Se puede decir que el escocés Adam Smith, en su libro La riqueza de las naciones, establece las bases de lo que hoy llamamos el capitalismo. El país que mejor interpretó sus ideas fue Estados Unidos, una nación que se independizó gracias a ese espíritu emprendedor que siempre han tenido sus inmigrantes, y que se ha convertido en una representación de lo que es el éxito y la fortuna. Durante mucho tiempo se ha creído que el modelo económico de esta gran potencia, por muy boyante que se lo haya visto, representa el camino que todo país en vía de desarrollo debe implementar. Sin embargo, la pandemia ha desnudado la verdadera realidad del capitalismo norteamericano, por lo que hoy se pone en duda los verdaderos principios que lo fundamentan.
Esa mano invisible que regula el mercado, según Adam Smith, a dónde está en estos momentos de desempleo. Le recuerdo, amigo lector, que la desocupación que se vive hoy por la pandemia no solamente es una cuestión de Colombia o de cualquier país tercermundista, sino una realidad en muchas de las grandes ciudades estadounidenses. Pensemos por ejemplo en las Vegas, el paraíso del juego que fundó la mafia italoamericana, para darnos cuenta que los grandes casinos cerraron y mucha gente quedó cesante. La pandemia también ha azotado fuertemente a Nueva York, y en ese distrito financiero tampoco la gente la pasa bien, igualmente tiene que sufrir una desocupación que jamás en décadas había previsto.
Por eso es importante mirar cómo es realmente el capitalismo visto de frente, diciendo que todo es bonito cuando vemos únicamente lo que someramente representa. Mientras se mantenga la burbuja del sueño americano con trabajos de más de ocho horas, pues la gente cree sentirse protegida por un sistema fuerte, por una sociedad que promueve el empleo y que parece indestructible como una muralla de hierro. Pero la cosa cambia cuando miramos a este sistema económico de espaldas. Es ahí cuando nos damos cuenta, por ejemplo con la pandemia, que si la gente no tiene trabajo pues la pasa mal y el empleador no tiene nada que ver con ella. De espaldas este sistema demuestra que el emprendimiento norteamericano es inhumano: se beneficia cuando puede y se desobliga cuando le da la gana. Así de sencillo.
Esto no es algo nuevo, si tenemos en cuenta que con la gran depresión de los años veinte, Franklin Delano Roosevelt tuvo que crear unas medidas económicas que la famosa mano invisible, de la que tanto se jacta en su libro Adam Smith, nunca pudo establecer, para así salvar de la hambruna a más del 70% de los estadounidenses que no tenían ni dos dólares para sobrevivir. No estoy en contra del capitalismo, simplemente creo que no se puede dejar todo al arbitrio de aquellos que creen dominar el mundo.