La complicidad de los antivacunas con la pandemia, el editorial de El Espectador del 16 de julio, no solamente es una gran pieza de desinformación por su cuenta, sino que además no se trata de nada original, proviene de desinformación reciclada que busca imponer una vacuna absolutamente innecesaria y que ya ha causado varios miles de muertes.
Los hechos
Ya existen tratamientos eficaces contra el COVID-19 y que además sirven de prevención del mismo, lo cual hace innecesario cualquier tipo de vacuna. Pacientes tratados con ivermectina e hidroxicloroquina y otros protocolos que incluyen zinc y el antibiótico azitromicina se han recuperado plenamente del coronavirus. Según algunas evidencias, la ivermectina incluso se puede usar para prevenir el infame virus.
El editorial no entiende que la “inmunidad de rebaño” se ha logrado desde hace miles de años sin necesidad de vacunas. La industria farmacéutica se ha sacado otro as falso de la manga para predicar que la inmunidad de rebaño es lograda con vacunas, lo cual es absolutamente falso. Además, ¿por qué vacunar al 100% de la población contra una enfermedad que la sobrevive el 99.97% de la población y los que la adquieren ya tienen un tratamiento para ella?
Tal vez la respuesta nos la da la revista The Economist, que un artículo reciente publicó lo siguiente: “Imagínese una inversión que le permita obtener una rentabilidad del 17.900% en cuatro años. Y lo que es mejor, el desembolso inicial sería fácilmente asequible. ¿Quién podría dejar pasar una oportunidad así?”.
Y esa inversión, son las vacunas contra el COVID-19. El afán de vacunar no es solamente monetario, las proclamadas vacunas no son vacunas sino tratamientos genéticos experimentales, cuyos resultados son imprevisibles y atentan contra el código de Núremberg, que prohíbe explícitamente hacer experimentos con seres humanos y sin un consentimiento informado. En el caso de las vacunas no hay consentimiento informado, ya que no mencionan un efecto colateral muy importante que pueden causar: la muerte y que además la vacuna no es necesaria, ya que existen tratamientos contra el coronavirus.
La verdadera pandemia ahora son las vacunas, decir que la gente que no se quiere vacunar es cómplice de la pandemia es una falacia total: ¿Saben ustedes señores de El Espectador cuánta gente tiene ya inmunidad natural para las cuales la vacuna es completamente innecesaria? ¿Por qué no mencionan el número de muertos que han causado las diferentes versiones de la vacuna contra el COVID-19? ¿Las decenas de miles de personas afectadas con efectos colaterales?
Finalmente, toda esta vacunación obligatoria y la segregación de los no vacunados es un gran acto de fascismo, el mayor que haya visto la humanidad, ya que las vacunas atentan contra la vida de las personas y segregar a la gente con conciencia es como llevar a los no vacunados a campos de concentración nazis, porque no siguen con las políticas del führer de turno: las grandes farmacéuticas, la OMS, la CDC, el Grupo de Bilderberg, etc.