Bien interesante la entrevista de Abelardo de la Espriella a Iván Cepeda. En forma ágil foguea al senador del Polo quien, sin embargo, se da de bruces
Frente a la indagatoria en la cual el senador jura decir toda la verdad y nada más que la verdad, esta sale lesionada pues Iván, ante la pregunta sobre la salida de Manuel Cepeda del país, afirma que a su familia le tocó huir y “permanentemente buscar abrigo en el exilio”.
Añade el senador que cuando tenía “cinco o seis años, cuando mi padre salió de la cárcel, tuvimos que irnos a vivir a Cuba, después a Praga, volver al país, rehacer la vida aquí y seguir afrontando permanentemente esa situación hasta el momento en el que mataron a mi padre”.
Pues bien, no es cierto que Cepeda marchara alguna vez al exilio. El Partido Comunista en 1966 lo designó oficialmente para que representara a su organización en la recién creada Organización Latinoamericana de Solidaridad OLAS, con asiento en La Habana.
Cepeda viajó a finales de 1965 a Cuba para asistir del 3 al 15 de enero de 1966 a instalación de la Primera Conferencia Tricontinental de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina OSPAAAL, que creó el capítulo regional de la OLAS.
A dicha conferencia tricontinental, inaugurada por Fidel Castro y a la que asistió todo el tiempo el Che Guevara, acudieron destacadas personalidades revolucionarias de la época como Salvador Allende, después presidente de Chile, Amilkar Cabral, años más tarde jefe de Estado de Cabo Verde, Africa, el guyanés Cheddy Jagan, mucho después primer Ministro de su país, Nguyen Van Tien, de Vietnam del Sur, y centenares de dirigentes sociales y populares del mundo entero. Con todos ellos se codeó Manuel Cepeda, ya destacado dirigente comunista.
Cepeda permaneció en La Habana cerca de un año participando en los duros debates sobre el carácter de la revolución latinoamericana oponiéndose con fiereza a las posiciones del Che que animaba el foco insurgente que iba a encender la pradera.
A finales de 1966, el partido comunista colombiano decide enviar a Cepeda a Praga, capital checa, para que lo representara en la Revista Internacional donde parte con su esposa, Yira Castro, y sus dos pequeños hijos, Iván, de cinco años, como acierta en la entrevista con De la Espriella y su hermana María, de tres años.
Mientras Manuel se dedica a la revista, también llamada Problemas de la Paz y el Socialismo y desplegar las relaciones con los partidos comunistas, Yira colabora como periodista en las publicaciones de la Unión Internacional de Estudiantes, cuya sede desde 1946 era Praga.
En 1969 el partido resuelve que Cepeda debía retornar a Colombia y ya en el país asume la dirección del semanario Voz hasta 1989 cuando se lanza a la campaña electoral y es elegido como Representante a la Cámara en 1991 las elecciones pos Asamblea Nacional Constituyente.
Lo que hay que dejar en claro es que nunca, como afirma Iván y contrapuntea De la Espriella, Manuel Cepeda escogió o el partido decidió para él que buscara el exilio ante las persecuciones que para esa época, aunque la situación era difícil, no tenía los ribetes del genocidio contra la Unión Patriótica que se manifestaría entre 1984 y 1995.
Iván Cepeda desconoce una medida que tomó de siempre el partido, auspiciada por el propio Manuel: no autorizar jamás el exilio de ningún dirigente comunista así se estuviera bajo la peor andanada represiva.
Por eso en los años más aciagos del genocidio fueron contados los dirigentes comunistas que se marcharon del país y los pocos que lo hacían recibían el anatema de la organización. Cepeda, padre, jamás intento semejante expediente que no lo honraría jamás y vivió, como tantos otros líderes, la realidad brutal de la intolerancia hasta cuando lo eliminaron en 1994.
Es decir, permaneció siempre en su país 27 años sin buscar asilo en ninguna parte pese a las amenazas y las hostilidades diarias desde su regreso de Praga en 1967, a donde fue, insistimos, no tras el “abrigo del exilio”, que buscó “permanentemente” como equivocadamente afirma su hijo sino en cumplimiento de tareas de su partido.
Esta es la verdad y nada más que la verdad.