Los primeros cien días del gobierno del Alcalde Mayor de Bogotá, Enrique Peñalosa, se convirtieron en un auténtico drama para el burgomaestre capitalino. Todas las encuestas mostraron un descenso vertiginoso en su imagen favorable. A diferencia de los resultados obtenidos por otros alcaldes en distintas ciudades, que como era de esperarse en este primer período de evaluación, definido por los analistas, como el de la luna de miel, lograron altas calificaciones en materia de favorabilidad, al igual que en la aceptación de su gestión.
Frente a esta circunstancia, me atrevo a postular que la fuente principal de la ilegitimidad y drástica caída de su imagen favorable frente a los bogotanos, está ligada con su descabellada iniciativa de urbanizar la reserva forestal del norte, conocida popularmente con el nombre de Thomas Van Der Hammen.
Cabe entonces preguntarse, ¿el por qué la obsesión del Alcalde Peñalosa en urbanizar esta reserva forestal, constituida por 1.395 hectáreas?. Es bueno recordarle a los lectores que en el año 1.999, el actual alcalde de la capital, ejercía su primer mandato; y tal cual como sucede hoy, presentó la propuesta ante la CAR, de urbanizar esta franja ecosistémica, en el marco de un nuevo Plan de Ordenamiento Territorial POT, desatando una enorme controversia, resuelta por la Corporación Autónoma Regional, entidad que negó de plano tal pretensión, con base en los estudios adelantados por el profesor holandés Thomas Van Der Hammen, quien por solicitud expresa de la misma corporación, venia adelantando investigaciones científicas desde 1.996, orientadas a definir espacios de protección ambiental dentro del perímetro de la ciudad de Bogotá. El profesor Van Der Hammen, recomendó destinar como parte de la denominada estructura ecológica principal, una franja, incluso superior a las 1.400 hectáreas del borde norte de la ciudad, para que cumpliese la función de conectividad entre los cerros orientales y el río Bogotá.
El mismo Alcalde Peñalosa demandó dicha determinación ante el Ministerio de Ambiente, ejercido en ese momento por Juan Mayr. Ante la apelación, Mayr conformó un panel de 12 expertos para que fueran ellos los encargados de entregar la respuesta. Luego de casi un año de trabajo, el panel de expertos le otorgó la razón a la CAR. De inmediato, el Ministerio de Ambiente expidió la resolución 0475 de 2.000, mediante la cual le ordena a la CAR, la declaratoria de Área de Reserva Forestal Regional del Norte, en virtud de su importancia ecológica y con el objetivo de proteger a la sabana de Bogotá. Debieron pasar 11 largos años, para que la CAR cumpliese con la decisión administrativa ordenada por el Ministerio de Ambiente; finalmente su consejo directivo produjo el acuerdo 011 de 2.011, a través del cual se crea la Reserva Forestal Thomas Van Der Hammen. Esa demora solo es explicable, como resultado de las intensas presiones políticas ejercidas por actores privados, que de tiempo atrás sueñan con urbanizar este territorio pletórico de biodiversidad. Restaban un par de medidas dirigidas a fortalecer este enclave natural; el acuerdo 021 de 2.14, del consejo directivo de la CAR, mediante el cual se adopta el plan de manejo ambiental de la reserva; y la resolución 0835 de 2015 expedida por la Alcaldía de Gustavo Petro, que declara como suelo de utilidad pública y de interés social la reserva Van Der Hammen.
A mi juicio, la pregunta planteada tiene dos respuestas. La primera es de carácter pragmático, tiene que ver con quienes financiaron la campaña de Enrique Peñalosa a la Alcaldía Mayor de Bogotá, para el periodo 2.016-2.019. De acuerdo a diferentes investigaciones periodísticas, adelantadas por sus respectivas unidades de análisis de información, entre las que puedo citar: Constructores: grandes dueños de la Van der Hammen, entre otras, todas ellas apuntan a establecer una relación directa, entre la mayoría de los dueños de la reserva Van Der Hammen y los financiadores de la campaña del actual burgomaestre capitalino. Según esta publicación, 30 empresas y sociedades, varias de ellas dedicadas al sector de la construcción, o a la gestión inmobiliaria en otros casos, poseen el 70% de las tierras de la reserva. A renglón seguido se demuestra que varios de los propietarios, con vocación constructora, aportaron recursos financieros a la campaña electoral de Peñalosa Alcalde, a título individual en algunos episodios, en otros, de forma corporativa. El ejemplo más elocuente lo representa el actual Secretario de Planeación del Distrito, Andrés Ortiz Gómez, propietario de un “irrelevante” predio dentro de la reserva; pero además, su empresa Contexto Urbano, tiene clientes que son importantes propietarios de la franja ambiental constituida. Está debidamente comprobado que la referida empresa, realizo un aporte de $ 1,5 millones, a la campaña del actual alcalde.
Todas estas actuaciones por parte de actores privados con evidentes intereses económicos en torno a la reserva, no resultan de poca monta, si se tiene cuenta que el secretario distrital de planeación, tiene dentro de sus funciones: “Coordinar la elaboración, reglamentación, ejecución y evaluación del Plan de Ordenamiento Territorial.”, decreto 16 de 2.013. Bogotá se apresta a la elaboración del nuevo POT, ya que el anterior, expedido por el entonces Alcalde Petro, mediante el decreto 364 de 2.013, se encuentra suspendido por decisión de una magistrada del Consejo de Estado. En su momento la administración Petro, busco que el Concejo aprobara por acuerdo esta iniciativa; la misma fue hundida por el entonces concejal Miguel Uribe Turbay, quien esgrimió el exótico argumento que “el tal cambio climático no existe”.
La actual administración distrital, ha sido enfática en señalar que el proyecto de urbanizar la reserva lo presentara dentro de la discusión estratégica sobre el nuevo POT; salta a la vista la existencia de un abierto conflicto de intereses del actual secretario de planeación, con respecto al proyecto de urbanizar ésta área de conservación ecológica.
La segunda respuesta es más compleja. Porque no corresponde a las contingencias de la política diaria en este país; ya que es una discusión sobre los enfoques del desarrollo. Buena parte de las dificultades de la administración Peñalosa, en su segunda versión, derivan de la incapacidad de entender la nueva agenda pública del mundo en el siglo XXI. Esta administración no se ha percatado que el mundo de hoy es plural; diverso; intercultural; y biocéntrico. Por esa razón cree que el grafiti genera inseguridad; que un sistema de transporte férreo promueve el consumo de la marihuana; que los programas de inclusión social en general, y el de los jóvenes en particular, es un despilfarro de los recursos públicos.
La agenda del Alcalde Peñalosa está totalmente cargada de cemento, de concreto, de buses volvo, de obras fáusticas; por esa razón no es difícil encontrar una relación de similitud entre el discurso del Fausto y el desarrollismo puro y duro que musita a cada instante el burgomaestre distrital, con el cual delinea su mayor sueño: TRANSMILANDIA. Aquí se encuentra la clave que explica a profundidad, el por qué de las dificultades de sintonizarse con una sociedad compleja como la bogotana del 2.016. Sigue apegado a la partitura de la modernización, atado al mito del hombre rey, de la vieja tradición del antropocentrismo.
No ha logrado comprender que el mundo de hoy se construye a partir de la revolución del agua, del aíre y de la tierra. Que la libertad humana no está definida por la capacidad de someter, explotar y si fuese preciso torcerle el cuello a la naturaleza, por medio de la ciencia, la técnica y la tecnología, tal como lo predicaban los voceros áulicos del progreso; ese relato filosófico es un asunto por superar, dada la evidencia empírica que la naturaleza no es infinita, mucho menos inagotable. Si el mundo desarrollado persiste en la fórmula de exaltar el crecimiento económico, aumentar las tasas de ganancia y rentabilidad del modelo productivo y financiero, estimulando de paso la cultura de la compulsión instintiva colectiva por consumir, cuando despertemos de la pesadilla nos daremos cuenta que ya no hay casa común a preservar. Sabremos que ese paradigma depredador y ecocida, basado en la fetichización de las bolsas de valores y los hipermercados, presuntos símbolos del éxito, convertidos en iconos a replicar, lo único que provoco fue el sacrificio de la vida en el planeta y la condena a la extrema pobreza de las inmensas mayorías humanas, para satisfacer la opulencia y el confort de una reducida élite mundial.
Cambiamos la lógica de relacionarnos con el planeta o perecemos. El Cambio Climático no es cuento chino, o peor aún, como lo sentenció el sabio exconcejal de Bogotá, “el tal cambio climático no existe”. Es la conciencia desgarradora de la tragedia del desarrollo: un mudo sin aíre, sin agua y sin tierra. Es decir, un mundo sin futuro para la vida. Si persiste la idea de preservar el carácter axiomático y religioso de la fe en el mercado, induciéndonos a creer en la supremacía del oro sobre el páramo, del caucho sobre la selva, del petróleo sobre la llanura, de los hidrocarburos sobre caño cristales, del edificio sobre el cerro, de la urbanización sobre la Van Der Hammen, en fin, de la codicia sobre la vida, el planeta estará condenado a un suicidio universal.
En tiempos de Cambio Climático el elogio enfático al Cemento y el Concreto es un Suicidio Colectivo. La Naturaleza también tiene Derechos. Bogotá ya decidió: prefiere vivir. Apostó por el agua y el aire para la vida de las nuevas generaciones.