Cuando estaba pequeña mi papá, entre muchas enseñanzas, me dijo un día: “hija, en la vida hay que tener una profesión y un oficio, porque a la profesión te dedicas con gusto, pero puedes terminar tus días -muy feliz- inmersa en un hobby, en un oficio”, y ese es mi caso hoy.
Cociné con él el desayuno de casi todos los domingos de mi infancia, algunos pavos al horno para Año Nuevo en la adolescencia, y adobamos muchas veces la carne para los asados... hemos sido cómplices en la cocina. Él hacía los huevos pericos más deliciosos de todos y el más fresco jugo de naranja, y yo me encargaba del chocolate, las arepas o el pan y el queso, si ese era el menú. El primer pavo que hicimos para un 31 de diciembre quedó delicioso… pero tan remendado como Frankestein; se nos rompió la piel por todos lados, tuvimos que coserlo, pero estaba riquísimo… porque, eso sí, sazón no faltaba. Fue muy divertido.
Cuando uno crece en ciudades pequeñas, nacimos en Bogotá pero vivimos en muchas regiones diferentes, los asados en la casa o en el paseo de olla eran infaltables. Adobar la carne, cocinar y salar las papas, hacer el guacamole, montar una ensalada y preparar el refajo -porque soy de la era del refajo- tenía su ciencia.
Ustedes estarán preguntándose: ¿Y toda esta historia por qué? Porque soy emprendedora desde que tengo uso de razón, porque la cocina ha sido parte de mi vida siempre, porque a mi papá le heredé el gusto por los sabores y a mi mamá por lo artístico, lo estético. Porque aunque he sido feliz con el periodismo, siempre quise hacer algo alrededor de la comida que no fuera montar un restaurante. Porque aunque he sido feliz asesorando empresas en comunicación estratégica corporativa, la pastelería y la culinaria me siguen haciendo guiños. Porque un día, siendo directora de comunicaciones de Bavaria, me pilló la británica Jane Atkin -de SABMiller- mirando recetas y ponqués en internet; tres meses después me trajo un libro de la pastelera inglesa Lindy Smith, y dije: “esto es lo mío para un futuro no muy lejano”.
Desde ese día -hace ya trece años- he gastado el tiempo en estudio autodidacta y académico, con pruebas, errores y aciertos. Después de sociedades fallidas y luchas en solitario nace con el apoyo de quienes me rodean “Cocina con Gracia” (@cocinacongraciaoficial en Instagram). En ella confluyen mis profesiones, mi experiencia: periodista contadora de historias (hoy de recetas y de la vida), presentadora de noticias (hoy de delicias), diseñadora publicitaria (hoy de sabores), empoderadora de la vida y alentadora de corazones.
Estoy muy cerca de pensionarme y nada me hace más feliz profesionalmente que hacer radio e inspirar a mis seguidores a través de la cocina. Soy emprendedora B.I.S. (Best in Slot, o mejor en su campo). Pertenezco a esta corriente anglo de emprendedores cincuentones exitosos que un día fueron despedidos de sus trabajos, o se pensionaron y sencillamente no supieron qué hacer con su vida y entonces, contra todos los pronósticos, comenzaron de nuevo su vida laboral con mucho esfuerzo, pero con mucho éxito. Cuánta discriminación y matoneo comenzamos a vivir por cuenta de la edad y de los imaginarios colectivos sociales acerca de los años. Hoy, que la humanidad es cada vez mayor porque la ciencia ha hecho que se viva más tiempo, las miradas y las acciones se vuelcan hacia nosotros, los adolescentes de la vejez que somos todavía capaces de mucho, aunque en nuestro país -porque no sucede en otros- nos crean descartados.
En estos trece años he estructurado Cocina con Gracia, una nueva etapa de mi vida no solo alrededor de las recetas de pastelería y platos fuertes, sino de fórmulas para la vida. Por este camino “del oficio” del que me habló un día mi papá, me condujo este proyecto que les quiero compartir y cuya conclusión titulo en una conferencia que algún día quisiera contarles, y que desde que surgió me acompaña: “La vida comienza cuando uno quiere”.
¡Hasta el próximo miércoles!
