Una de las paradas imperdibles en Bogotá tanto para turistas extranjeros como locales es el Chorro de Quevedo, pues allí no sólo es posible ir a probar la popular chicha de colores, sino que además se pueden visitar diferentes restaurantes, escuchar cuenteros y comprar algunas artesanías. En La Candelaria, ubicada en el centro de Bogotá, convergen la historia, la cultura y el arte en torno a una pequeña fuente de agua.
Aunque este es uno de los espacios públicos de mayor interés cultural y turístico de la Candelaria, hay muchas personas que no conocen la importancia de esta plaza en la historia de Bogotá y su desarrollo como ciudad. Este rincón, que parece detenido en el tiempo, se entrelaza con la evolución de la ciudad y la cultura bogotana.
La historia del Chorro de Quevedo: el corazón de La Candelaria
El nombre de este lugar se debe a que el padre Quevedo adquirió un solar donde puso un chorro de agua en 1832, para que los habitantes de la zona tuviesen de una manera más fácil el acceso al líquido vital y no tuvieran que desplazarse con garrafas a las zonas hídricas aledañas a los cerros.
Desde el principio de la historia de Bogotá fue importante este territorio, especialmente para su fundación. Durante la fundación de la capital por Gonzalo Jiménez de Quesada en 1538, el Chorro de Quevedo fue escogido como punto inicial para la traza urbana de la ciudad. Este hecho histórico marcó el comienzo de la construcción de la ciudad colonial y estableció al Chorro como un lugar fundamental en la historia de Bogotá.
Aunque hay otra versión que señala al 27 de abril de 1539 como la fundación oficial de la ciudad en la Plaza Mayor conocida actualmente como Plaza de Bolívar
En las versiones que señalan al Chorro de Quevedo como epicentro de la fundación de Bogotá, se asegura que desde allí se reclamó, al aparecer, el territorio de un asentamiento indígena para el emperador Carlos V de España. Gonzalo Jiménez de Quesada logró levantar 12 chozas en homenaje a los 12 apóstoles y una iglesia donde actualmente es Chorro de Quevedo, lugar que era uno de los terrenos de descanso del Zipa.
Uno de estos asentamientos fue al parecer Thibsaquillo, "tierra de descanso" en chibcha, y que en tiempos coloniales se llamó Pueblo Viejo. De acuerdo con el historiador Luis Alfredo Barón Leal del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, por sus atributos, Gonzalo Jiménez de Quesada ordenó al capitán Gómez del Corral, la misión de conducir y vigilar a los indios para la construcción de doce bohíos, un tipo de cabaña construida en madera, paja y barro, y carente de ventanas, en este territorio.
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Para rememorar el hecho de la fundación, se escribió en piedra sobre el dintel de la fachada de una de las casas de la plazuela las fechas de la ciudad: la muy recordada y conmemorada del 6 de agosto de 1538 y la olvidada y totalmente desconocida del 27 de abril de 1539.
Algunos historiadores también aseguran que la iglesia conocida como del Humilladero, donde se realizó la misa fundacional no se construyó al lado de las doce chozas, sino en un terreno más abajo en lo que hoy es la Plaza de Santander.
El Humilladero se construyó cinco años después de la fundación de Bogotá, en 1543 y se demolió en 1887.
De acuerdo con Mauricio Uribe quien para 2017 era el director del Instituto de Patrimonio Cultural de Bogotá, la historia de la fundación de la capital desde el Chorro de Quevedo también toma fuerza porque dicen que la capilla la Ermita de San Miguel del Príncipe, ubicada en la plazoleta del Chorro, fue la primera en la ciudad. Algo que se considera falso, ya que su construcción es relativamente moderna y fue hecha en 1969.
A principios de los años ochenta el Chorro de Quevedo era una plazuela bastante austera de paredes blancas, con un aspecto casi desolado. Tan solo una pila de piedra puesta en 1968 rompía su particular monotonía.
El resultado del urbanismo surgió en la ‘Calle del Embudo’, la que se conoce como la entrada al Chorro de Quevedo, con el suelo hecho de piedras, su asimetría y construcción hacen que se convierta en una de las calles emblemáticas más importantes y populares de la capital.
Para los años cincuenta la calle del embudo presentaba el aspecto de ser una calle muy sencilla, gris y blanca, lejana de los colores y comercio que hoy expone.
La plaza se ha convertido en un vibrante centro cultural, con artistas callejeros, músicos y artesanos que añaden vida al espacio. El lugar también es conocido por su cercanía a importantes instituciones culturales y educativas, lo que refuerza su papel como un punto fundamental de la vida cultural de Bogotá.
Hoy, sigue siendo un símbolo de la herencia cultural y un lugar de encuentro vibrante para todos aquellos que desean explorar el corazón histórico de Bogotá.
Calle del Embudo, una de las principales vías al Chorro de Quevedo, es de las pocas que están empedradas en Bogotá #VolvióElChorroAQuevedo pic.twitter.com/waFqr9VBJZ
— Patrimonio Cultural (@Patrimoniobta) July 28, 2017
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