Esta vejez no tiene que ver con las arrugas ni las canas que llegan con los años, sino más bien con la peor de todas: la vejez laboral a la que estamos condenados los colombianos después de los 40, y de ahí para arriba.
La verdad no quiero ser una voz más quejándome de lo mismo que vengo escuchando desde cuando comencé a ejercer mis profesiones, sino llamar a los viejos laborales —como yo— a que veamos el vaso medio lleno, a sacar ánimos, pecho y convertirnos en profesionales independientes clave, fundamentales, que imprimimos confianza y apoyo a empresas y personas para quienes somos útiles por nuestro recorrido, por nuestra experiencia, por nuestro conocimiento.
¿Qué maletear empresa es difícil? ¡Por supuesto! Por eso hay que hacer una planeación para esta vejez laboral prematura que no necesariamente debe enfocarse solo en tener pensión como nos enseñaron, sino en seguir siendo útiles, porque sí que lo podemos ser.
Tengo una familia amiga en Canadá que se fue a buscar mejores horizontes con el temor que nos imprime la vejez laboral colombiana, y lo hizo con todo el “riesgo” que implicaba llegar a recomenzar arriba de los 40. ¡Oh sorpresa! En su búsqueda de trabajo dejó de aclarar su edad porque “en estos países desarrollados no importa cuántos años tienes, sino qué sabes hacer; para qué eres útil a la sociedad”, me dijo.
Pero como no estamos en Canadá sino en Colombia, lo que se podría hacer, además de estudiar, prepararse, tratar bien a la gente, dejar buena imagen, estar dispuesto al cambio y no quejarse, es construir una red de contactos a lo largo de nuestro ejercicio profesional que pueda tenernos en cuenta a futuro. No se trata de ser lambón ni lagarto, sino de relacionarnos basados en el corazón y la profesión. Sí, así como suena. Si a uno lo quieren le ayudan y si es buen profesional aún más. Ser buena persona y buen trabajador van de la mano.
También se puede seguir ese consejo de algunos papás y abuelos que dicen que en la vida hay que tener una profesión y aprender un oficio que también apasione. ¿Para qué? Pues si en la profesión no se consigue trabajo y ejercerlo como independiente es muy difícil o imposible por cualquier razón, el oficio —ese hobby que nos encanta pero al que no hemos mirado con ojos comerciales— puede convertirse en nuestra actividad principal. No importa que sea distintísimo a lo que hacemos. Fíjense que hay personas que dicen que prefieren dedicarse a una sola cosa para hacerla bien y no a varias para hacerlas a medias. Estoy de acuerdo, solo que todos tenemos otras fortalezas que no tienen que ver con lo que estudiamos, pero que podemos desarrollar paralelamente y volverlas nuestra actividad principal cuando seamos “viejitos laborales”.
Yo tengo como comunicadora social mi empresa de asesorías y como oficio el diseño de ponqués gourmet, pero jamás me cansaré de agradecerle a Carlos Gallego por haber confiado en mi “vejez laboral” y haberme llevado a ese precioso proyecto radial que es Blu Radio, a imprimirle mi pasión y dirigir En Blu Jeans, mi “nieto” periodístico (jeje).
Y usted, ¿ya pensó en su oficio?
¡Hasta el próximo miércoles!