Ayer, mientras me aventuraba en un sendero, fui víctima de un ataque. (Regularmente, suelo cambiar las rutas y los itinerarios de mis salidas para no dejar rastro rutinario a quien quiera hacer la agresión o el asalto) En medio de la tranquilidad del paisaje, la alerta sobre un posible robo, asalto y/o secuestro transformó un momento de paz en una experiencia aterradora. Afortunadamente, salí ilesa, pero no indemne; este episodio me dejó reflexionando y doliendo sobre lo que significa ser mujer, amar la vida en solitario y, aun así, tener que enfrentar el constante recordatorio de nuestra vulnerabilidad.
Las mujeres que decidimos recorrer el mundo, y que llevamos varios años en la práctica del trekking y hiking en especial en el territorio del Caquetá, ya sea por senderos naturales o por los de nuestra propia independencia, enfrentamos desafíos que van más allá de los obstáculos físicos. Vivimos con el peso de las advertencias, con la necesidad de ser precavidas y con el miedo que la sociedad nos inculca desde niñas. Pero también llevamos dentro una valentía que nos empuja a seguir adelante, incluso cuando la realidad nos muestra sus lados más oscuros.
En ese momento de peligro sentí miedo, claro, pero también sentí algo más: la determinación de no permitir que la experiencia me robe, el placer de explorar, de ser libre, de caminar por la vida con la frente en alto. Ese miedo, aunque válido, no define quién soy ni define a las muchas mujeres que se atreven a soñar y actuar fuera de las cajas impuestas.
Sin embargo, este episodio también me lleva a reflexionar sobre la importancia de nuestra seguridad. La valentía no debe confundirse con descuido. Así como amamos nuestra libertad, también debemos cuidarla. Planificar nuestras rutas, compartir nuestra ubicación, aprender a defendernos y mantenernos alertas son herramientas que refuerzan nuestro derecho a andar por donde queramos.
A todas las mujeres que, como yo, aman caminar la vida en solitario, quiero decirles esto: no permitan que el miedo las detenga. Cada paso que damos, incluso en medio de la incertidumbre, es un acto de resistencia. Pero tampoco olvidemos que nuestra seguridad y bienestar son una prioridad. Ser valientes no significa ignorar los riesgos, sino enfrentarlos con inteligencia y preparación.
Seguiré caminando. No porque ignore el peligro, sino porque creo firmemente que la vida merece ser vivida plenamente, con todos sus retos y aprendizajes. Y a quienes buscan arrebatarnos nuestra libertad, les digo: jamás podrán apagar el deseo de explorar, soñar y existir sin cadenas.
Hoy, más que nunca, me reafirmo en mi propósito de seguir andando, con miedo a veces, pero siempre con valentía.