Hace dos días nadie disputaba la autoridad con la que Tom Dumoulin mandaba en el Giro. En la etapa más temida el holandés tenía miedo de los ataques de Nairo y Nibali, sus más temibles rivales. Eran los tres puertos más duros de la competencia: el Mortirollo y el doble paso por el Stelvio. Poco antes de empezar el último puerto Dumo consumió cuatro geles de más para tener las fuerzas necesarias de soportar el infierno que le sobrevendría. Tuvo tan mala suerte que el exceso de gel le provocó la diarrea que terminó haciéndole perder casi tres minutos con sus más temidos rivales.
Se especuló mucho. Dijeron que estaba mal, que era probable que abandonara la carrera. Hoy, cuando los ciclistas vivieron un verdadero suplicio en la etapa 17, con un falso llano de casi 150 k.m, se le vio sólido. El desgaste de subir solo el Stelvio seguro lo pagará. Muchos han borrado a Dumoulin de la baraja de candidatos por su soltura de estómago. Para mañana, en la más desgastante de las etapas se le va a ver de nuevo fuerte. Nairo lo sabe y por eso atacará desde el inicio. El Giro está que arde.