Las estatuas ecuestres se hicieron para conmemorar en la antigua Roma el rol de liderazgo ejercido por los equites o caballeros. Supongo que de aquí se extrapola la palabra caballero para darle origen al título de nobleza de ciertas órdenes del medioevo y lo que hoy es simplemente un adjetivo de uso frecuente entre nosotros: “damas y caballeros”.
En la Antigua Roma había numerosos trabajos en bronce como esculturas ecuestres, que representaban los emperadores, pero no sobrevivieron porque era práctica común la de fundir las estatuas para fabricar monedas o representar santos con el ascenso del cristianismo. Solo sobrevivió el Marco Aurelio ecuestre en el Campidoglio de Roma, tal vez porque muchos lo confundieron con Constantino el Grande, fundador del cristianismo con Teodosio y con el papa negro Melquiades.
Colombia no escapó a los tradición de los monumentos ecuestres y en los años 30 le fue encargada al escultor español Victorio Macho la estatua de Sebastián de Belálcazar. En su momento hubo polémica en Popayán sobre donde debería ser colocada y se impuso la idea de que fuera colocada en el cerro simbólico de la ciudad en el que la antigüedad había una construcción precolombina, razón del pleito de los indígenas Misak y que motivó el derrumbe de la estatua.
El artista español, nacido en Palencia en 1887 se casó con la peruana Zoila Barrós Conti, hija del exministro de Justicia peruano Óscar César Barrós Messinas, y cuñada del senador colombiano Jaime Ucrós García. Fueron estas relaciones familiares las que le abrieron la puerta para dejar su impronta artística en América Latina. Macho dejó en Colombia varias obras de su aliento creativo, tales como el Belalcázar de Popayán, el Rafael Uribe Uribe del parque Nacional en Bogotá y el Sebastian de Belalcázar de Cali, a su vez el símbolo de la ciudad.
El caballo del Belalcázar de Popayán, representa con su pata alzada, que el adelantado fue herido en combate; en su mano lleva un pergamino, que representa su título de adelantado de la ciudad.
El maestro Rodrigo Valencia Quijano, máximo pintor caucano junto con los reconocidos Juan y Santiago Cárdenas, analizó el significado de la tumbada de la estatua en los siguientes términos:
“Estamos de acuerdo en que es un contrasentido que la estatua ecuestre de Sebastián de Belalcázar, un "héroe" más que dudoso y cruel, se haya montado precisamente sobre la colina El Morro de Tulcán, ícono de la cultura aborigen que el imperio español sacrificó para propagar su dominio en esta parte de la América. Pero esto no justifica de ninguna manera la agresión perpetrada en contra de la excelente estatua de Belalcázar, obra del escultor español Victorio Macho, importante artista de la modernidad. Se hubiera podido pensar, en desmontarla cuidadosamente de su lugar original y trasladarla, preservarla y exhibirla en otro sitio, no sé cuál (…) ¡Debemos respeto a los pueblos indígenas, pero al arte también!”
Hay que decir que el adelantado Belalcázar se mezcló con la población indígena raizal. Estuvo casado con dos hijas del cacique Payán y sus hijos fueron los primeros mestizos reconocidos por un título de nobleza, bien ganado por este criador de cerdos en tan difícil expedición, bajo las órdenes del conquistador del Perú don Francisco de Pizarro. Belalcázar no solo evitó una guerra al casarse con la descendencia del mencionado cacique que le da su nombre a Popayán, sino que también le ayudó en su guerra contra otros pueblos indígenas enemigos de Payán como los yanaconas. Esto garantizó una paz estable durante algunas décadas y dejó el testimonio de que los pueblos indígenas también guerreaban entre sí desde mucho antes de la llegada de los españoles.
La ciudad tiene el nombre del cacique y la estatua desde donde se miraba, era la de su consuegro y compañero de armas. La mayoría de los payaneses y de otros pueblos cercanos, son descendientes de don Sebastián de Belalcázar y del cacique.
* @OliverUcros