“Los putos judíos son los culpables de todas las guerras de la humanidad”- Mel Gibson no sabía que el policía que le doblaba el brazo en mayo del 2006 no era judío, tampoco sabía que lo estaban grabando, mucho menos que su carrera se había terminado esa noche.
Dos años atrás se había ganado el resquemor de los judíos dueños de los grandes estudios de Hollywood por atreverse a realizar La pasión de Cristo, su intento de mostrar la crucifixión de Jesús no a través de los evangelios sino del hecho histórico. La rigurosidad fue tanta que obligó a sus actores a hablar en arameo, la lengua que supuestamente habló Cristo. La película fue un éxito de taquilla que superó los 500 millones de dólares pero terminaría arruinando la carrera de Gibson.
Desde que vieron las primeras copias los judíos se rasgaron las vestiduras. “Has mordido la mano que comes”, le decían. Las quejas de los rabinos más importantes del mundo se soportaban en las exageraciones, en la tendencia que tenía el director para hacer ver a los judíos como malos alimentando el odio que genera un pueblo que supuestamente se atrevió a asesinar al Hijo de Dios. No le perdonaron al director mostrar a los judíos con el pelo enmarañado, la nariz ganchuda y un eterno gesto de maldad en el rostro, siguiendo los panfletos que alguna vez hicieron sobre ellos los nazis. En el filme queda claro que Poncio Pilatos solo ordena su crucifixión por miedo a una insurrección que le podría costar su vida. Gibson además agrega una escena en la que Jesús le dice a Pilatos que no se eche la culpa de nada, que el solo “es una herramienta en las manos de aquellos que le entregaron en sus manos”. Ahí no terminan las adiciones del propio cuño de Gibson en la historia. Hay un momento, en plena tortura, en la que se acercan a él unos rabinos a burlarse del Rey de Reyes. En Estados Unidos se presentaron incidentes lamentables en varias salas en donde, presos de la ira, fanáticos cristianos arrojaban sus vasos de Coca-Cola a la pantalla mientras pedían la segunda venida de Hitler.
Sí, fue un éxito de taquilla pero también representó el fin de la carrera de Gibson. Entre el año 2004 y 2009 el ganador del Oscar por Corazón valiente presentó nueve proyectos a Warner Bros y Paramount. Solo uno pasó el examen y fue sólo porque se había llegado a un acuerdo antes de que empezara a rodarse: Apocalypto, la aventura épica maya. En su dilata carrera como director Gibson nunca tuvo un fracaso de taquilla hasta que los estudios decidieron bloquearlo. A los judíos no les importó que tan buen negocio fuera su nombre en las marquesinas. El bloqueo se extendió hacia Jim Caviezel, el protagonista de La pasión de Cristo quien, a partir de allí nunca más volvería a tener un protagónico en Hollywood.
El estar sin rodar exacerbó sus demonios. La noche en la que insultó a dos policías y afirmó que los judíos eran los culpables de todas las guerras que había tenido la humanidad se había tomado siete tragos dobles de tequila. Empezó a beber como un poseso. En el 2010 le estallaría otro escándalo: le rompió los dientes a Oksaba Grigorieva la pianista rusa con la que tuvo una niña. En una conversación telefónica quedó grabado una sarta de terribles insultos: “Si te violase una manada de negros, te lo merecerías. Voy a ir allí, y voy a prender fuego a la casa, pero primero me la vas a chupar". El año pasado el director escupió a la periodista Kristi Miller por hacerle preguntas sin su consentimiento.
En el 2011 los estudios decidieron hacer las paces. Le dieron un proyecto llamado Macabeos que trataba sobre Judas Macabeo, uno de los grandes guerreros de la historia judía-una de las razones por las cuales los judíos no aceptaron el mito de Cristo es porque ellos creían que su salvador tenía que llegar con escudo y espada- Al principio Gibson estaba entusiasmado. Poco a poco ese entusiasmo se le fue apagando. Cuando el proyecto llevaba dos años dormido Jan Eszterhas, guionista de la película dijo que Gibson no quería hacerla simplemente porque odiaba a los judíos. El director contestó que la única razón era porque el guion era el peor escrito que había leído en su vida.
El año pasado Mel Gibson volvió a ser nominado por el drama bélico Ni uno menos. Ahora tiene en remojo varios proyectos, casi todos modestos. Sigue tomando mucho tequila y atajando sus demonios a punta de droga. Sabe que ya jamás será el hombre más famoso de Hollywood. Ahora, a sus 61 años y por culpa de su antisemitismo, debe hacer cola para que le aprueben sus proyectos como si fuera un director novato