Ahora que Semana anuncia con bombos y platillos su resurrección como candidato presidencial 2022 —es decir, el aviso público de que la derecha extrema, el uribismo, la derecha y grupos de la élite financiera y empresarial ya se están poniendo de acuerdo con su nombre— es hora de recordar los alcances y el verdadero talente de Germán Vagas Lleras en caso de ser presidente. Así falte mucho aún, siempre es bueno dejarlo escrito para la historia.
En un acto de revanchismo puro contra la mayoría de los colombianos que se muestran inconformes contra el gobierno Duque, el establecimiento y la manera que se ha conducido el país llevándolo al actual estallido social y el paro nacional, salió el excandidato presidencial Vargas Lleras a proponer limitar libertades individuales y grupales, a imponer un estado especial de alteración, que trate de aplacar a sangre y bota la manifestación ciudadana que sigue exigiendo cambios estructurales y mayor equidad.
No se puede perder de vista la génesis oculta que vuelve a desnudar su esencia. Todo indica, que el motivo de esa solicitud hecha hace unos días públicamente sería que el paro nacional, los jóvenes manifestantes y trabajadores de la salud, le tumbaron con la presión en calle la reforma a la salud en la que él y su partido Cambio Radical estaban empleados a fondo en el Congreso, pese a que desde la Federación Médica Colombiana, organizaciones de científicos, médicos, enfermeras y usuarios del sector salud señalaban que la misma pretendía fortalecer la intermediación financiera y administrativa, más que el servicio mismo de los prestadores hacia los ciudadanos. Además, de que desde algunos sectores se denunciaban posibles relaciones estrechas de miembros de su partido con fundaciones, EPS o grupos de interés que hoy tienen quebrado al sistema de salud.
No olvidemos además que el actual ministro de Salud es cuota de su partido Cambio Radical, así como las ministras de TIC, Cultura y Comercio, y el secretario del Departamento de la Función Pública. Por tanto, el hundimiento en sí mismo de la reforma a la salud fue una derrota para su propia burocracia en el ejecutivo nacional. Por eso, casi que con sorna frente a los colombianos inconformes que piden cambios de fondo, Vargas Lleras se va de frente en atacar derechos y libertades, lastra en ristre con una especie de grito desesperado de ¡deténgalos ya! antes de que sigan generando cambios y masificando el inconformismo.
Se ampara Vargas Lleras de nuevo en la manida idea de defender como sea la institucionalidad, precisamente esa institucionalidad vacía, que actúa de espaldas a las necesidades de los colombianos, que dejó crecer la pobreza, quebrar los empresarios y comerciantes, aumentar la delincuencia, volver marca país la impunidad frente a los billones de pesos del erario que han sido robados descaradamente. La que aplica justicia formal y no real con penas irrisorias y casa por cárcel. Esa institucionalidad a la que pertenece, de la que proviene y de la que ha vivido en su quehacer público. Y de la que no menciona ni por error reformarla o ajustarla.
Por tal motivo, el enojo y las ganas de cobrar venganza por el hundimiento de la reforma de parte del exvicepresidente de Santos es de tal magnitud, que sin pena ninguna en su columna de El Tiempo da recomendaciones públicas de como atacar el corazón de la ciudadanía inconforme; por eso revive la idea de aplicar la conmoción interior. Vargas Lleras le pide a Duque que contra los colombianos declare dicha conmoción y pueda suspender la libertad de “movimiento de ciudadanos, vehículos y de alcaldes y gobernadores”. Pareciera entre líneas pedir que si es necesario remueva a algunos mandatarios regionales que no choquen contra la ciudadanía o no callen frente al asesinato y desmanes a civiles. Y lo logró parcialmente: se amplió la asistencia militar a ocho regiones de Colombia.
“Lindo” gesto que desnuda de nuevo su personalidad imperial-dictatorial. Grave para la democracia, pues, como se dice en la literatura de la ciencia política, solo los gobiernos débiles, sin legitimidad ni respaldo ciudadano recurren a limitar derechos y a pedir silencio cómplice y callar frente a los excesos de su policía y fuerzas armadas. Y de su petición pública a Duque, deja notar Vargas Lleras el tono de furia, de “coscorroneador” de oficio y de revancha contra los millones de manifestantes como si estos le hubieran tumbado un gran negocio entre manos.
Pero, además, su mejor venganza consiste ahora en ofrecerse como la “mejor” opción que tiene un establecimiento recalcitrante que no quiere cambio alguno ni perder el poder político, dejar sus prevendas exageradas del Estado (congresistas, ministros, magistrados…) o el manejo de la burocracia como se le acababa de aprobar el Senado a la Procuraduría. Sin duda se vende como el mejor chef para seguir sirviendo la sopa fría e insípida de tachuelas y puntillas para la mayoría de colombianos, sin nuevas recetas para los cambios estructurales ni reforma agraria o a la justicia. En su extremo, Vargas Lleras renace como el más férreo defensor de privilegios. Representa lo que del otro extremo pareciera ser Petro para quienes sueñan una lucha de clases radical o se quieren sacar un clavo por el abuso bancario y financiero; de esos que parecieran querer especímenes políticos que se comporten como leñadores locos con un hacha en una mano y una antorcha en la otra.