Estaban en plena algarabia de una gran fiesta decembrina en Turbo cuando Blanca María Benjumea fue descubierta. La tarea la hicieron dos soldados encubiertos pertenecientes a la Operación Agamenón quienes identificaron a , la Flaca. Se trataba la esposa de Otoniel quien celebraba junto a sus cuatro hermanos a lo grande las bodas de plata de sus papas Don Francisco y Doña Ana el 14 de diciembre del 2013, con orquestas de música tropical y mucho whisky.
Blanca mide 1.50 cm se de estatura pero los tacones afilados que llevaba, le aumentan en diez centímetros. La celebración sólo tuvo un momento de tregua cuando el pastor dominicano Jorge Cedeño y el chocoano Orlando Arce, interrumpieron para celebrar la vida de la pareja. Los agentes bailaron, se fundieron con las cientos de personas de la ciudad que celebraban el amor de la pareja. Los agentes tomaron nota y se quedaron prendados, sobre todo, de los pastores evangélicos. Sabían que ellos serían el talón de aquiles, que alias la Flaca caería si le seguían el rastro a los dos religiosos
Los pastores eran mucho más que asesores espirituales. Por los caminos de Urabá y Chocó, a donde había paseado Otoniel y su Clan del Golfo, Cedeño y Arce, quienes se movilizaban en una camioneta 4x4 que tenía el letrero Organismo Internacional, habían dejado un rosario de iglesias que construían con plata de la organización. Los diezmos que daban Blanca y su esposo iban entre los 100 y los 200 millones de pesos mensuales.
Blanca conoció a Otoniel a finales de los años noventa. Era una mujer delgada y pequeña, hábil para los negocios. Se casó con Darío Usuga en el 2001, cuando ya empezaba a ser conocido con el alias que lo convertiría en el hombre más buscado de Colombia: Otoniel. Blanca era tan hábil para los negocios que se volvería fundamental para su esposo. Él la amoldó a sus necesidades. Le practicó once cirugías plásticas hasta que quedara igual a como se la había imaginado en sus sueños: una pequeña efigia llena de curvas, voluptuosa. Blanca lo aceptó sin reservas e incluso le ayudaba no sólo en sus negocios sino en sus más oscuras aberraciones. Cuando Otoniel ya estaba en la clandestinidad le llevaba a sus escondrijos niñas ente 12 y 15 años. También le llevaba a sus cuatro hermanas. Todas habían sido operadas por el mismo cirujano. Todas habían quedado iguales. Todas iban a visitar a su cuñado quien no sólo les había cambiado la vida de humildes comerciantes de Turbo sino sus cuerpos.
Fue la fiesta que le hizo a sus papás su condena. Fue imposible que no se fijaran en la fastuosidad y, sobre todo, en los pastores evangélicos. La detuvieron en febrero del 2015. En seguida la condenaron: fueron dos condenas, siete años por los delitos de concierto para delinquir y lavado de activos y otros ocho por enriquecimiento ilícito. Le incautaron 362 bienes avaluados en 201.474 millones de pesos y repartidos en los departamentos de Antioquia, Atlántico, Cesar, Sucre, Córdoba, Santander y Meta. Eran 46 fincas, 12 apartamentos, 18 casas, 19 lotes, 54 vehículos y 10 centros comerciales.
Blanca sólo duró seis meses en la cárcel. Luego fue trasladada a Cali, a un apartamento de más de 100 metros cuadrados en Ciudad Jardín en donde no le hace falta nada y sigue manteniendo un constante flujo de dinero. En tres ocasiones ha intentado convencer a un juez en Medellín de que le de Libertado Condicional. Mientras tanto el cerco sobre su esposo se estrecha. Después de la detención de su hermano, Fernando Umbeito Usuga, alias Palillo, segundo en la organización, Otoniel se quedó sin el hombre clave para comprar el silencio de los municipios de Urabá donde se esconde. Sólo le quedan dos anillos de seguridad, dos centenares de hombres que cuidan sus espaldas. Pero el flujo de plata escacea, distinto a lo que le pasa a su esposa en Cali, a quien la complicidad con la ilegalidad le ha salido barata.