Dos años después de que la vida le diera el golpe más duro, Alejandra Azcárate está lista para seguir. Una avioneta, que estaba a nombre de su esposo Miguel Jaramillo, cargada con 400 kilos de coca, cayó en manos de las autoridades en San Andrés. A partir de ese instante, empezó para la humorista algo parecido a una tortura física y las puertas de los medios se cerraron para ella.
RCN la tenía lista para presentar un programa, pero decidió cancelar el contrato. La crucificaron en redes sociales. Fue tan fuerte el aluvión, que a esta bugueña dura por primera vez empezaron a temblarle las piernas. Alejandra, niña bien del Valle, fue defenestrada en parte por su origen.
Entonces, le recordaron los desplantes hechos como el de la tarde aciaga en la que se sentó en un avión al lado de un asiático y empezó a criticar su olor o los chistes pesados que había hecho sobre las mujeres subidas de peso. Alejandra, armada de valor, decidió hacer un video y entonces dijo que había paseado por los propios “sótanos del infierno” y en redes, la gente decidió meterle un nuevo clavo a su cruz.
Se fijaron más en su atuendo de millonaria, en el vestido de diseñador, que en su tristeza como si los ricos no tuvieran derecho a llorar. Entonces, vivió en una nebulosa. Desesperada, le pidió consejo a Abelardo de La Espriella y arrancó una ofensiva contra los medios que intentaron acabarla. Ahora, la Azcárate encontró una nueva vida, tiene nueva piel en La W y fiel a sus orígenes trató a la vida con un látigo.
A Alejandra Azcárate le sonaba muy poco eso de ser hija de una de las familias más representativas de Buga, de que el nombre del estadio fuera el de su abuelo, de haber sido una de las más juiciosas reporteras de City TV, de que Alejandro Villalobos le pagara el doble de lo que le daban en City para hablar de cine, de que Álvaro García, entonces director de Noticias RCN, al ver su potencial, le abriera un espacio dentro del cubrimiento del Reinado Nacional de la Belleza al que ella le puso Descárate con la Azcárate y el país la fue conociendo con sus atrevidas entrevistas a figuras de la política y la farándula en donde hizo amigos tan entrañables como Isabella Santo Domingo, con quien escribió un monólogo que se transformó en un fenómeno continental, Los caballeros las prefieren brutas. No, a los 31 años, nada de esto le bastaba. Así que, cuando estrenó su monólogo en el Teatro Jorge Isaac de Cali en 2009, sabía que se jugaba todo.
Acababa de llegar de Buenos Aires después de trabajar un año con la actriz mexicana Rebeca de Alba y la argentina Ernestina País en un programa que se veía en cuarenta países. En Argentina se limpiaba la saudade con su hermano Andrés, estudiante de cine de la ENERC, amante de las películas de Cassavetes, Bergman y toda la santa lista. Para él, que su hermana fuera comediante le parecía un logro menor, pero se amaban y vaya que aprendió del muchacho sobre comedia viendo todos los clásicos del humor desde Tati hasta Jerry Lewis.
Esa noche en el teatro Jorge Isaacs de Cali sólo su papá, Gerardo Azcárate, podía saber lo nerviosa que estaba, todo lo que se jugaba. La publicidad se hizo más boca a boca y fue suficiente, ya que 1.200 personas atestaron el lugar para verla despotricar sobre lo que en esa época todavía era políticamente correcto burlarse de los gordos, los feos, los pobres, los mal vestidos o los que no se parecían a sus compañeros del Liceo Francés con los que creció. La gente no tenía por qué saber que ella había pasado noches en vela perfeccionando el tempo, los cierres, la contundencia del monólogo. Y sólo cuando terminó la última frase y vio a la gente levantarse de sus asientos en un atronador aplauso que todavía escucha, supo que se había salido con la suya.
Desde esa época, no paró. Más de 4 millones de personas han visto su espectáculo presentado 1.390 veces. Ya no tiene que hacer la taquilla, los afiches, la publicidad. Ahora tiene un aparataje y personas que se encargan de cada detalle, encabezados por la productora Gloria de la Pava, quien se convirtió también en su manager y la transformó hasta en actriz. Eso sí, en los últimos dos años, todo ha cambiado.
Sigue amando ciegamente al hombre que más la hace reír, Miguel Jaramillo, y el tiempo parece darle la razón pues su matrimonio sigue pasando por un buen momento y nunca se pudo demostrar la relación de su esposo con el cargamento de cocaína y en la W Radio, la Azcárate está volviendo a sonreír.
