Si se preguntan el por qué del título de este artículo, y más viniendo de una periodista formada en academia, pues diré que sí, solo me dan vergüenza aquellos que como dueños de uno de los oficios más bellos, buscan alcanzar protagonismo y rating a costa de las declaraciones subidas de tono y amarillistas.
Lo anterior, a propósito entre muchas cosas, de las explosivas acusaciones originadas la semana pasada por el senador Armando Benedetti contra el Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez, en diferentes medios de comunicación (con sus respectivas réplicas), tratándolo de rufián, payaso, lava perros, manoseador de testigos y de homicida, si le sucedía algo a su papá, generando un gran sinsabor entre el público general.
¿A qué punto han llegado los medios para convertir el periodismo investigativo en un show mediático, no de denuncia sino de faltar al respeto y acusar con el dedo como si fueran entes investigadores? La manera grotesca como se manipulan los testimonios y denuncias de algunos personajes para aumentar su popularidad, me hace pensar que son tal malhechores los personajes que se entrevistan, como aquellos periodistas que lo hacen, pues sin importar lo que le está quedando a la audiencia más joven y vulnerable, siguen abriendo heridas más grandes y en muchos casos innecesarias.
Y como el caso antes mencionado, hay muchos otros en los que siento vergüenza de ser periodista. ¿Dónde queda el caso de Wiki mujeres, en el que se habló hasta de la vida personal de su creadora, cuando lo que realmente importaba era el tema comercial de la página que maneja este grupo?; ¿O el de prostitución al interior de la Policía Nacional, en el cual hasta con videos mostraron con sevicia temas que debían ser únicamente producto de entes investigadores serios y no de periodistas jugando a obtener Premio Nacional de Periodismo a toda costa?.
Da verdadera vergüenza ver como los periodistas se prestan para publicar ciertas cosas que afectan no solo al personaje que se acusa, se intimida y calumnia, sino también a su entorno familiar, todo por culpa de buscar el rating, la fama, el reconocimiento y su afán de ser los primeros.
Cabe recordarles a unos cuantos llamados “periodistas” que la misión de este oficio es más de contar, difundir y hasta educar, ¿por qué no?, sin olvidarse que lo que se diga en los diferentes medios es lo que deja huella, porque sencillamente de alguna manera son influenciadores de estilos de vida y de verdades que a veces parecen a medias y manipuladas, pasando por encima de todo con tal de lograr “impacto”.
Vale la pena reconocer que los medios de comunicación siguen teniendo un gran poder, que hablando positivamente pueden ayudar a enterarnos de lo que sucede a nuestro alrededor; pero así mismo, la deserción de la audiencia es cada vez mayor, precisamente porque estamos hastiados de los escándalos, el amarillismo y en algunos casos las malas noticias.
Si queremos que nuestra profesión sea libre y no coartada vayamos a los hechos reales, dejemos que la audiencia piense y saque sus propias conclusiones, no violemos la intimidad de las personas, ni causemos vergüenza ajena a quienes simplemente no tragan entero.
