No conozco Cartagena. De hecho, la única vez que visité la ciudad solo pude recorrer sus murallas y el centro histórico. Fue un diciembre, de noche. Sin embargo, ahora desde la distancia, y dados los últimos acontecimientos, me atrevo a plantear estas líneas.
Lo primero, creo, es conocer el significado del término “madame”. Al realizar su búsqueda en el Diccionario de la lengua española (Real Academia Española) el resultado es: “La palabra madame no está registrada en el diccionario”. No obstante, al continuar la investigación, la siguiente dirección de internet define el término (madame) así:
“La palabra dama viene del francés dame, una palabra presente en la edad media para designar a la mujer noble y en el siglo XVII a la mujer casada de alta categoría social. Como lo reza el DRAE, la forma derivada del latín domina, como elipsis del antiguo juramento “par Notre Dame” (¡Por Nuestra Señora!), presente hoy día con la interjección dame... en el francés actual la expresión sigue vigente, escrita por ejemplo en la puerta de los baños para señoras 'dames'… De manera general, conforme con su significado original, se reserva la palabra hablando de las mujeres señaladas por su elevada condición (La primera dama de Francia = La esposa del presidente de la república), por la fuerza de su carácter (La dama de hierro = Margaret Thatcher) o también cuando una mujer parece ser la encarnación de la feminidad. La forma “madame” equivalente a señora, se popularizó en el siglo XII (mujer noble) por adjudicación del adjetivo posesivo (ma = mi), palabra que sirvió de trato de cortesía a partir del siglo XVII (plural mesdames)…”
Al leer algunos periódicos en internet impresiona el trato dado a la noticia de la “señora” que se dedica a la explotación sexual de mujeres. Según dichos medios, en algunos casos también eran víctimas de este flagelo niñas menores de edad. La noticia estremece por el manejo dado a la misma, ya que si bien es un tema álgido presente en todas las sociedades, esta ahonda la mala imagen de Cartagena, de la nación y de la mujer colombiana.
La situación del país empeora día a día; es decir, la nación se hundió en un hoyo negro, el cual, al parecer, no tiene fondo. No es un secreto la existencia de la prostitución, y el degenere del ser humano, lo cual, según los anales de la historia de la humanidad, se presenta desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, en este país es normal hacer daño al otro, tratar mal a la niñez, y no reconocer a las mujeres como personas con derechos. En el siglo XXI, Colombia está sumida en plena era del oscurantismo. ¿Cómo salir de tal situación? ¿Qué hacer? Se debería, como lo afirman los hermanos mayores, regresar a la esencia porque desde hace mucho tiempo, el ser humano se separó y se alejó de ella. No obstante, como lo afirma Ernesto Sábato:
“Lo admirable es que el hombre siga luchando a pesar de todo y que, desilusionado o triste, cansado o enfermo, siga trazando caminos, arando la tierra, luchando contra los elementos y creando obras de belleza en medio de un mundo bárbaro y hostil. Esto debería bastar para probarnos que el mundo tiene algún misterioso sentido y para convencernos de que, aunque, mortales y perversos, los hombres podemos alcanzar de algún modo la grandeza y la eternidad”.
El ser humano ha convertido el planeta tierra en un mundo bárbaro y hostil. Sin embargo, esa grandeza, la eternidad y el trascender se adquieren al momento de respetar y de amar las diferencias, cuando se acepta al otro tal y como es, y sin duda al obedecer y al amar la naturaleza.
Para comprender ese misterioso sentido y dejar a un lado lo perverso del ser humano (hombre), se debería entender, en esencia, lo que Rudolf Bahro resume al afirmar: “de lo que se trata es de crear las condiciones objetivas para que los hombres puedan preferir Saber y Ser en vez de poseer”. El cuerpo de la mujer no es un objeto más, ni mucho menos cualquier cosa; este (cuerpo) hace parte de un ser, y por milenios él ha venido acompañado de gran misterio e inmensa sabiduría: el cuerpo de la mujer tiene el privilegio de dar a luz el fruto del amor, y todo lo que ello conlleva. Además, es importante ser consciente de cómo las mujeres son creadoras no sólo por el acto mismo de dar a luz, existen mujeres, las cuales, aún sin parir un hijo, crean y mantienen procesos inagotables de defensa de la vida.
No respeta y no ama quien se aprovecha de las necesidades de los más débiles y los usa como carne de cañón para beneficio y para lucro propio. Quien cosifica a su par está condenado a vivir en función de lo efímero: dinero, fama y poder.
Al igual, duele bastante la indiferencia, la manipulación y la falta de solidaridad, en la cual también está inmersa la sociedad colombiana desde tiempos inmemoriales. En fin, ¿por qué no se exalta y por qué no se reconoce más el papel de aquellas mujeres emprendedoras, luchadoras y guerreras presentes a lo largo y ancho de la geografía nacional, en lugar de crear mala fama, y de manipular con tanto chisme, tanto amarillismo, y tanto sensacionalismo?
Cartagena, como toda Colombia, está sumida en un mar de violencia, pobreza, corrupción, ingobernabilidad y prostitución, entre tantos males, lo cual resulta obvio. Pese a ello, como diría el anónimo: “lo obvio no es tan obvio”. Para volver a la esencia, ¿recuerdas de dónde provienes?, ¿evocas a ese ser maravilloso llamado madre? Ella es la verdadera madame, la cual está presente en muchas madres colombianas. Es por todas estas mujeres por las cuales se hace necesario volver a la esencia antes mencionada, ya que casadas en lo formal o en lo informal, con hijos o sin hijos, en una sociedad donde prima la doble moral y la hipocresía… esas mujeres han trascendido cualquier definición o casta y todo límite en defensa de la vida.
Coda: El lector encontrará otros significados del término madame. Aquí se presentó una acepción positiva de este.