payasos!