Esta frase se me vino a la cabeza por esos días en los que estaba haciendo toda la planeación y aterrizaje de mi “proyecto de viejita”, como le digo yo a Cocina con Gracia. De mí para mí, y para quien la quiera adoptar. Es mi filosofía de vida y pareciera cuadrarle perfecto a Aurorita Peña, la boyacense de 77 años que conquistó en La Voz Senior a los jurados y a los colombianos, no solo con su voz y su elegancia, sino con su estremecedora historia.
Aurorita, a quien sin conocerla se le siente cariño, respeto y admiración, apareció en el escenario del concurso vestida y arreglada como cualquiera de nuestras mamás o nuestras tías… las de mis contemporáneos: maja, elegante, de finos modales, de una decencia… le salía educación, formación, moral y disciplina por los poros.
Cantó precioso y debía escoger entre Natalia y Cepeda. Hasta ahí, todo normal. La sorpresa fue cuando le preguntaron si había cantado siempre; ella contestó que sí, que desde muy pequeña, pero que no había podido hacerlo profesionalmente y se lo prohibieron porque cantar no era bien visto en una niña, en una mujer. "Si yo hubiera sido más aguerrida y más valiente, me hubiera impuesto como tantas otras cantantes maravillosas que hay para poder llegar a la cima con mi canto, porque yo lo llevo en el alma completamente", dijo Aurorita quien, por esa creencia, se olvidó por mucho tiempo de su sueño. Pero continuó. "Voy a contar esto que me pasó. Hace unos 10 o 12 años, en Las Clásicas de Amor me propusieron que yo cantara con ellos, pero mi esposo no me permitía cantar; entonces, me separé porque para mí la música era algo maravilloso y lindo"… ¡Se separó! Nos noqueó a todos porque ya apenas hace doce años si no freguez.
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Si en el amor me ha ido mal, significa que tengo creencias limitantes sobre lo que es relacionarse en pareja. Si por el contrario me ha ido bien, tengo creencias empoderadoras
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Más allá del evidente machismo, quiero centrarme en las creencias limitantes de quienes rodeaban a Aurorita. Pero, ¿qué es eso? Llamé a Carlos Maldonado, uno de los mejores entrenadores y maestros de Programación Neurolingüística, creador de CUME (Cuerpo, mente, espíritu). Me explicó que en el cerebro tenemos dos tipos de creencias: las empoderadoras y las limitantes, y para saber cuál tenemos, basta con mirar los resultados en las distintas áreas de la vida. Por ejemplo, si en el amor me ha ido mal, significa que tengo creencias limitantes sobre lo que es relacionarse en pareja. Si por el contrario me ha ido bien, tengo creencias empoderadoras. “Eso no hay que preguntáselo a nadie porque uno mismo lo sabe”, agregó.
¿Y cómo nos llega eso que se nos tira la vida? Maldonado dice que “cualquiera de las dos llega por la misma ruta: las palabras que son el programador del cerebro. El lenguaje de manera repetitiva genera creencias, y ese lenguaje puede venir de distintas fuentes: de mí mismo, de la sociedad, de la familia, del entorno, de la religión. Luego lo que mayoritariamente digo es lo que mayoritariamente creo”. ¡Cómo les parece!
Pero como nada es eterno en el mundo, como dice la canción, la preciosa Aurorita se sacudió. ¿Por qué? Porque todo lo que al cerebro le implique obligación o le implique órdenes o disciplina, lo va a rechazar; todo lo que implique gusto y una emoción positiva, el cerebro le va a decir “por ahí sí es”. Dice Carlos Maldonado que cambiar una creencia limitante no depende de la edad, ni del sexo, ni de la raza sino de “chocarla”, o sea, actuar opuestamente a la creencia, ¡r-e-b-e-l-a-r-s-e! Eso hizo la valiente Aurorita a sus 77 y ahí está en el grupo de Cepeda -con toda su elegancia y señorío- batallando por su sueño.
Tomar la decisión de cambiar su vida, de perseguir sus ilusiones, de echar a rodar su pasión, de vivir con esperanza sin importar cuánto vaya a durar uno, o el proyecto mismo. La Voz Senior ha sido el vehículo para que Aurorita y todas las Auroritas de Colombia sueñen de nuevo, vivan esa ilusión que parecía perdida, aunque solo sea por un día que puede estar muy cerca del último… reivindiquen su vida, sus talentos. Poner a una población creciente (por la ciencia) a soñar de nuevo, no tiene precio, porque definitivamente “la vida comienza cuando uno quiere”