La lucha por la educación ha sido premiada con el premio Nobel de Paz. Una niña pakistaní, conocida como Malala, candidata también el año pasado, ha sido la escogida en reconocimiento al esfuerzo realizado en sus 17 años de vida: ser una aguerrida luchadora contra grupos fundamentalistas por el derecho de las niñas de ir a la escuela y recibir educación. En su defensa ha tenido que enfrentar la acción bárbara de los talibanes, quienes desde hace una década destruyen escuelas, asesinan maestros y estudiantes, amedrantan a padres de familia. Un tiro en su cabeza, al cual sobrevivió, hablan de su entereza y de su lucha.
El propósito de esta niña es tan simple y humano, como esencial: lograr que todas las niñas y jóvenes pakistaníes puedan ir a la escuela, recibir educación como lo hacen los hombres, luchar contra una oprobiosa discriminación femenina, enfrentando el terror de los talibanes empeñados en una guerra santa contra las escuelas, los maestros y el derecho a la educación. La revista Time nombró en abril a Malala Yousafzai como una de las personas más influyentes de 2013. En la ONU ha sido calificada como la “niña más valiente del mundo”.
Malala adquirió reconocimiento internacional hace tres años, cuando se conoció su blog en el cual explicaba el régimen de terror impuesto por los talibanes en su región natal en el norte de Pakistán y las denuncias sobre los ataques perpetuados contra centros educativos femeninos. En su diario, publicado regularmente por la BBC, escribió en 2011:
«En el mundo, las chicas van a la escuela libremente y no hay miedo pero en Swat cuando vas a la escuela tienes mucho miedo de los talibanes. Ellos nos matarán. Nos lanzarán ácido a la cara. Pueden hacer cualquier cosa.
»Sábado 3 de enero. Fui a la escuela con miedo porque el Talibán había emitido un edicto en el que prohíbe que las niñas vayamos a la escuela. (…) Mis tres amigas se fueron con sus familias después del edicto. (…) Mientras iba a la escuela escuché a un hombre decir ‘Te voy a matar’. Apuré el paso y cuando miré hacia atrás el hombre venía detrás de mí. Pero, para mi gran alivio, él estaba hablando por teléfono, así que debía estar amenazando a alguna otra persona.
»Miércoles 14 de enero: Quizás no vaya más a la escuela. Hoy estaba de mal humor mientras iba a la escuela porque mañana empiezan las vacaciones de invierno. El director anunció las vacaciones, pero no mencionó la fecha en que la escuela volverá a abrir. Es la primera vez que ocurre esto. En el pasado la fecha de reapertura fue anunciada siempre con claridad. (…) Mi conjetura es que el Talibán va a prohibir la educación de las niñas desde el 15 de enero(…) Como hoy era el último día de nuestra escuela, hemos decidido jugar en el patio un poco más».
Para los talibanes radicales, tanto afganos como pakistaníes, la mujer es poco menos que un objeto animado sin voz ni voto, sin corazón y sin alma, no son los únicos que están en desacuerdo con que las mujeres accedan a la escuela. Sobresalen, eso sí, por su crueldad y por lo dispuestos que están a llevar hasta las últimas consecuencias su ideología.
Un informe de Human Rights Watch, publicado en 2005 y titulado Lecciones del terror: atentados contra la educación en Afganistán, ilustra las acciones contra la educación de este grupo fundamentalista y de sus seguidores en Pakistán.
“Los talibanes fueron a cada clase, sacaron sus cuchillos… encerraron a los niños en dos habitaciones, donde los golpearon duramente con palos y les preguntaron: ‘¿vas a venir a la escuela ahora?’ Los maestros dijeron que los sacaron de la escuela. Los talibanes les preguntaron uno por uno: ‘¿Por qué estás trabajando para Bush y Karzai?’ Dijeron: ‘Estamos educando a nuestros niños con libros – no sabemos nada sobre Bush o Karzai, sólo estamos educando a nuestros niños’. Después de eso, los golpearon cruelmente y les dejaron marchar”. Funcionario de educación del distrito de Maruf, provincia de Kandahar, describiendo cómo los talibanes cerraron su escuela en junio del 2004, en una entrevista con Human Rights Watch.
Tras recibir sinnúmero de amenazas, Malala, que significa en su lengua “dolor afligido”, fue baleada por los talibanes. La bala, que le dejó malherida, entró justo por encima de la parte posterior de su ojo izquierdo. Tras el ataque, su familia se trasladó a vivir a Birmingham (centro de Inglaterra), donde la joven fue sometida a múltiples operaciones. Los médicos tuvieron que colocarle una placa de titanio para cubrir el agujero en su cráneo, pero uno de sus oídos ha quedado gravemente afectado.
El atentado fue cometido el 9 de octubre de 2012 por Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), una alianza de milicias talibán paquistaníes que actúa en las regiones tradicionales y campesinas. Uno de sus portavoces, ha argumentado que Malala es una joven profana, “pro occidental” que ha promovido la cultura de Occidente y se ha mostrado contraria a los talibán. “Cualquier mujer que, por el medio que sea, desempeñe un papel en la guerra contra los muyahidines debe morir”. “Estamos totalmente en contra de la educación mixta y de un sistema educativo laico”, agregó.
Malama compartió el premio Nobel de paz con el Indu Kailash Satyarthi, quien ha dedicado su vida a luchar contra las empresas multinacionales que en su país explotan a niños de entre 5 y 12 años de edad, encabeza la organización Global March, que ha liberado de la esclavitud empresarial a unos 80.000 niños en más de 160 países. Seguidor de las ideas de Gandhi ha liderado pacificas protestas y manifestaciones para denunciar la grave explotación de los niños para obtener beneficios financieros". Asimismo, "ha contribuido al desarrollo de importantes convenciones internacionales sobre los derechos de los niños".
A Malama y al indu Kailash Satyarthi los une el propósito de luchar por la educación de los niños y contra su explotación económica. Los dos han sido víctimas de los ataques de grupos extremistas opuestos a la educación de las niñas
La joven Malama tiene a su haber una vida muy corta dedicada a una causa universal, justa y humana como el derecho a la educación de las niñas y las jóvenes. Ella disputó el Premio Nobel, junto con 259 candidatos y 50 organizaciones defensoras de los derechos humanos, entre las cuales estaban las Madres de Plaza de Mayo, de Argentina, el papa Francisco, el médico congoleño Denis Mukwege y el exanalista de la CIA Edward Snowden.