No dejan de preocupar los últimos acontecimientos derivados de las actuaciones personales de quienes son afectos al discurso de la Colombia Humana y por ende del actual gobierno de nuestro país y que de una u otra manera lo representan, pues se han encargado de ir, poco a poco, prostituyendo el concepto de lo humano, utilizando, no sólo la palabra sino el concepto como tal, como justificación a todos sus desaciertos y eso se hace inadmisible.
Lo peor que nos puede estar ocurriendo, es que estemos dejando en el aire que humano, lo netamente humano, hace parte de la chabacanería y la ordinariez, del sin sentido y de la equivocación, del irrespeto y la trasgresión, del perdón sin límites a criminales, de la subyugación a nuevos esclavismos, de la justificación del error porque ello hace parte de lo humano, del desafuero en las ideas porque eso también es humano, del maltrato a los demás porque somos humanos, de la crasa ignorancia sobre el Estado porque como humanos lo podemos aprender, del desconocimiento de unos protocolos internacionales sobre el manejo de lo público, y en fin, una serie de actuaciones públicas que van muy en contra de lo que verdaderamente tiene que ser lo humano.
Todo lo dicho en el párrafo anterior se engloba en una política perversa de hacernos creer a todos los colombianos que hasta este momento de nuestra historia no hemos sabido qué es ser “ser humano” y por tanto no hemos sido humanos.
Para la Colombia Humana, además de sustentarse en actuaciones como las descritas anteriormente, lo humano pasa por discursos irrelevantes que buscan conmover y despertar la solidaridad hacia el “pobrecito”; mucho bla bla bla sobre inequidad y desigualdad pero sin rumbos ciertos de cierre de brechas.
Mucha igualdad de género y palabrería inclusiva que en nada fortalecen el ser lo que se quiere y se debe ser; mucho paisaje descriptivo sobre una Colombia profunda que nadie conoce y muchos de quienes supuestamente la habitan no reconocen; propuesta de defensa de los derechos humanos pero cuando se trata de condenar desafueros sobre los mismos se hacen los desentendidos; mucho de perdón social con total impunidad pero sin nada de inversión social a la vista.
Lo verdaderamente humano, nada tiene que ver con la desfachatez de un comportamiento o con la misericordia malintencionada de las triquiñuelas, aparentemente, envueltas en leyes y propuestas que atentan contra lo más valioso que tiene, precisamente, el ser humano como es su dignidad.
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Lo verdaderamente humano y lo que en realidad nos hace dignos como seres humanos es sabernos seres sociales y que en esa sociedad interactuamos con plena libertad de nuestra conciencia, en cumplimiento estricto de unos deberes y derechos, léase bien: cumplimiento estricto; lo verdaderamente humano es estar organizados en grupos sociales donde, entre todos, generamos códigos éticos para la supervivencia del grupo.
Nos comunicamos mediante un lenguaje entendible por todos los miembros del grupo y no por unos cuantos, que soslayan en ello sus propios intereses; nos expresamos simbólicamente por medio de la cultura, el arte, la religión, los hábitos, las costumbres, el vestido, los modelos de organización social, etc. y todo ello nos lleva a la generación, transmisión e internalización de unos valores propios, los que por muchos hoy se quieren desconocer.
No creo que con los anuncios de una uniformidad total, que pareciese es lo que busca este gobierno, nosotros los colombianos vayamos a ser mucho más humanos.
No. La diversidad es la que enriquece la sociedad y la individualidad misma. Lo otro, la uniformidad está ligada a las ideas totalitarias que se presumen, por lo dicho, en las actuaciones registradas de los adeptos al pacto histórico de la Colombia humana.
Invito a que los colombianos y especialmente a quienes lideran con banderas del humanismo unos propósitos no claros, que reflexionemos profundamente sobre lo humano, lo que es verdaderamente humano y no que por intereses políticos, arrogancia, terquedad o ignorancia, sigamos prostituyendo en el país, lo que es verdaderamente humano y dejemos de comer carreta barata disfrazada con melodiosas frases, propias de quienes pretenden encantar a aquellos que tienen harto desencantados.
Aún somos muy humanos y sabemos serlo y no somos ignorantes del todo.
