El peligro de los lugares comunes es que impone un discurso que normaliza y homogeniza, con lo que se restringe, o, más grave aún, se invisibiliza lo que subyace a ese lugar común. En la ya remota década del sesenta las grandes tabacaleras, pese a la evidencia científica, invertían ingentes cantidades de dinero en publicidad, para contrarrestar con imágenes prefabricadas, como la del hombre Marlboro, el daño pulmonar del cigarrillo. En aquellos años, era común que las personas fumaran en cualquier lugar y de manera desmedida. Posteriormente y debido a la inocultable alza de casos de cáncer pulmonar asociado al consumo de cigarrillo, tuvieron que replantear su estrategia y fueron regulados por el Estado norteamericano con leyes que los obligaban a añadir advertencias en las cajetillas, así mismo, la compra de cigarrillos fue gravada con impuestos. Medidas que en algo redujeron la incidencia del consumo, pero que no han logrado erradicarlo del todo. Durante esos años se debatió con profusión el verdadero impacto en la salud del tabaco y como siempre hubo quienes enfocaron sus esfuerzos en beneficiar a las tabacaleras y quienes preferían salvar vidas, que no resulta tan lucrativo.
Ahora bien, en los últimos años se ha desatado un debate importante sobre el fracking, que no es otra cosa que una técnica de extracción que consiste en fracturar las rocas de los yacimientos que contienen pretróleo o gas. De acuerdo con la Universidad de los Andes, “mientras los hidrocarburos provenientes de yacimientos convencionales fluyen a la superficie, los hidrocarburos contenidos en yacimientos no-convencionales requieren de la inyección a alta presión de fluido de fractura con el objetivo de fracturar la roca para permitir que fluyan los hidrocarburos atrapados en ella”. Esta practica, que no es nueva, consiste en dos técnicas de extracción combinadas, perforación horizontal y fracturamiento hidráulico y se han venido usando desde hace ya varios años en el país, de forma irregular con el fin de aumentar las ganancias de Ecopetrol. Sin embargo, el año pasado, Consejo de Estado optó por mantener suspendida la resolución 3004 de 2013 y la resolución 90341 de 2014, las cuales reglamentan la técnica en el país. A pesar de ello permite realizar pilotos. Esta decisión a medias ha generado incertidumbre en todos los frentes del asunto y deberá ser resuelta en este 2020. Mientras tanto, el gobierno Duque, que necesita con urgencia hacerse a esos recursos, hace lobby por diversos medios, sin tener en cuenta las consecuencias ambientales de proseguir realizando esta práctica.
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Lo que interesa aquí es el lucro, lo demás, para ellos, es demagogia
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Esto, a pesar de diversos estudios que dan cuenta del daño ambiental que el fracking genera en los ecosistemas, ya que para lograr acceder al petróleo contenido en las rocas se necesita usar grandes cantidades de agua, con lo que se contaminan las fuentes que nutren a las comunidades. Este hecho, le es indiferente a las grandes petroleras que compran el crudo colombiano, y al gobierno, para quien, ya se sabe, quienes no sean de estrato 5 y 6 son ciudadanos de segunda categoría. Lo que interesa aquí es el lucro, lo demás, para ellos, es demagogia. Tal y como sucedía con el ejemplo usado al comienzo de este artículo.
Lo grave de la situación actual es que el tiempo se nos agota para revertir o por lo menos limitar el daño ecológico del calentamiento global. Como lo indica Andrés Gómez de El Cause Climático “desde 1977, el científico principal de Exxon, James Black, advirtió que por la quema de hidrocarburos el planeta se calentaría dos grados, lo que no impidió que dedicaran décadas a promover la desinformación sobre el cambio climático”. Así mismo, Gómez señala “El panel científico más importante reunido en la historia de la humanidad, el IPCC, advierte que la única posibilidad de limitar a 1.5°C el aumento de la temperatura es invirtiendo suficientes recursos económicos para acelerar la eliminación de los combustibles fósiles. Lo escribe también la comisión de expertos sobre fracking, nombrada por el gobierno”.
Sin embargo, como, ya es tradición en este gobierno de mentiras, la ministra de Minas y Energía y el mismo presidente, juegan con los datos para convencernos con el lugar común del progreso, que la evidencia científica es un invento de conspiradores para detener el progreso económico del país, sin decirnos, que este pasa por arrazar con los recursos naturales y con las comunidades que les resulten inconvenientes.