Entre la vanidad y la realidad, la mujer que buscó en el espejo

Entre la vanidad y la realidad, la mujer que buscó en el espejo

"Unos deseamos tener un abdomen marcado, pectorales y buenos brazos y, otras personas en cambio, luchan para borrar estas marcas"

Por: Danilo Betancur Giraldo
julio 20, 2017
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Entre la vanidad y la realidad, la mujer que buscó en el espejo
Foto: Shutterstock

Él, ahora ella, busca en un espejo la belleza que desea. Se mira y contempla mientras visiona muchos cambios para su vida, en especial para su cuerpo.

Acudí a la casa de juventud del municipio, sabía que allí encontraría alguna forma de comunicarme con él, al menos una dirección, un numero o información que me pudiese servir. Camilo, director de la oficina de juventud, en una hoja me escribió el nombre de Sergio López y continúo a este, su número. Le llamé para concretar una cita, acordamos hora y lugar, fue sencillo.

Cuando llegué, de entrada, me encontré con un spa en la dirección que me había brindado Sergio. Me recibió un señor, se me presentó como Óscar, pero no era a él a quien yo buscaba. Seguí hasta el fondo de aquel lugar, me encontré con Sergio, le saludé y antes que pudiese decir algo más, este joven, con tono rígido, me pide que le llame Camila, pues ya había dejado a Sergio en un pasado y ahora era ella, una mujer o, al menos así se sentía.

Me invitó a sentarme en una silla mientras “ella” se cambiaba de ropa y maquillaba un poco, creía que le iba a tomar alguna foto, hacer una entrevista audiovisual o algo por el estilo; sin embargo, no dije nada, permití que se engalanara y le esperé.

Al cabo de unos minutos se me sentó al lado, me sonrió y me expresó que se sentía preparada para iniciar la entrevista. Empecé por preguntarle lo que hasta el momento me había sorprendido más, su cambio de nombre. Camila, con cierta simpatía, me expresó que para ella es normal, pues es ahora una mujer.

Mientras me contaba que legalmente su nombre fue cambiado y la dura labor de escoger uno bonito entre muchas opciones, me asombré ver su pecho, ¡tenía senos!

No eran cualquier senos, manifestaban ser los que una mujer vanidosa siempre ambicionaría tener y, que inicialmente él, ahora ella, no tenía; no obstante, los tiene al presente y, no me alcanzo a imaginar el dolor y flexibilidad de su piel para lograr encajar semejantes siliconas ahí.

Seguro notó que me pasmé, porque sin yo preguntarle me contó lo de sus senos. “Ay mira, me las puse hace un mes, la idea es ponerme otras más grandecitas. Yo siempre había querido tenerlas, por fin se me hizo el milagrito. Mis amigas me envidian porque muchas no han podido tenerlas, por dinero o porque no les da, es que uno necesita prepararse, tanto psicológicamente como físicamente. Por ejemplo yo tomaba pastillas de planificar para que mis pechos crecieran y la piel se fuera adecuando, entonces así fue más fácil.”

Camila me contó que ahorró para la cirugía más de cuatro años, todo con el trabajo del spa donde actualmente trabaja y, unos ahorros que tenía del ejército. Yo le cuestioné eso del ejército, ¿acaso tenía familia allá? o, ¿había sucedió algo con esto? ¡Vaya sorpresa! Esta joven, había pagado servicio militar por elección propia, escogió al salir del colegio vivir esta experiencia un tanto difícil de asimilar.

Ella me contó que lo hizo para demostrarse que era capaz de tomar retos en su vida, aunque fue difícil vivirlo. Expresa que mientras estuvo allá, los compañeros sabían de sus inclinaciones sexuales, y muchos se aprovecharon de esto. Vivió momentos de burla, de flagelo y hasta intentos de violación. Le miré a los ojos mientras me contaba esta historia, esta parte trágica de su juventud  y, le vi en ellos unas lágrimas a punto de caer. Le interrumpí para expresarle mi admiración, porque yo a mis 21 años de edad le temo rotundamente a que un día me monten a ese carro del ejército y nunca más me vuelvan a ver. Me sentí un completo cobarde a su lado.

Seguimos conversando, y le quise preguntar por su familia, qué tan duro o fácil se hacía para ella aceptar y verificar el tema de su sexualidad, su cambio físico y lo que ahora vive. Se rió, y con naturalidad me dijo que era sencillo. Su madre siempre lo había sabido y no tenía problema, su padre apenas lo sabe hace dos años y nunca toca el tema y su hermano es relajado con eso, así que afrontarlo no se hizo complicado.

Estaba a punto de preguntarle algo más, pero antes, Camila se me adelanta y me dice que lo más complicado ha sido vivir en un pueblo costumbrista y de mentes cerradas. Para ella era complejo salir a la calle y recibir burlas, miradas irritantes y piropos, que entre muchos, unos eran para molestarle y fastidiarle. En ese momento ella se paró y se miró al espejo, me preguntó que si la veía fea o como un monstruo, pues no entendía el rechazo social, a tal punto que muchas personas se cambian de acera al divisarla. Le dije que no, y le alenté para que comprendiera que no estaba mal ser lo que es, simplemente debía comprender el contexto donde se desenvuelve.

Volvió a tomar asiento, junto a mí. Le indagué por sus proyectos de vida, lo que espera conseguir a corto o largo plazo. Camila suspiró, inclinó la cabeza y con voz desmoralizada me hizo saber que estaba ahorrando, quería otra cirugía. Esta vez deseaba hacerse la liposucción, porque se sentía gorda, aún tras dietas rigurosas y asistir a un gimnasio todos los días en las noches. Esta joven me cuenta su incesante lucha por lograr un cuerpo femenino, pues quiere lucir como toda una mujer; sin embargo, su naturalidad es ser un hombre y, no puede detener de un todo el nacimiento de vello en ciertas partes del cuerpo, su figura gruesa y rostro ancho.

Ella se lamenta haber estado en el ejército, por lo que me había contado antes y porque ahora tiene algunos músculos que le hacen ver un tanto masculino. ¡Qué particular! Unos deseamos tener un abdomen marcado, pectorales y buenos brazos y, otras personas en cambio, luchan para borrar estas marcas y volver su figura un ejemplo de delicadeza y delgadez femenina.

Estábamos sentados, cuando Camila miró el reloj y de un impulso me dijo que se debía organizar, pues tenía una fiesta esa noche. Le dije que si podía quedarme observando un poco ese proceso de “transformación”, a lo que ella con picardía y en tono de broma me responde que sí, pero que tuviera claro que no había mucho por ver, pues el maquillaje era igual al de una mujer, las extensiones que normalmente se pone también y, su vestir era algo más privado, a lo que no me dejaría acceder.

Mientras retocaba su labial, le quise tomar unas fotos, para que ella las tuviese en sus redes sociales, o al menos de recuerdo. Me surgió una duda en cuanto a su vestir, quería saber si ella solía vestirse siempre como mujer o de vez en cuando lo hacía como hombre. Específicamente me responde que siempre viste de mujer, porque ella ahora es una mujer y se siente como tal. Abrí un poco mis ojos y tímidamente le pregunté por sus partes íntimas. Camila sin dudarlo, y con confianza, me dice que ella no se piensa quitar su pene por nada del mundo, primero por miedo, y segundo, porque piensa que a los hombres les gusta eso, sentir el cuerpo de una mujer con un pene, o como ella le llamó graciosamente: con sorpresita.

Me despedí de ella y le dejé para que se organizara. Ella con una sonrisa y un abrazo me dice “gordito” y, me desea éxitos en mi trabajo, mi vida y mis cosas. Salí de este lugar totalmente admirado por esta persona, pues para admitir ser homosexual, vivir como transgénero en un pueblo, y no tener miedo de hacerlo, se necesita de güevas, como diría mi madre. Es evidente que ser homosexual no es fácil, la comunidad LGBTI es rechazada y Sergio  López, ahora Camila López, es fuerte ejemplo de que se debe vivir enfrentando miedos, obstáculos y desdichas, que sin duda alguna hacen de cada persona un ser lleno de fuerza y expectativas, tal como esta joven.

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