Después de la Copa América James Rodríguez se fue a Medellín a hacer nada. Se sentaba largas horas del día a jugar Play, a desconectarse. Mientras Cristiano Ronaldo se fue una semana en su yate por el Mediterraneo y luego regresó a ponerse a tono con un equipo de personas para la temporada, James se dedicó a hacer nada, el máximo ejercicio que hacía era, a lo sumo, ir a Centros Comerciales con Shannon. Un deportista de este nivel, tal y como lo dice Hector Fabio Cruz, uno de los médicos deportivos más prestigiosos de Colombia, no puede descuidarse jamás. El fútbol cada vez se parece más al atletismo y un jugador está obligado a hacer una pretemporada acorde con los partidos y la exigencia que tendrá durante un año entero.
Por eso James es de cristal y por eso tiene esa tendencia a lesionarse. Está mal de la cabeza, por eso es que en Europa no lo quieren ya los grandes, por eso es que perdió la oportunidad única de ser uno de los tres mejores jugadores del mundo. La lesión en el óseo en un momento clave donde podría pelear por volverse titular indiscutible del Madrid aprovechando las otras lesiones de jugadores que juegan en su puesto revela que toma malas decisiones y que nuestro crédito no tiene los mismos dones en la mente que tiene en su físico.
Ya dejen de echarle la culpa a Zidane, no podemos decir que no le dio oportunidades pero James no lo aprovechó. La peor enenmiga es la vagancia de James. Debe prepararse mejor. Lo peor es que a sus 28 años el tiempo, para ser el mejor, parece haber pasado hace rato.
